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La regularización de las drogas y la salud mental

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La convocatoria por el gobierno de la Presidenta Bachelet a las mesas para la revisión de la ley 20.000 de drogas, una interministerial y otra con la sociedad civil, junto con la publicación del Décimo Estudio sobre el Consumo de Drogas en la Población Escolar realizado por SENDA, han generado un debate en los medios de comunicación, marcadamente unívoco en expresar a quienes no quieren ningún cambio en la actual política de drogas.

El estudio sobre el consumo escolar en referencia señala, entre otras cosas, un aumento en más de 50% en el consumo anual de marihuana en los dos últimos años –de 19.5% al 30,6%- y de casi el triple en 10 años –era del 13.0% en  2003-, mientras que el consumo de cocaína y PBC se mantiene estable tanto en relación a la anterior medición, como en el decenio pasado. El consumo de tabaco también se mantiene estable, luego de haber disminuido a la mitad en el decenio; mientras que el consumo de alcohol igualmente se mantienen estable, pero con 63.0% de prevalencia anual, lo que es el doble del consumo de marihuana, 18 veces mayor que el de cocaína  y 27 veces el de PBC. El estudio de SENDA  señala, además, que la percepción de riesgo entre los escolares ha disminuido en un 56% – de 48% a 21%- tanto en los dos últimos años como en el decenio, lo que sería la explicación causal del aumento del consumo de marihuana. Asimismo, la disminución de la percepción de riesgo pretende ser atribuida al debate público sobre el cambio de política de drogas y de regularización de su consumo y provisión, una vieja tesis autoritaria de la Junta Internacional de Fiscalización de Drogas de las Naciones Unidas.

Es de destacarse aquello que escamotean los análisis sobre el consumo escolar de drogas y es el alto consumo de alcohol; 6 de cada 10 escolares lo ha usado en el año, 4 de cada 10 en el último mes y 2 de cada 10 se ha emborrachado. Tampoco esos discursos se hacen cargo de las causas de la demanda de alcohol y drogas por los menores de 18 años, se limitan a atribuirlas a la oferta y banalización de su consumo, por el aumento de la disponibilidad y acceso a ellas, y disminución de la desaprobación parental. Pero, a no dudarlo, la actual estructura de gestión del sistema educativo, caracterizado por la exclusión de los estudiantes en los procesos de toma de decisiones, es un determinante factor causal de esos consumos, como lo es del uso de la violencia para resolver conflictos en las instituciones educativas.

Lo que demuestran los resultados de la encuesta sobre el consumo escolar de drogas es que “la guerra de las drogas ha fracasado”, como lo han afirmado los ex presidentes Cardoso de Brasil, Carter de Estados Unidos, Cedillo y Fox de México, Gaviria de Colombia y Lagos de Chile. De nada nos ha servido detener 85.000 personas al año  por infracciones a la ley de drogas –el 55% de todos los detenidos por todos los delitos en el país-, el 75% de ellos por consumo y pequeño porte de drogas.

El argumento central de las opiniones conservadoras en las políticas de drogas, para oponerse a cualquier forma de regularización del consumo y la oferta de marihuana y otras drogas, es la protección de la salud mental de los menores de 18 años, así como evitar que el consumo de la marihuana gatille la esquizofrenia entre sus usuarios. Es evidente que nadie ha propuesto promover y permitir el consumo de alcohol, tabaco y otras drogas entre menores de 18 años porque el desarrollo de su sistema nervioso central, psicológico y mental aún no se ha completado, pero los estudios que muestran el impacto del consumo de la marihuana en la aptitudes mentales y de aprendizaje entre los menores, no discierne este consumo del consumo del alcohol, lo que impide atribuir a qué sustancia corresponde el impacto. Tampoco se conoce la aptitud mental y capacidad de aprendizaje de los sujetos estudiados antes de haber iniciado esos consumos, y bien pueden haber tenido esos déficit antes de iniciar la ingestión regular de esas sustancias u otras.

El argumento central de las opiniones conservadoras en las políticas de drogas, para oponerse a cualquier forma de regularización del consumo y la oferta de marihuana y otras drogas, es la protección de la salud mental de los menores de 18 años, así como evitar que el consumo de la marihuana gatille la esquizofrenia entre sus usuarios.

