La tecnología que en sus comienzos se pensó como una forma de mejorar la calidad de vida de la población; con el tiempo, se ha convertido en un arma de doble filo. Por un lado, somos beneficiados en algunas materias; pero, por otro, han ido silenciosamente ramificando y perfeccionando la eficacia el capitalismo como sistema de dominación política.
En los comienzos del siglo XX, se hablaba de la “biopolítica” como una característica propia del capitalismo, en donde la disciplina iba enfocada al sometimiento del cuerpo humano; no obstante, esa forma de poder ha ido evolucionando conforme ha ido evolucionando el capitalismo a neoliberalismo, a una forma mucho más transparente y masiva de dominación inmaterial o “psicopolítica”, que incluso se da en un contexto de sensación de libertad y de auto sometimiento.
En las primeras etapas del capitalismo, el maquinismo iba causando la pérdida de la noción de «cuerpo» del ser humano (subsunción) en función de la máquina; actualmente, la colonización y control iría migrando a la deshumanización de todos los niveles de interrelaciones humanas.
Marx, con respecto a la relación «humano/máquina y producción capitalista», teorizó que la técnica secuestra la capacidad total del trabajador, transformándolo en un autómata con vida. Eso es cierto; pero, hoy vamos mucho más allá; dado que no sólo el capitalismo se basa en una relación “trabajo/tiempo” para producir valor usando al ser humano como un apéndice viviente de una máquina; sino, que además se podría extraer valor desde la “interacción social y desde todos los aspectos de la vida colectiva, de los cuerpos y sus subjetividades” (incluso hasta de los afectos); eres una especie de bio-máquina que produce desde el momento de nacer hasta morir; e incluso antes de nacer y hasta después de muerto.
El modelo está tan enraizado en la vida; que los sujetos colonizados no encuentran sentido a sus vidas sin el consumo, tecnología y mercadotecnia, en este liberalismo existencial; conviven individualidades huecas, que han sido llenadas por identidades mercantilizadas falsas, definidas en gran medida por las variaciones del consumo y como ideal por el poder colonizador a través del uso de los medios de comunicación tecnologizados; donde la identidad y el sentido vida gira en función del “sentido común” serviciales al mismo modelo.
Dentro de las variadas formas de dominación “psicopolítica”; vemos una que ha cobrado gran notoriedad hoy en día y que es la recolección y manipulación de datos masivos de la población a través de las RRSS (Big data); esta técnica se nos presenta hoy como una aliada del gran capital político-económico; que diluye las verdaderas coyunturas sociales como la lucha de clases, la miseria, el sufrimiento, la identidad social; pero, por el contrario, va creando y reforzando la manipulación a través de imaginarios colectivos.
La sociedad capitalista depende de la mercancía como forma de mediación social; transformando las relaciones en vínculos anónimos y abstractos de intercambio
Caemos en el engaño de creer que la tecnología puede ser una metáfora del mundo social y no lo es; los algoritmos matemáticos logran a través de la minería de datos, entregar patrones de comportamiento en algunas ocasiones ilógicos; pero, como hoy prevalece el fetiche del “poder de procesar información” por sobre “estudiar en profundidad la sociedad humana”, que ha ido dando la libertad a que “los números hablen por sí solos”; lo que es un grave error, los análisis pueden ser acertados en algunas investigaciones científicas, más es un error creer que esta técnica permite extraer desde lo inmaterial, realidades del cotidiano para comprender la compleja realidad social humana; es una herramienta de análisis -Sobre lo cual no cabe duda-; pero, es el poder político que manipula este análisis numérico, que puede cambiar completamente el significado de lo que se está traduciendo.
La sociedad capitalista depende de la mercancía como forma de mediación social; transformando las relaciones en vínculos anónimos y abstractos de intercambio; es ahí, donde el uso de la tecnología ha facilitado aún más la tendencia a la subsunción; la liberación o emancipación implicaría la mutación profunda de la sociedad y ruptura de las dinámicas tecnológicas que llevan al maquinismo que define y hace posible el «individuo social» actual.
Pero, entonces; ¿cuál es el camino emancipatorio?, Según Foucault; la liberación estaría ligada al mismísimo poder; por ende, más poder exista como ley antagónica, es mayor la resistencia de algunos cuerpos a ella; siendo plasmada en la multitud como la resistencia al poder en contraposición al individualismo; por ende, esa multitud debiese resignificar el “trabajo vivo” como contra respuesta al “trabajo muerto”; el trabajo vivo es una actividad colectiva creadora, autogobernada y dignificante para toda la humanidad, en contraposición con el “trabajo muerto” que es una reproducción tecnologizada orientada a lograr mayor plusvalor y acumulación; el trabajo muerto causa que las sociedades neoliberales se vuelven fragmentadas, narcisistas, cargadas de positivismo y negación de antagonismos, llenas de apariencias funcionales “perfectas” y de hipocresía; sociedades llenas de personas profundamente anestesiadas, que sólo buscan el confort y la negación de todo tipo de complicaciones; divisiones que son profundizadas por el mundo digital, en donde la voz de la masa se vuelve meramente un “ruido” en un enjambre “no-masa” y donde la abundancia de tecnología e información, no tiene ninguna relación con la disminución de las diferencias dadas por las brechas sociales preexistentes y donde la falsa sensación de libertad se da en un contexto lleno de micro coacciones.
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