El mensaje presidencial de Piñera ante el Congreso pleno se esperaba iba a marcar las ideas matrices de lo que será la impronta del período de su gobierno; pero se centró mucho más en criticar y omitir todo el aporte de quien lo antecedió. Apenas una mención a lo avanzado en gratuidad
En un largo discurso que rivalizó con los extensos discursos de Fidel Castro, anunció una larga lista de tareas que quiere emprender y consumar en su mandato. Discurso pródigo en titulares, frágil en soluciones a los problemas urgentes de la gente, abordados sin la profundidad que cada uno de esos temas exigen y sin especificar el diseño, implementación y financiamiento de los mismos, lo cual hace difícil evaluar el contenido de dichos anuncios. No queda claro, además, la jerarquización de los temas que se van a priorizar. Por otro lado, la mayoría de los temas que interpelan y moviliza a la ciudadanía han quedado ausentes en la cuenta, como las AFP, las ISAPRES, la educación no sexista, la adopción homoparental, la ley de identidad de género ni el matrimonio igualitario. Huelga decir que no está en el ADN de la derecha referirse ni a las desigualdades sociales, ni a la probidad pública y menos a la corrupción o el cohecho del sector privado.La mayoría de los temas que interpelan y moviliza a la ciudadanía han quedado ausentes en la cuenta, como las AFP, las ISAPRES, la educación no sexista, la adopción homoparental, la ley de identidad de género ni el matrimonio igualitario.
Un discurso narrado en una lógica autocomplaciente, sin salir de su papel de candidato y modelado por un descarado populismo salpicado de caramelos con los cuales pretende adormecer a mucha gente. Se nota la mano de su “speechwriter”, Mauricio Rojas, ex militante del MIR que se exilió en Suecia a partir de 1974. Ahí rompió con el marxismo y se “convirtió” al neoliberalismo, lo que fue plasmado en el libro “Diálogo de conversos” que redactó junto con Roberto Ampuero. La visión sobre la migración expresada en el mensaje tiene el perfume del populismo de derecha sueco. Asimismo, el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) del Presidente Piñera quedó nuevamente en evidencia, al mostrar conductas posesivas repetitivas y perseverar en nombrar a las personas como de su pertenencia, verbigracia: nuestros niños, nuestras mujeres, nuestros adultos mayores.
Su narrativa resulta increíble, en primer lugar porque deforma la realidad a su conveniencia. Lo deforma todo lo que puede para así poder justificar su rol en la historia. Recoge todo lo que pilla, generaliza sin pudor. Le urge denigrar la realidad chilena recién pasada para así hacerse indispensable, magnificando los efectos de las reformas en la desaceleración económica en el período anterior, sin mencionar los factores externos que incidieron al respecto. Necesitaba una baza para presentarse como el winner y la encontró describiendo al gobierno anterior como los 4 jinetes del apocalipsis. Nos muestra, por tanto, una realidad paralela, en la cual las consignas sustituyen los hechos del pasado.
En política, el lenguaje y los contenidos van intrínsecamente ligados. En este sentido el Presidente Piñera no dimensiona la gravedad de desconocer todo lo hecho por el gobierno anterior e insiste en pintar una imagen apocalíptica del país que recibió, lo que genera ruidos innecesarios cuando en paralelo hace un llamado para alcanzar grandes acuerdos a la centro izquierda. Su verborrea imposible de frenar lo hace caer en una evidente contradicción y se expone a que le critiquen ante esa absoluta incoherencia con lo que predica y lo que se hace.
En esto, como en casi todo, el éxito o el fracaso de la gestión del nuevo gobierno depende de cómo haga las cosas. Y la historia pasada de Piñera en el Ejecutivo permite aventurar algunas hipótesis. Su narcisismo lo hace anteponer su protagonismo personal a cualquier proyecto colectivo. Es el arquetipo del “maximizador” -se moviliza y se sobre acelera para obtener “siempre más”- Y se comporta muchas veces como el Lobo de Wall Street, por tanto, sus objetivos son pragmáticos a contrario sensu del “ideologismo” de la mayoría de los integrantes de Chile Vamos. Es lógico, por ende, colegir que las discrepancias entre el Ejecutivo y los partidos más ortodoxos del conglomerado sobre cómo administrar bien los tiempos y los modos generaran, en el futuro cercano, coletazos y desafecciones mayores a las ya expresadas por los diputados fundamentalistas evangélicos de RN y el ex candidato presidencial J.A. Kast. Será difícil el transitar el mismo camino con esos “aliados” y complejo gobernar con sus zancadillas.
Los grandes empresarios y los Think tank de derecha que pretenden imponerle al gobierno una lógica refundacional que interpela a una sociedad que solo existe en sus deseos, seguirán ejerciendo presión para que el gobierno asuma un ideario de involucrar aún más al sector empresarial en la gestión y expansión en todos los servicios y actividades, incluso aquellas que deberían ser de responsabilidad del Estado (pensiones, salud, educación, etc.), ya están mostrando su ceño fruncido, como la de un niño pequeño ante la contrariedad de cuando le quitan su juguete ¿Podrá contener esa presión? Los estados anímicos en política pueden variar muy rápido.
La estrategia del ejecutivo es invisibilizar la tensión existente con su base de apoyo, soslayando temas que puedan generar conflictos internos, optando también por dejar en el baúl promesas que el gran empresario demandaba. Justifica, entonces, mantener la tasa de impuesto corporativo a las empresas “Dada las dificultades heredadas” y “la envergadura y urgencia de las reformas sociales y proyectos estructurales por hacer”.
Y para mantener unida a la actual coalición de gobierno utiliza y seguirá empleando el comodín de achacarle todos los males de Chile a Bachelet para protegerse de las críticas. Las soflamas extremas contra el gobierno anterior es el nuevo artilugio para lograr materializar su objetivo de establecerse como un liderazgo “cesarista regresivo”, codificando la hegemonía de la derecha en torno a su persona.
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