La dictadura militar dejó pendiente los proyectos de liberación y transformación de Chile y de América Latina, planteados en la década del setenta. No se trata de volver al pasado, ni a ningún tipo de violencia propuesta o realizada, menos a un provocar a sectores ultraconservadores a tener tentaciones de corte autoritario. Pero no podemos negar que estamos frente a una verdadera “dictadura del capitalismo”.
Desde que comenzaron los movimientos ciudadanos y estudiantiles, tenemos la percepción de que hay un tiempo histórico agotado. Es decir, el tiempo que se generó con la Dictadura, con la crisis política, con la crisis valórica. Al parecer, emerge otra sensibilidad y otro criterio de lo social, para explicar “el fenómeno humano”, que se va percibiendo, de una manera muy diferente a la tradicional.
Muchos pretenden ignorar el salto cualitativo que han significado las crisis manifiestas de los partidos políticos, de la Iglesia y de muchos supuestos y categorías que parecían, inmutables, o al menos, no modificables en el tiempo presente.
Los proyectos políticos del mundo socialista y marxista han buscado readecuarse a una realidad no totalmente diagnosticada, ni tan certeramente definida. Se han reactivado en nuestra sociedad algunos viejos términos y conceptos, que muchas veces no fueron entendidos o fueron mal interpretados. Hay miedo y casi terror en los sectores más conservadores, de que se produzcan cambios que terminen con esta supuesta sociedad equilibrada y se vuelva a viejos escenarios de la política chilena.
Quienes así piensan, se equivocan en la forma y en el fondo. Aparecen como fantasmas ciertos conceptos ajenos a la cotidianidad política. Por ejemplo, el terror a la palabra revolución y el terror en consecuencia, a los cambios estructurales. Ciertamente cualquier cambio de estructura significa una revolución en la sociedad, que no tiene porque ser ni violenta ni traumática.
Quiero recordar un viejo texto de Radomiro Tomic, en entrevista concedida a Andrés Kramer el 14 de septiembre de 1970 después de su derrota electoral: “En donde la Democracia Cristiana, no sea una fuerza revolucionaria-democrática, pero revolucionaria-, su acción carecerá de raíces, por lo tanto de continuidad. “Ganar la votación derechista” como a veces dicen algunos, implica inevitablemente un precio. Ese precio para la Democracia Cristiana, es tremendo. Solo puede ganar la “Votación Derechista” dejando de ser una fuerza revolucionaria, y pasar a ser otro elemento más del “sistema” predominante. No enfoco este asunto como ideológico, sino, con gran sentido realista. Estoy convencido que en América Latina y en Chile el “Sistema predominante”, ha agotado sus posibilidades, está fracasado, no tiene posibilidades de continuar. Esta condenado irremisiblemente por hechos y fuerzas desencadenadas de un proceso histórico irresistible. El propio Chile, ofrece una demostración palmaria. Asociarse a este “naufragio” condenaría, a quien lo intente, a perecer en él”.
El texto es premonitorio, no solo para un sector ideológico de la política chilena, sino para el país y para determinadas formas políticas y económicas que han imperado en las últimas décadas.
Sin duda, la dictadura militar dejó pendiente los proyectos de liberación y transformación de Chile y de América Latina, planteados en la década del setenta. No se trata de volver al pasado, ni a ningún tipo de violencia propuesta o realizada, menos a un provocar a sectores ultraconservadores a tener tentaciones de corte autoritario. Pero no podemos negar que estamos frente a una verdadera “dictadura del capitalismo”. Sin espacios para la expresión de la soberanía popular y de una autentica democracia. Un sistema que no está diseñado para producir equilibrios políticos, sino para que no haya modificaciones que puedan transformar un modelo político y económico, a esta altura, perverso e inmoral. No es el sistema imperante en Chile, un modelo para crear paz y justicia, y menos aun niveles más dignos de mayor igualdad: “hay una paz que imponen los poderosos. Esa paz no la quiere Chile (…) se puede lograr la paz aceptando con resignación la injusticia. Esa paz, tampoco la quiere Chile (…) no hay paz sino hay justicia en todo, en la distribución de los bienes materiales sin duda, pero también en darnos el uno al otro el respeto, la participación y la igualdad que nos corresponden” (Comité permanente del Episcopado de Chile 1972).
Estos breves textos son del Chile que quedó pendiente con la Dictadura, y en gran medida con la transición pactada. Ciertamente hay mucho que debemos comprender y entender. Pero, lo que está claro que no es el Chile que queremos, que no es el país de los jóvenes y de los ciudadanos marchando por las calles. Chile, mayoritariamente quiere cambiar. Esa es la tarea pendiente que debiera partir, inevitablemente, con una asamblea constituyente que nos transforme a todos en ciudadanos.
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Foto: El Puelche / Licencia CC
Comentarios
15 de abril
«Nada de extraño tiene que los librecambistas sean incapaces de comprender cómo un país puede enriquecerse a costa de otro, pues estos mismos señores tampoco quieren comprender cómo en el interior de un país una clase puede enriquecerse a costa de otra.
No creáis, señores, que al criticar la libertad comercial tengamos el propósito de defender el sistema proteccionista.
Se puede ser enemigo del régimen constitucional sin ser partidario del viejo régimen.
Por lo demás, el sistema proteccionista no es sino un medio de establecer en un pueblo la gran industria, es decir, de hacerle depender del mercado mundial; pero desde el momento en que depende del mercado mundial, depende ya más o menos del libre cambio. Además, el sistema proteccionista contribuye a desarrollar la libre concurrencia en el interior de un país. Por eso vemos que, en los países donde la burguesía comienza a hacerse valer como clase, en Alemania, por ejemplo, realiza grandes esfuerzos para lograr aranceles protectores. Para ella son armas contra el feudalismo y contra el poder absoluto; son para ella un medio de concentrar sus fuerzas y de realizar el libre cambio en el interior del propio país.
