Esta semana voy invitado a la UAI a presentar unas ideas sobre libertad y liberalismo. Se trata, de mi parte, de elegir mostrar el pensamiento de una libertad «originaria» respecto de unas teorías de unas libertades derivadas, como sería la de índole liberal.
Mi punto es que la libertad liberal, pensada y leída con cuidado y verdadera atención –pensada hermenéuticamente (y se puede mostrar a Gadamer como un pensador del habitar todos este mundo, tanto como de una libertad)–, demuestra que presupone la necesidad de existencia de un «impulso», una «facultad», o una “condición” humana, que hace posible dar inteligibilidad precisamente al «momento liberal» –el que entiendo, dicho ampliamente, como el de la política contra las coacciones de los individuos, la de unos partidarios de las libertades civiles, democráticas y económicas, así como de la tolerancia
Pues liberar o liberarse de la coacción, de los obstáculos a la acción libre, presupone el deseo y el poder de querer esa libertad. De tener o no tener la voluntad de lo libre. Pero incluso esos obstáculos, en la medida que son sociales, de unas instituciones o de unos valores, y no de unas fuentes en la Naturaleza, han de ser a haber sido los de otras voluntades –voluntades individualizadas, tal vez de grupos sociales; o sea, no necesariamente individuales. La de coartar a otros, eventualmente para ciertos fines humanos (sean “buenos o malos”), o por el mero deseo de dominio.
Y los que poseen la capacidad de establecer la coacción, demuestran poseer una libertad de ello. Deben decidirse a actuar para construirla, o demuestran haberlo hecho, lo sepan o no, y de cierta manera y no de otra. Por ejemplo, como tal o cual gobierno o institucionalidad. A su vez, de una manera u otra, de quererla.
Por tanto, la libertad liberal puede ser efectivamente pensada porque pasa sobrevolando la libertad para querer o no querer esa liberalidad. Ser libres de tal o cual forma, no es lo mismo que querer ser libre. Ni quererlo, a existir en la condición de la libertad, una condición humana incluso anterior a la pura voluntad. La libertad liberal está bien, aquí no hay objeciones ni una crítica como engaño o “formal”. Si aceptamos ese salto. Es una forma de libertad. solo que una vez derivada.
Originaria se dice pues de aquello anterior, presupuesto, a las decisiones efectivas y las instituciones en la acción humana. En un cierto «origen», debe haber una capacidad, facultad o poder para querer lo libre. Pero también resultaría originaria una condición de lo humano como pura apertura a la decisión, como no poder sino estar en cierta disposición para lo libre. O: “estar obligados a ser libres”, en el sentido de alguna posible libertad, o en el sentido de decidir no serlo y someterse.
La libertad liberal puede ser efectivamente pensada porque pasa sobrevolando la libertad para querer o no querer esa liberalidad. Ser libres de tal o cual forma, no es lo mismo que querer ser libre
Esta libertad parece paradójica: una condición de origen, inevitable, propia de lo humano mismo, que ya ha dispuesto en nosotros cuando queremos entonces elegir o no elegir. O cuando descubrimos el valor de algo como libertad. Lo libre como anterior a saberlo. Como anterior a un conocimiento, que ya actúa como un querer saber. Como se ha dicho, algo confusamente, entonces la libertad obliga –parece una “ley”–; se impone abriendo la acción humana a las posibilidades, o a negarlas en lo que ya es un acto de libertad.
Por lo demás, creo que una percepción fenomenológica adecuada, permite descubrir la acción de lo libre y por lo libre en la conducta incluso cotidiana. Manifestamos la libertad aunque no lo queramos. Incluso en lo pequeño. O quizás precisamente desde lo pequeño, en cierta continuidad hasta las formulaciones políticas y teóricas generales (no hace falta llegar a ser un estoico consumado para poder querer y poder efectuar lo libre, no más sea para abrir o cerrar los ojos, para abrir o cerrar la boca. Digo: en el fondo de un pozo oscuro, como cuenta la leyenda).
La misma posibilidad de pensar o no pensar, de querer o no querer, aquello posible de constituirse como pensamiento de algo como «libertad», resulta un fenómeno de confirmación adelantada de lo que intenta. Es decir, el teórico de la libertad ya está ejerciendo esa facultad con lo que decide hacer. La posibilidad misma, no lo que hacemos con ella, se constituye como acto originario.
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