Varios países latinoamericanos, se han visto envueltos desde el 2019, en procesos de movilización ciudadana, los cuales abarcaban desde demandas relacionadas con la implementación de reformas en materias sociales, y en los casos más extremos, la solicitud de destitución de las máximas autoridades a nivel nacional, afectando a gobiernos de las más variadas tendencias.
Ante este escenario, más de algún autor especialista conflictos sociales ha bautizado a este fenómeno como la “Primavera Latinoamericana” comparando el mismo, con los procesos políticos vividos en nuestro continente durante los años 60 y 70 del siglo pasado.
Cabe señalar que dicho proceso de protesta ascendente se ha visto interrumpido debido a la emergencia sanitaria mundial del COVID-19, pero cuyos efectos han agudizado una serie de problemáticas que fueron la base de este fenómeno social.
Lo anterior, se suma al cuestionado manejo político que se ha efectuado con relación al coronavirus por parte de gobiernos de la región, tales como los casos de Ecuador, Brasil, México y Chile, que ha desembocado no solamente en críticas, sino que en algunos casos ha tenido como respuesta, una rearticulación en la acción por parte de algunos sectores de la ciudadanía, los cuales han retomado las demandas que motivaron las protestas masivas el año pasado.
Cabe destacar que la pandemia, ha sido y probablemente será en la medida que la situación en la región se prolongue, un elemento que intensificará el carácter y nivel de protesta.
En este contexto, es necesario que nos preguntemos sobre el impacto de estas manifestaciones populares en la subsistencia del sistema democrático en nuestro subcontinente.
Desde 1990, la gran mayoría de América Latina recobró la democracia y si bien ha enfrentado con sus diferencias en intensidad y recurrencia, conflictos de distinta índole, hasta el 2019 no se había visto un fenómeno de conflicto social que afectará a la par a un número importante de naciones.
Esto hace preguntarnos, si esta situación finalizará de la misma manera que lo acaecido hace más de cuatro décadas atrás, o sea en un proceso de debilitamiento político institucional, que precipite la llegada al poder de gobiernos que se hagan con el mismo mediante la vía armada o la generación de administraciones electas democráticamente pero en un constante conflicto social, donde la violencia política y/o violación de los derechos humanos sean hechos recurrentes y que cuenten con el descrédito ciudadano.
Cabe destacar que la pandemia, ha sido y probablemente será en la medida que la situación en la región se prolongue, un elemento que intensificará el carácter y nivel de protesta
Respecto a lo anterior, es menester indicar que actualmente no existen las condiciones políticas que precipitaron la fractura democrática, los grupos paramilitares han desaparecido en gran parte de la región como estructuras de combate regulares, mientras que por lado las principales potencias con un amplio historial de intervención directa o indirecta sobre América Latina hoy en día centran su interés en otras zonas geopolíticamente estratégicas y/o inclusive están inmersos en sus propias crisis sociales y políticas.
A su vez, existe una tendencia por parte de los distintos sectores políticos, a la preservación del régimen democrático y al diálogo como una forma de acuerdo, sin perjuicio de la existencia de excepciones en la región como Honduras y Venezuela.
Por otra parte, estas protestas también pueden decantar en el fortalecimiento de las instituciones democráticas, pero no en base a una respuesta de los actores formales de representación tradicional, sino que desde la propia ciudadanía, que desde el inicio de este proceso de manifestación social y más aún durante la pandemia, como una forma de subsanar las deficiencias en la atención de necesidades básicas por parte del Estado, ha generado algunas estructuras organizativas paralelas y levantado un discurso político de necesidad de participación en la gestión pública.
En este contexto, este deseo de una parte de la población de ser actores relevantes en temáticas de gestión pública, puede generar un proceso virtuoso para la democracia, en base a la revitalización del interés de las personas en la construcción y militancia en organizaciones políticas y la generación de una preocupación del Estado por el fortalecimiento de la participación ciudadana como motor principal de su acción, lo cual a la posteridad son pilares importantes del Estado democrático del siglo XXI.
En síntesis, esta “Primavera Latinoamericana”, tiene dos grandes posibles efectos en relación con la democracia: El debilitamiento político institucional que produzca una nueva fractura del sistema institucional o el fortalecimiento de la democracia en base a la participación de las organizaciones de base en la gestión pública.
Dependerá de todos los actores políticos, sociales y económicos, de carácter institucional o extrainstitucionales, hacer eco de este proceso de movilización sin retorno, ya que en él se pone en juego nuestro devenir democrático en América Latina.
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad