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La segunda transición: 2010 al 2021

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Hoy: parálisis estratégica

Desde la óptica estratégica militar, Liddell Hart explica la parálisis estratégica como “la presión sicológica sobre el gobierno de un país suficiente para anular todos los recursos a su disposición — así como el sable cae de una mano paralizada”. El objetivo es lograr el desgaste del enemigo para impulsarlo a que renuncie a su propósito.

El enemigo de Bachelet no solo ha estado a la derecha, sino que se trata de todo el establishment que ha invertido todos sus recursos disponibles para convencer a la ciudadanía de que “todo está tan mal” y que con las reformas “todo estará peor”, ha imperado la desinformación y la doctrina del miedo, con el propósito de detener las reformas estructurales. La efectividad de la construcción de este discurso ha sido altísima, la aprobación del gobierno esta en su más bajo nivel desde el retorno a la democracia y el apoyo a las reformas se mantiene en una tendencia decreciente, y es que existe una pérdida de confianza no solo con el gobierno sino con toda la clase política, por lo que para respaldar a Bachelet, poco pueden aportar los partidos políticos de la Nueva Mayoría.

El bajo respaldo ciudadano ha generado un estado de parálisis del aparato público, lo que se traduce en falta de conducción y directrices en los sectores y servicios que hace menguar los liderazgos desde altos cargos a mandos medios y hace más complejo el trabajo para los funcionarios de base, muchos de los cuales están preocupados por la perdida de sus empleos el 2018.

Mañana: la victoria incompleta

Los partidos de la Nueva Mayoría cada día toman distancia de la figura de Bachelet, después de todo, la campaña presidencial está desatada y se están perfilando sus cartas presidenciales. A su vez, las lógicas electorales también cambiarán y antes del término de este gobierno muy probablemente exista un quiebre al interior de la coalición basado en el debate sobre el posicionamiento de Ricardo Lagos como candidato único o la definición en primarias.

A nivel parlamentario la estrategia también tendrá que cambiar. El fin del sistema binominal obligará a actuar bajo nuevas lógicas donde el sistema d´Hondt propiciará la lista por partido o de pactos más atomizados, llevando tantos candidatos como cupos por distrito. Ante este escenario electoral no hay garantías de continuidad de la Nueva Mayoría, sino de un fraccionamiento que por cada distrito podría demandar una configuración diferente.

La posible elección de Intendente (Gobernador Regional), si se aprueba la reforma constitucional, propiciará un despliegue electoral con movimientos desde el Congreso al Ejecutivo local, dividiendo el país en zonas de influencia; regiones más poderosas que otras electoralmente en el futuro podrían perfilar cartas presidenciales, por sobre la figura de senadores o Ministros.

En resumen, durante el 2017 seremos testigos de un año electoral sobrecargado: elección de Presidente, Gobernadores Regionales, Senadores (regiones impares), Diputados y Consejeros Regionales, con movilizaciones masivas de candidatos. No tendremos espacio en las calles cuando estemos en medio de las campañas y la prensa perderá el foco en Bachelet y se centrará en desnudar los secretos de cuanto candidato se presente. Bachelet experimentará un aislamiento total, el cual se agudizará si en las elecciones municipales la Nueva Mayoría pierde.

Dicho aislamiento sin embargo, tendrá un efecto inverso, puesto que será el año de la cosecha. Las reformas de Bachelet serán su legado porque no ha trabajado para ser popular pero si para pasar a la historia. Si miramos objetivamente, este ha sido el gobierno en el que se han impulsado las reformas estructurales más profundas, propio de cualquier transición y puedo asegurar que cuando termine su mandato Bachelet no solo habrá tenido éxito en la mayoría de sus reformas, sino que también habrá recuperado buena parte de su adhesión popular.

Rober Graves en su novela El Conde Belisario señala que: “la victoria más completa y feliz es impulsar al enemigo a que renuncie a su propósito, sin sufrir ningún daño”. Bachelet no renunciará a su propósito y sus enemigos pagarán altos costos. Buena parte del gabinete de Piñera está procesado y será condenado, la UDI está en la UTI y la derecha está debilitada, los viejos estandartes de la política ya no pueden más con su pasado y la ciudadanía ya no está dispuesta a regalar el voto, la guerra de desgaste llegará a su fin.

Seguimos en un tránsito histórico que se inició el 2010 con la derrota de la Concertación y que se extenderá hasta el 2021, cuando se logre completar el recambio generacional, con tres fuerzas políticas reorganizadas, un sistema electoral consolidado y una nueva democracia.

