Comenzaré esta columna con un chiste viejo de psicólogos laborales y política.
Un Senador llama a un subsecretario y le pide una «peguita» para su hijo recién titulado, para que junte «ahorritos» antes de irse becado al extranjero. Leal como siempre, el Subsecretario de inmediato consigue un cargo de consultor en el Minrel, con una remuneración de 4.3 millones.
El Senador, agradecido por la diligencia, le solicita que busque algo más «inicial», un trabajo que lo «curta», un trabajo que le permita conocer la realidad nacional. Comprendiendo la solicitud, el funcionario hace un par de llamadas y pide un par de favores, encontrando un puesto de asesor en una Intendencia costera con buen clima, donde se paga 3.2 millones. Ya no tan agradecido, el Senador exhibe su molestia, al ver que no le entregan una vacante «con más calle». Tras dos horas de intensa búsqueda, el subsecretario, con algo de vergüenza, vuelve a llamarlo, informándole que encontró un trabajo de 22 horas, a honorarios, en una fundación social con dependencia del gobierno, un cargo que paga apenas, 2.7 millones. El Senador, en ese momento, respira profundo y se da cuenta que no se explicó bien, lo que el aspira para su crío es un trabajo que no pague más de 1.5 millones, idealmente algo sin jefatura y con alta carga laboral, en ese instante, el subsecretario lo interrumpe y le deja claro que no puede ayudarlo, debido a que esos cargos exigen que el candidato se someta a un entrevista y pruebas psicolaborales, un examen de salud compatible, y la entrega de varios documentos que acrediten experiencia. Pero, para no molestar al Senador, se compromete a llamar, si su hijo logra quedar en la terna, recomendando que le pida que edite bien su perfil en la plataforma virtual, usándolo como referencia si así lo estima conveniente.Chile es un país mal estructurado, en términos de psicología organizacional somos una vergüenza, ya que mientras más importante sea cargo para la nación, menos son los requisitos exigidos
Chile es un país mal estructurado, en términos de psicología organizacional somos una vergüenza, ya que mientras más importante sea cargo para la nación, menos son los requisitos exigidos y ese problema, aunque duela decirlo, no depende de la cultura cívica que no recibimos, eso es simplemente un testimonio, de que no tenemos memoria o sentido común a la hora de votar.
Si contemplamos que todo trabajador, público o privado, que comete una falta, ya sea llegando tarde a su trabajo, cometiendo algún delito, insultando a la jefatura, abusando de su poder o simplemente, no cumpliendo con la descripción de cargo para la que fue contratado, se hace merecedor de un despedido, sin derecho a alegato o compensación, si es que ha violado alguna cláusula de su contrato.
En cambio, cuando uno observa al Congreso de Chile, el escándalo de los políticos es dantesco. Hagamos memoria, tenemos honorables que han sido detenidos y condenados por manejar en estado de ebriedad, por violencia intrafamiliar, por malversación de fondos (con embargo incluido), también hay algunos que han presentado como propios, documentos copiados íntegramente de Internet, otros han abandonado sus responsabilidades para ir a ver un partido de rugby, otros han atropellado con resultado de muerte, sin haberse periciado la velocidad en la que manejaban, pero no nos detengamos en eso, varias veces hemos podido que ver que muchos honorables no comprenden lo que leen (si es que lo leen), mismos que frente a la prensa o cuando piden la palabra, demuestran un nulo dominio de la ley que debaten y pretenden legislar. Demás está recordar a todos quienes inscribieron a falsos exonerados para regalarles recursos del fisco a cambio de apoyos políticos, o quienes tras años de relajo, rompen su inercia presentando proyectos inútiles que buscan nacionalizar un juego de naipes. Es duro saber que el país queda en manos de personas que han estado envueltos en escándalos de recepción de pagos ilegítimos, de raspados de olla, de tráfico de influencias y de confabulaciones con lobistas de grandes empresas y, pero lo que considero aún más grave, es que algunos de ellos, defiendan dictaduras (pasadas o vigentes) mientras pregonan su supuesto espíritu democrático.
No quiero dar nombres, siento que no es necesario, es solo que tras varios días intentando armar una columna dónde explicar porque Chile es un paraíso para violadores, pedófilos y agresores de violencia intrafamiliar, terminé dándome cuenta que la culpa es nuestra, de la ciudadanía, quienes son los que traspasan (traspasamos) la responsabilidad de nuestro futuro, en puros incompetentes o incompetentes puros (ambas interpretaciones son correctas).
Si creen que estoy equivocado, respondan lo siguiente.
¿Qué político en ejercicio, es capaz de dar respuestas si o no? (Sin justificarlas, sólo si o no)
¿Qué político en ejercicio, es capaz de escuchar antes de hablar? (Mirando a los ojos y conversando sin debatir)
¿Qué político en ejercicio, es capaz de explicar, claramente, en lo que está trabajando? (Nombrando a los asesores que lo ayudan)
En términos de psicólogo laboral, esta realidad es fatídica, más cuando uno sabe, por experiencia, que en todos los trabajos normales (cargos no electos por votación popular), todo empleado tiene que poder responder esas preguntas cuando la jefatura así lo exija y sin cantinflear, pero en cambio, si perteneces a la clase política, y considerando que nosotros somos los jefes, valoramos la habilidad del honorable para darse vueltas de carnero, a tal punto que cuando lo hace, comenzamos a aplaudir.
Estimados indignados, con sumo respeto los meto a todos en el saco, ni el Presidente Piñera, ni la Presidenta Bachelet fueron, son, ni serán, políticos capaces de entender nuestra realidad, ellos provienen de otra casta social, tienen otro roce y se rodean de semejantes. Pero nuestra debacle es aun más oscura, sinceramente no veo en el horizonte a alguien que sea diferente, y si existiera, es decir, si alguien de nosotros se postulara a un cargo de representación popular, estoy seguro que no sería electo, ya que la masa, ignorante y amnésica, seguirá votando por candidatos que canten lindo con guitarra, que lean apasionadamente un discurso propagandístico escrito por un think tank, por viejos emblemas de la televisión (independiente de si trabajaron en farándula), o por quienes son hijo de alguien más, o lo que es peor, seguiremos votando por quien posee una gran fortuna (independiente de cómo lo obtuvo) o por quien, a pesar de todos los errores y delitos que se sabe ha cometido, nos sigue hablando a los ojos, con el corazón, y nos reaviva nostalgias del pasado, evitando comprometerse con un programa de trabajo sensato y útil.
Si, no es fácil escribir esta columna, menos reconocer que durante la pandemia he podido entender que toda mi proactividad me obliga a volverme egoísta para ser eficiente, es más, he llegado a la conclusión de que la única manera de creer en la Nueva Constitución, es con bajas expectativas y cero demanda particular, esto debido a que, para ser electo como representante para plasmar «la voz del pueblo» en nuestra nueva carta magna, se requiere tener un perfil acorde a la incapacidad que caracteriza a nuestra política tradicional.
Quería terminar esta columna con otro chiste, ese que les pregunta si saben en que se parece un político emergente y una debutante actriz porno, pero no es tiempo para bromas y además, eso me obligaría a hablar de educación sexual.
Comentarios