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La política del escándalo

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En la antigua Grecia la palabra escándalo (skándalon) significaba obstáculo en el camino, trampa que hace caer y se debe saltar. Luego se fueron agregando otros significados, hoy es  sustancialmente una conducta humana que provoca alboroto, que escandaliza. Esto a propósito del reguero de hechos que en la vida pública y privada de los chilenos despiertan esa reacción.

De partida, separo los aspectos judiciales –civiles o penales– que esos sucesos provocan, será la justicia la que se encargue del asunto, como dice esa especie de mantra: dejemos que las instituciones funcionen, aunque ojalá a mi pinta precisan algunos. A lo que entiendo apuntar es al uso posterior del escándalo público, sin por ello minimizar la condena moral y eventualmente penal que el acto ocasione al hechor. Hay escándalos sin consecuencias judiciales: historias de cuernos y romances estrepitosos, desmesuras privadas, expresiones chocantes o conductas inmorales para la gente de bien. Son historias que, sin disturbar a ningún fiscal, prestan su utilidad en la sociedad del espectáculo en la que estamos inmersos. Véase la llamada  farándula en la radio/televisión, a cargo de analistas avispados que fungen de levadura del rating. Provecho en contante y sonante.

Hay otros escándalos de aristas judiciales que afectan a exponentes del mundo político, el de las instituciones y el financiero. En ellos afloran de inmediato las potencialidades del rédito político, utilidades colaterales.  Me referiré solo a tres casos recientes que arrecian en la cartelera noticiosa: Luis Hermosilla, Kathy Barriga y Manuel Monsalve; un connotado abogado, una glamorosa alcaldesa y el llamado “zar” de la seguridad nacional. A los dos primeros se aplicó al ecuación Hermosilla + Barriga= derecha, rótulo que bastaba para que las izquierdas –en todas sus semblanzas– abrieran la artillería extrajudicial en redes sociales, entrevistas y en declaraciones de beligerantes congresistas. Material combustible que aún no se extingue.

En el segundo, el caso Monsalve, la asimilación fue con Gobierno/socialismo. Cada nueva arista, cada detalle, revelación y contradicción que surge alimenta la provechosa veta política. A ello ha contribuido la seguidilla de errores y contradicciones comunicacionales de los actores ligados administrativamente al ex Subsecretario del Interior. Perfecto connubio de inexperiencia con la deficiente asesoría de la Presidencia. Tampoco, en cada nueva nota o crónica periodística de los medios de signo opositor, se olvida recordar la militancia socialista de Monsalve.

De este modo, en la moderna política mediatizada, un escándalo es a menudo una coproducción de los medios (tradicionales y redes sociales) con conglomerados políticos que están en el gobierno o en la oposición y que tienen todo el interés de desacreditar a los propios adversarios. Un escándalo puede tener consecuencias en el plano emotivo y comportamental de los electores, ese es el resorte que mueve el aprovechamiento político de este tipo de evento público. Para ello sirve el perene método de la generalización: extender a un entero grupo social (familia, partido, institución, etc.) un valor virtuoso o deleznable de una persona en singular.

Un escándalo puede tener consecuencias en el plano emotivo y comportamental de los electores, ese es el resorte que mueve el aprovechamiento político de este tipo de evento público

Ciertamente no es una novedad que la política, como en otros ámbitos sociales, juegue con los eventos que llamamos escándalos. Sin embargo, en los últimos tiempos en Chile y en las sociedades abiertas, se percibe un aumento de escándalos políticos en directa relación con el crecimiento frenético de los medios de comunicación que la gente recibe y usa. Es como un inmenso amplificador de lo que antaño se llamaba copucheo, y que hoy parece ser una nueva normalidad en las batallas políticas. Mientras escribo estas líneas se precipita una nueva información que parece pavimentar el camino a otro escándalo, esta vez recayendo en el propio Presidente Boric. Veremos si se extingue o estalla un enésimo revuelo público.

Un comportamiento transgresor –e inesperado como el caso de Monsalve– de un personaje público, debe tener algunos elementos que lo transforman en escándalo: transgresión (a la ley o a la moral común), la aparición de una acusación pública, el estímulo a la atención ciudadana, y el daño a la reputación del protagonista. Esta última muy difícil de recuperar, aunque posteriormente se verifique una absolución o aclaración positiva. Muchas carreras políticas han sido destruidas por la sospecha que continúa persistiendo en la percepción colectiva.

En fin, el debate y la legítima confrontación política aparecen ofuscados en gran parte por la pública recriminación, el voceo inacabable de cada nueva secuela del escándalo. Aprovechar el filón al máximo, no importa si con ello se descuida el debate en torno a los temas que sí importan a la vida de la gente. Así, el presupuesto fiscal 2025, el itinerario de las reformas a las pensiones, la instalación de un sistema de seguridad contundente y eficaz, la actual crisis de la inmigración, son materias que salen del foco central de la atención pública y de la deliberación política. No importa, hay que seguir apuntando a las figuras emblemáticas del adversario, como  en el siempre renovado juego del palitroque político.

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1 Comentario

Kjrgkj kjrgi

Es lo que queda para el camino que tenemos. Toda esta comedia a medias de procurar discutir lo importante se nubla con la niebla de sucesos distractivos. Sobre mojado nos llueve el poco interés de ser razonables con las soluciones, y efectivos al querer reparar rumbos, o reencauzar las aguas a unas que nos beneficien mejor. El mundo político está al debe. Las discordias políticas y los aprovechamientos no están sirviendo a la República como los hijos de la patria necesitan. Nuestra imagen decae, nuestro espíritu empobrece sus esperanzas viendo que nos alejamos del barco que nos sacará de la tormenta y si nos allegamos a él, vemos que el mástil tambalea y que la tripulación habla de despojos, mientras las olas inundan la cubierta. Se les pasó la mano, meten las manos y esconden las manos. Traman en lo secreto un rumbo desconocido, oculto, tapado y encubierto, mientras el pueblo expone sus libros desnudadamente con peticiones claras y simples. Al servicio del pueblo debe estar un servidor que le sirva, que vele por sus intereses políticos y por sus intereses económicos; alguien que atienda el teléfono y tome nota; alguien que construya para él las herramientas que necesita la prosperidad de Chile y la seguridad de la nación… Ellos no están para eso. Su puerta está cerrada, sus cortinas bajaron el telón de la esperanza de la gente que quiere estar orgullosa de su nación y ver correr a sus hijos riéndose por las calles sin temor a los malhechores… Por el olvido de las necesidades del pueblo y de su trato sin el suficiente derecho y con la debida justicia se hacen no apreciables y se cuentan como una generación que no deseamos en el futuro al servicio nuestro. Están al debe, la tormenta les soplas, su rodillas se ven endebles, sus manos manchan la blanca lana…