Pero, en general, el sistema proteccionista es en nuestros días conservador, mientras que el sistema del libre cambio es destructor. Corroe las viejas nacionalidades y lleva al extremo el antagonismo entre la burguesía y el proletariado. En una palabra, el sistema de la libertad de comercio acelera la revolución social. Y sólo en este sentido revolucionario, yo voto, señores, a favor del libre cambio».
Estos párrafos pertenecen a Carlos Marx en relación al libre cambio. ¡¡¡¡Clarísimos!!!!
Me pregunto, en Chile, transcurridos 23 años de exacerbación criminal de la dictadura del capital, no será, lo que sucede en las calles, los primeros acordes de una revolución provocada por ese libre cambio o capitalismo como lo sentenciara el alemán.
El capital ha abusado de la paciencia de borrego pueblo de esta nación, ha usufructuado de la despolitización del colectivo, eliminando, para ese fin, la conciencia de clase de las mayorías.
Se nos enseñó durante décadas que el barbón era un criminal, un genocida, un «humanoide», y crecí con esa idea, al igual que muchos compatriotas. Es hora, como mucha gente lo está haciendo, retomar los libros y empaparse de revolución y exquisita crítica.
La revolución a Chile debe llegar, es imposible seguir en este estado. Es imposible que no naciera la necesidad emancipadora y de justicia social ante tanta basura en el poder.
Quiero repetir este párrafo de Marx citado anteriormente: «En una palabra, el sistema de la libertad de comercio (capitalismo) acelera la revolución social. Y sólo en este sentido revolucionario, yo voto, señores, a favor del libre cambio».
Creo que en Chile esta llegando esa revolución social. Marx, una vez más, tenía razón.
Saludos.
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15 de abril
No se me había ocurrido llamarle «la dictadura del capitalismo». Creo que es más resumido que «la dictadura de la mafia política y económica».
No me parece que la Asamblea Constituyente sea lo más adecuado.
Para mi percepción, es algo que se haría a puertas cerradas, influído por dos grandes grupos, uno «político social» que termina en negociaciones en todos lados, nunca con grandes ventajas, y uno político «capitalista», que colocará todas las barreras posibles.
El temor del grupo capitalista es el grado de la inyección de cambio que se le quiera colocar al sistema.
No creo que sea bueno asustarlo con «Asamblea Constituyente sí o sí».
Además, ni siquiera es inteligente la Asamblea Constituyente, por dos razones.
Coloca demasiados objetivos inmediatos y pocos planes y tiempo para alcanzarlos.
Si la nueva Constitución crea una situación problemática seria, se pone en peligro el balance social-privado o social-capitalista, para resumirlo.
Si por ejemplo, la nueva Constitución crea una ISAPRE de los trabajadores, lo mismo que consorcios de seguros, AFPs, Bancos, etcétera, en manos de nuevos poseedores, o posibles nuevos chicos ricos en el nicho económico, su implementación inmediata, de cero a cien para exagerar, puede crear diversas clases de colapsos en poco tiempo.
Juegar a la inmortalidad de la nueva Constitución, a su nueva letra perfecta, sin la suficiente cantidad de estudios, podría ser una negligencia del tamaño de muchos años de historia si apenas comete un error detonante de una energía no controlable en un sistema sensible de la vida nacional, o de los necesarios equilibrios…
Así, lo único que sugiero es que una Cámara Ciudadana podría ser una mejor solución que una Asamblea Constituyente, por mil razones a detallar:
Razón 0001: Sería más abierta,
Razón 0102: Tendría mejor representación,
y Razón nº 1000: Con dirección sabia se hace la guerra y en la multitud de consejeros está la victoria.
A güen entendedor, supongo que no serán necesarias las explicaciones.
Es necesario revisar cada componente de una función de agentes de cambios que se desean introducir en los sistemas del país. Hay que probarla haciendo simulaciones con ecuaciones diferenciales y de optimización… Se deben aplicar metodologías profesionales…
Si lo hace un grupo oportunista de políticos y ciudadanos «por simple entusiasmo y mayoría», espero que lo acordado con tanta facilidad, exija, para respaldo de todos los interesados, planes rigurosos de ingenería de métodos cada cierto número de miles de millones de dólares, siquiera, asociados al tema en cuestión… Si no los hacen por cada millón de dólares, ni por una decena, o una centena de millones de dólares, ojalá que lo hagan al menos por cada mil millones de dóares de «fondos destinados al cambio»…
Si no existen estas rayitas del monito que se desea construir, la pintura puede caer en cualquier parte y arruinar la obra …
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18 de abril
El destino inexorable del universo es la evolución permanente para adaptarse a nuevas circunstancias. El ser humano con su capacidad de reflexión ha intervenido el proceso introduciendo la cultura y la tecnología como realidad . Y estas sumadas a la revolución de la información han acelerado los procesos de cambio, destruyendo las estructuras basadas en organizaciones, postulados y creencias rígidas. Y la nueva cultura es aceptar que todo cambia, que todo postulado es provisorio, que nuestro «ser» y el del mundo en que vivimos, es solo un «estar siendo». Pero toda acción levanta una reacción, y ahora más que nunca la estructura se defiende para no morir aplastada por la historia, rigidizándose, tratando de inventar dogmas económicos, de ignorar opresiones históricas, o por la fuerza de las armas y la represión. Pero el proceso ya está desencadenado y te subes o te destruye.
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