Durante la última campaña presidencial hubo un momento en que la candidata del Partido Socialista, Paula Narváez y el candidato del Frente Amplio, Gabriel Boric, disputaron el ideario y los votos socialistas. Una frase para el bronce de Narváez, fue que “este es el socialismo de origen. Este es el socialismo verdadero”, para delimitar el socialismo al Partido Socialista.
Pero los hechos demostraron que las ideas socialistas abarcan mucho más que un partido con ese nombre. Casi todo el Frente Amplio reivindica y tiene como eje de acción el ideario socialista y la figura del Presidente Salvador Allende como fuente de inspiración política.
[texto_destacado]El desgaste del partido Socialista, durante los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría, limitó su accionar y lo envolvió en una espiral de la que aún no sale. Su alianza con el centro (DC) y su pacto de no agresión con el conservadurismo político de la transición, lo obligó a jugar con las reglas neoliberales, a respetarlas y a acostumbrarse a ellas.
Sus decisiones político-electorales lo alejaron, en los hechos, de sus ideales y de su ímpetu de cambio transformador, distanciándose de las bases y el pueblo socialista. En esa orfandad ideológica, militantes y adherentes vieron en los movimientos sociales y el Frente Amplio un refugio y un espacio de identificación.
Una parte de la militancia del Partido Socialista ve con buenos ojos un acercamiento al Frente Amplio y al Gobierno. Desde dentro, los revitaliza la idea de recuperar la alianza histórica de la izquierda, mientras otros, desalentados por las constantes derrotas internas que buscaban ese necesario cambio, optaron por la renuncia partidaria a un instrumento desgastado e incapaz de catalizar las demandas sociales dentro de su vieja estructura vertical de poder.
Su poca y lenta reacción ante los casos de corrupción política, los militantes fantasmas controlados por operadores políticos y la escasa renovación de sus liderazgos, son factores de su constante pérdida de confianza y caída electoral.
La renuncia de muchos socialistas, no es al socialismo ni al ideario socialista, sino a una institución política en la que ser de izquierda es castigado y corregido para intentar uniformar a sus militantes como “socialdemócratas” o “socialistas democráticos”. No caben ahí los “socialistas” a secas. Menos los de izquierda.
Por eso, que ondeen las distintas banderas del socialismo fuera de los partidos socialistas, no es el término de estos espacios históricos, sino el resultado una reestructuración de las izquierdas y los socialismos, una renovación natural de ideas, liderazgos y formas de hacer política, donde se premia la diversidad, la horizontalidad y la democracia participativa.
Sin duda es un momento político clave para replantearse y pensar en el rol político y social que quiere tener el Partido Socialista en el nuevo Chile. A sus 89 años de vida debe abordar cómo se relacionará con las distintas formas de socialismo que desde su frontera izquierda surgieron con fuerza para disputarle su electorado y su espacio político.
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