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La rebelión del coro y las movilizaciones 2.0

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Hace casi treinta años atrás, José Nun, cientista político argentino, escribió “La Rebelión del Coro”, donde indagaba sobre los nuevos sujetos del quehacer político y los movimientos sociales. Para esto, se apoyó en la tragedia griega, la cual ponía en el centro del escenario a los héroes, porque eran los únicos que podían estar en contacto con los dioses. El resto de los mortales: los niños, las mujeres, los esclavos, los jóvenes, los mendigos, los inválidos, eran invisibles, porque no tenían ese contacto con la divinidad. Su vida transcurría en el espacio de la vida cotidiana, o sea, no en la vida del poder, de la aventura y de la gloria, reservada sólo para los héroes. Desde entonces, la idea de que la política no podía estar en manos de inexpertos se instaló y estructuró una forma de hacer política grandilocuente y con acento heroico.

Este tipo de política ha comenzado su declive. No quiero decir que va a desaparecer, todavía se manifiesta, pero ha ido perdiendo su encanto y cada vez son menos los que se sienten convocados a participar en esa política. A su lado, tímidamente ha comenzado a visibilizarse la “otra política”, más cercana a la vida cotidiana, lo que ha permitido que “los del coro”, siempre actuando en papeles secundarios, comiencen a adjudicarse papeles centrales que por supuesto descoloca a los llamados “héroes”.

Una muestra de esto, es lo que comenzó a manifestarse a principios de este año en el medio oriente y norte de África, que avanzó hacia Europa, y se manifiesta ahora en nuestro país. Comenzó con una serie de movilizaciones en esos  países: Túnez, Egipto, Marruecos, Libia y otros, se vieron afectados por un “tsunami revolucionario”. Tres elementos aparecen centrales a la hora de entender estos movimientos, cuestión que puede ser extendida al caso chileno. Una fuerte participación de personas menores de 30 años, o sea, jóvenes; un fuerte sentimiento de ira y rabia que inunda a estos jóvenes y que contagia a otras generaciones; y, por último, las nuevas tecnologías de información y comunicación, particularmente las redes sociales, como herramienta de organización y de generación de pensamiento. 

Hoy en día se puede decir que “los jóvenes la llevan”; los jóvenes son la clave. Han venido a desplazar actores sociales que fueron fundamentales para la conformación de lo que podríamos llamar “los nuevos movimientos sociales”. Me refiero al movimiento de mujeres, ícono de la rebelión del siglo XX. Hoy en día, este nuevo actor rebelde, son los jóvenes. Más del 60%  de la población de los países del mundo árabe son menores de 30 años. Para el caso de Europa y Chile, si bien esas cifras no son tan abultadas, no dejan de ser significativas, cuestión que se conecta con el segundo factor: la ira.

El elemento desencadenante de las protestas masivas ha sido la rabia, la ira. Los países del medio oriente y norte de África objeto de las manifestaciones, se caracterizaban por tener regímenes  de carácter autocrático, con bajos niveles de democracia, con mucha corrupción y falta de libertad de prensa. Si bien, en general esto no ocurre en los países europeos y en Chile o, si ocurre, es algo menor, lo que une a todos estos países es la importante cantidad de jóvenes y las características de sus condiciones de vida. La mayoría de esos jóvenes tiene un alto nivel educativo. Sin embargo, esto no se corresponde con  sus expectativas de inserción laboral y económica. A pesar del crecimiento económico experimentado en ellos –los países de medio oriente venían creciendo al 4% al año, al igual que Chile- la capacidad de absorción de esa mano de obra no ha sido posible. Las altas tasas de desempleo juvenil en esos países, pero también en España, Gran Bretaña y Chile, son ejemplo de eso. Esto ha llevado a que la rabia se instale como el gran inspirador de la participación y activismo político. Rabia al desempleo o a la mala calidad de los empleos, a la mala calidad de la educación, a la mala distribución de la riqueza, a no considerar la opinión de la ciudadanía, porque precisamente no son expertos. Esa rabia contenida es la que permite que las personas inviertan tiempo y recursos en participar; que se manifiesten en masivas protesta o en casos aislados de violencia. La rabia mueve, activa, hace que la gente se comprometa y esté alerta.

El tercer factor, son las redes sociales. La política grandilocuente, heroica, es una política de la era analógica. La “nueva política” se corresponde con la era digital. De ahí, que los “antiguos” no entiendan nada de cómo funcionan las redes sociales que han posibilitado estos “procesos revolucionarios”. No entienden nada de cómo se estructuran las lógicas en su interior y andan preguntando quiénes son sus líderes o dirigentes, dónde se reúnen, dónde se envía la correspondencia para comunicarse. No entienden que no hay líderes, en el sentido clásico; que las relaciones son horizontales y no verticales; que la información a través de redes se propaga en forma de contagio, multiplicada exponencialmente; el pensamiento se va completando entre todos, la opinión es ágil, rápida.  Eso es precisamente lo que se vivió en Túnez, Egipto, Yemen, Siria, Libia, España y en estas últimas semanas en Chile, que posibilitó que una gran cantidad de personas copara los espacios públicos y asistir así, a una verdadera fiesta de la ciudadanía. 

Pero lo  que habría que rescatar de estas tecnologías, es que en ellas, todos se sienten parte, cuestión que precisamente se perdió con aquella política, la de los héroes, donde sólo podían participar los expertos, los tocados por la divinidad y para lo cual se dotaron de un lenguaje y espacios especiales (divinos en todo el sentido de la palabra), que ya no tenían ninguna conexión con la vida cotidiana.

Esa política queda altamente descolocada por la magnitud de las movilizaciones actuales, por la capacidad de convocatoria que tiene el coro. Cunden la confusión, la desazón y la tristeza de darse cuenta que ya no tienen la capacidad de convocar y de encantar, aunque utilicen las redes sociales e intenten parecerse o camuflarse con o en ellas. Porque ven aparecer una política que no tiene que pedir permiso o que no necesita una institucionalidad de corte clásico y que es lo peor, que no necesitan un padre (o una madre). Es la política del coro, de los actores secundarios.

Es evidente, que no sabemos hacia dónde conduce o qué va a pasar con todo esto. Es obvio que tenemos más preguntas que respuestas, pero como cantaba Joan Manuel Serrat los versos de Machado: “se hace camino al andar”. Es preferible emprender y compartir la marcha del coro que quedarse inmovilizado y atado a viejas estructuras que no han demostrado ningún interés por cambiar.

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Foto: FECH.

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26 de mayo

Por todo esto el gobierno actual la tiene más difícil, y el próximo la tendrá más todavía!!! esto es porque la gente, hoy, en todo el mundo, está más informada que antes y ya no les engañan, ni les meten goles tan fácilmente. Lo que es cierto es que debemos lograr unir al empresariado con la sociedad, porque son lo mismo, sólo que unos están vistos como unos oportunistas desalmados y otros como unos insatisfechos reprimidos, algo es cierto, pero puede cambiar… más transparencia señores!!! el descontento social «informado y pacífico» es la mejor herramienta de cambio que poseemos hoy.

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