Pasado mañana: la nueva democracia

Sin perjuicio de todo esto aún seguimos en un tránsito histórico que inició el 2010 con la derrota de la Concertación y que se extenderá hasta el 2021, cuando se logre completar el recambio generacional, con tres fuerzas políticas reorganizadas, un sistema electoral consolidado y una nueva democracia. No miraremos con odio este proceso, los años nos harán comprender que fuimos testigos de la segunda transición democrática.

Las fuerzas políticas se reagruparán en nuevos sectores la izquierda, la social democracia, la centro derecha y la derecha conservadora y una de estas fuerzas quedará atomizada y las otras tres – a propósito de las lógicas del sistema d´Hondt – estarán instaladas bajo la regla de los 3 tercios en el Congreso y tendrán que pactar, dos de ellos para dar gobernabilidad al ejecutivo. Esta configuración será paulatina de aquí al 2021.

Una parte de la derecha camina al centro con la intensión de encontrarse con la Democracia Cristiana, quienes repiten hasta el cansancio que son un partido de “centro izquierda”, lo hacen con la intensión de autoconvencerse de eso, pero en sus actos son un partido conservador con matices de ambos mundos. No me extrañaría que pactaran con la centro derecha en un futuro cercano, bajo la condición de aislar a la derecha conservadora, que por lógica y evolución deberían quedar a la atomizados.

La social democracia será la heredera de la Concertación con radicales y socialista (incluyendo PPD) a quienes se le incorporará el disciplinado, pero “enderechado” Partido Comunista.

La izquierda será a quien más le cueste esta reagrupación porque tiende a la división y está cada vez más fraccionada, sin vocación de poder ni lineamientos programáticos, en una continua tensión con la social democracia que solo podrá madurar al fin de la segunda transición. Este sector será reconfigurado en cada elección a Diputado porque los partidos pequeños (MAS Región, Izquierda Ciudadana, Revolución Democrática, Izquierda Autónoma y otros tantos recién formados) no tienen ninguna capacidad de consolidación, con la nueva Ley de Partidos Políticos, sin reagruparse en partidos grandes con presencia nacional. En este sector también tienen espacio los comunistas, sin embargo no entrarán hasta que la izquierda esté más consolidada.

Mi pregunta es cómo pactarán la izquierda y la social democracia, puesto que su disociación es producto de la agudización del conflicto. Esta falta de acuerdo promoverá que el ejecutivo nacional sea conducido por la centro derecha. No me imagino a esta izquierda en formación respaldando a Lagos o a un candidato común, entregarán a Piñera el próximo gobierno por falta de madurez del sector.

Mucha especulación cabe en estos análisis y conjeturas varias, la intensión es abrir el debate para un análisis más profundo, por lo pronto puedo concluir que estamos en medio de la segunda transición y que soy optimista sobre su resultado: una nueva democracia.

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2 Comentarios

jose-luis-silva

jose-luis-silva

No creo sea parálisis. Por ejemplo ya prácticamente se eliminó el copago en la educación escolar, una gran promesa de la reforma y que se suponía daría un resultado en la educación pública bastante distinto al que ha dado. Entonces la reforma a la educación escolar no es que se haya paralizado sino que parece no funcionar.

Yo no necesito ser parte del «establishment» para haber anticipado el resultado parcial de las reformas, porque el resultado del cambio estructural, bueno o malo, se ve en el largo plazo. Y a estas alturas esta claro que, al menos en el corto plazo, lo que se decía era la “doctrina del miedo” resultó ser la visión acertada y mientras mas información hay de las reformas el apoyo a ellas va bajando, no subiendo.

Creo que lo que se viene no es una victoria incompleta, ni completa, ni victoria para nadie. Espero equivocarme esta vez con “la doctrina del miedo”, pero veo un horizonte demasiado oscuro para vislumbrar una victoria para alguien en los próximos años, creo que la tormenta recién empieza, va a trascender mucho mas allá del 2021 gane quien gane las elecciones, salvo un giro tan brusco que a estas alturas tambien tendría consecuencias negativas.

Estamos en empate: Uds. sí lograron hacer las reformas y nosotros sí estabamos en la razón. Pero de esto hay que salir juntos.

Saludos

Luis Gonzalez Bravo

Luis Gonzalez Bravo

Interesante propuesta, pero quizás haya que dar más espacios a candidatos autoconvocados desde la propia ciudadanía, pues en estas elecciones municipales estarán más presente que nunca, porque tras el resultado de las últimas primarias, cualquiera puede ser buen candidato, siempre y cuando tenga propuestas claras, sólidas y contribuya al empoderamiento ciudadano. Esta nueva democracia está al borde de divorciarse de los partidos políticos tradicionales y quizás hay que pensar en refundar un nuevo sistema político y electoral.