En el caso de la predictibilidad de la esquizofrenia por consumo de cannabis, otras drogas o alcohol, lo que indican los estudios conocidos es una correlación más alta entre el consumo de alcohol y la esquizofrenia, siendo menor en el caso de la marihuana, pero muy alto en el caso del tabaco. En todo caso, aquellos estudios atribuyen esos consumos a la necesidad  de estos pacientes de controlar –automedicación- las sensaciones y sentimientos adversos que el mal les causa: angustia, depresión, falta de sociabilidad, etcétera. Es decir, intentan la gestión de sus disforias. Más aún, hay estudios sobre personalidades esquizotípicas, aquellas que no han desarrollado conductas esquizofrénicas, cuyos perfiles del consumo de alcohol y otras drogas son similares a quienes manifiestan tales conductas. El alcohol y las drogas tienen para estas personas una función de utilidad que, pese a los riesgos que implica para ellos el consumo de tales sustancias, les permite gobernar sus soledades, tedios, tristezas, dolores y también, alegrías. Chile tiene el más alto índice de prevalencia del consumo de alcohol de América del Sur y el segundo más alto de toda América, luego de Canadá y por encima de Estados Unidos.

El gobierno o gestión de las condiciones mentales adversas no es una cuestión menor, el extremo de la insoportabilidad de la vida cotidiana para aquellos que las padecen, es el suicidio. En Chile, la tasa de suicidios ha pasado de 5,6 casos por cada 100.000 habitantes en 1990 a 12,7  en 2009, más del doble en casi 20 años; la tasa de suicidio de menores de 20 años pasó de 3,2 por cada 100.000 habitantes a 7.0, una de las más altas del mundo y la mayor de América Latina.

El problema de las drogas es parte integral del asunto de la salud mental, es más, bien podemos afirmar que los altos consumos de alcohol, psicofármacos y otras drogas, son la más clara expresión de la gran carencia que padece el país en salud mental, que la población intenta palear con el uso automedicado de esas sustancias. La prohibición penal de las drogas, sin más ni más, además de conducir al fracaso de la política criminal, al fracaso político y social, conduce al fracaso sanitario y deja como remanente una alta tasa de suicidio de los padecientes de esas políticas.

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3 Comentarios

Alfredo A. Repetto Saieg

Durante más de cuatro décadas las políticas relacionadas con el consumo y tráfico de drogas aplicadas por nuestro país siguen la lógica prohibicionista, es decir, colocan el acento en tratar al adicto al mismo nivel que al narcotraficante. Se olvida así una conquista central del hombre como es el derecho a la salud. Por una parte, la corrupción y la manifiesta complicidad entre el poder político y el policial demostraron el tremendo daño social que se generó con estas medidas regresivas. En Chile la prohibición para el consumo fue total a pesar que hasta los ‘70 no existía ni el consumo masivo de drogas (que se reducía al ámbito bohemio) ni mucho menos organizaciones criminales, ni relación entre el narcotráfico y la élite política, ni redes de corrupción en la policía o en el Poder Judicial.

Es a partir de la imposición del neoliberalismo- que llega con su desregulación del mercado de medicamentos- que se permitirá que remedios que anteriormente estaban bajo supervisión pública ahora puedan conseguirse sin restricciones. Esto provoca la cultura de la automedicación y por lo tanto también nos indujo a perder el control sobre qué fármacos consume la población. Por último, el paradigma de la prohibición es falaz porque prioriza la discusión en la tenencia para consumo personal como si ése fuera el tema fundamental. Y esa manera de simplificar el debate impide ver a las drogas como una problemática educativa, sanitaria, social e incluso de construcción de la ciudadanía. La lógica prohibicionista fracasa y se muestra inoperante porque no desciende el tráfico, la producción ni el consumo.

Alberto Hofmann Evans

http://actualidad.rt.com/ciencias/view/105036-lsd-trastorno-mental-droga «El LSD no deja ningún trastorno mental»: comprobado por científicos noruegos

http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/04/140409_investigacion_lsd_mdma_muerte_traumas_jg.shtml ¿Pueden los alucinógenos curar la ansiedad o la depresión?

Consumir marihuana (moderadamente) mejora el Coeficiente Intelectual http://argentina.indymedia.org/news/2003/04/98944.php

Un estudio muestra que la administración de psilocibina provoca patrones de actividad cerebral muy similares al de los sueños. La investigación con sustancias psicodélicas podría ayudar a entender mejor el cerebro http://esmateria.com/2014/07/05/los-hongos-alucinogenos-provocan-el-mismo-patron-cerebral-que-los-suenos/

El uso de LSD podría curar el alcoholismo http://actualidad.rt.com/ciencias/view/40268-El-uso-de-LSD-podr%C3%ADa-curar-alcoholismo

«cuando quisimos mirar a las estrellas la iglesia persiguio los telescopios cuando quisimos mirar en nuestra mente-cuerpo los estados persiguieron los alucinogenos»

Alejandra

Excelente artículo, sólo comentar que el supuesto aumentó del consumo de marihuana en los escolares, no sea tal, sino que ahora más de ellos se atreven a hablar del tema.