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La política de un nuevo ciclo

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A diferencia de los regímenes totalitarios de variados signos que en distintas épocas y lugares han decretado los inicios de una ‘nueva era’, las democracias contemporáneas cumplen hitos o etapas cuando la política y sus formatos institucionales aparecen como disfuncionales a los requerimientos y pulsiones de la sociedad. En estos casos o la política institucional busca adaptarse a los cambios y trata de encauzarlos o sencillamente campean liderazgos populistas, que disuelven a las instituciones y la sociedad constituye un movimiento heterogéneo, expresivo y emocional. Esta parece ser la encrucijada del ‘nuevo ciclo’ que empieza a experimentar la sociedad chilena.

En efecto, es posible detectar una serie de mutaciones en la política y la sociedad en Chile que rinden buena cuenta de una corteza política novedosa. El trasfondo social ampliamente comentado se refiere a una sociedad que ha pasado a otro estadio en donde eclosionan demandas del más diverso tenor en torno a pasar de una sociedad de privilegios a una de derechos. Los disímiles movimientos sociales, tanto territoriales como de clases medias así como los amplios y distintos grupos de presión que se han gestado reclaman un status distinto para la política en Chile. Este sin duda es un primer aspecto central de la nueva etapa de la relación entre la sociedad y la política en los tiempos que vienen. A lo menos se encuentra seriamente interrogada la política como monopolio exclusivo de los partidos que contaban con brazos y vasos comunicantes en la sociedad.

Desde ahora, el orden político tendrá que ser procesado en una relación compleja y tensa con organizaciones y factores de poder muy difundidos. O los partidos se adaptan a esta nueva realidad y procuran comprenderla o serán espectadores de su propia irrelevancia. Buena parte de lo señalado le ha ocurrido a la derecha en su discreta gestión de gobierno. Le tocó gobernar en la cima de la metamorfosis social y cultural chilena que nunca logró entender. Ello indica un segundo rasgo del nuevo ciclo. La derecha se encuentra sin rostro, sin identidad que la deja en la práctica solo como una guardia pretoriana de los intereses económicos más poderosos. ¿Podrán alguna vez y de nuevo constituirse en mayoría si persisten solamente en la defensa del puro liberalismo económico?. Éste sector político ya comienza una amarga travesía del desierto.

Por otro lado, el centro político DC que construyó un pacto político de largo aliento con la izquierda socialista tendrá que reelaborar el sentido de su política. A la luz de una sociedad cada vez más secular, individualista y liberal es altamente posible que la DC inicie un complejo camino de debate entre conservadores y liberales reformistas por establecer un espacio político interesante en la política chilena. ¿Será acaso este centro político que cumpla la misión que en su mejor época efectuó el radicalismo al ser un centro flexible que basculaba entre la izquierda y la derecha?. Tercera dimensión de la nueva etapa que comenzamos a vivir.

El gobierno de la centro izquierda, ahora constituido por una ‘nueva mayoría’, tendrá que desplegar toda su imaginación para procesar y elaborar posturas políticas consensuadas que reflejen matices variados. Si el centro de gravedad se desplaza del Partido Socialista ‘hacia la izquierda’, quiere decir que sentar las bases del gradualismo y de un reformismo será un desafío político de enorme magnitud. Las decisiones de un gobierno al final del día son autónomas y nunca satisfacen todos los intereses de una vez. Esta afirmación lleva a reflexionar que junto con gobernar con todos, pulsando a la sociedad, habrá que establecer un centro de gravedad que fije prioridades y un sentido de orden. Este es un cuarto rasgo del nuevo ciclo político.

La contracara de las relaciones difíciles que se anticipan entre los partidos y la sociedad organizada ( en pequeños y grandes núcleos) es que las orgánicas partidarias deberían establecer una ruta de reformas de su funcionamiento interno y mecanismos de reclutamiento. La transparencia de sus prácticas y la genuina apertura hacia la sociedad debieran estar a la orden del día en todos los partidos políticos que pretendan seguir representando de modo más o menos estable a los ciudadanos. Hoy ya no llama la atención que las tiendas partidarias sean vistas como cliques reducidas, más como agencias de empleo que como instancias de participación genuina de los ciudadanos. Es sabido que difícilmente los partidos están dispuestos por si solos a cambiar porque ello supone, en el corto plazo, resignar poder o a lo menos difundirlo. Pero la conciencia del abismo y de la aguda falta de sintonía actual de los partidos debiera ser un poderoso acicate. Esto está por verse. Se trata, entonces, de un quinto asunto de la nueva etapa.

El gobierno de la centro izquierda, ahora constituido por una ‘nueva mayoría’, tendrá que desplegar toda su imaginación para procesar y elaborar posturas políticas consensuadas que reflejen matices variados.

También habrá que manejar y conducir racionalmente lo que se puede denominar como un  ‘un consumo político vertiginoso’. Es decir, habrá un amplio, difuso y exigente cuadro de expectativas de la ciudadanía en los más distintos planos que pudiera querer ‘todo ahora’. Esta verdadera explosión de ilusiones y expectativas se ha centrado en gran medida en los últimos años en establecer una cultura de derechos en la sociedad chilena que resulta del todo razonable, a la luz de las enormes asimetrías que existen en todos los planos. Sin embargo, no hay caminos cortos a las políticas graduales que vayan resolviendo agravios y demandas en el curso del tiempo que, a su vez, deben estar también presididas de deberes en la más elemental ética de la responsabilidad. ¿Como combinar deberes y derechos de manera armónica.? Esta interrogante devela una sexta dimensión de la nueva época.

Y last but not least, será fundamental y tendrá una importancia hasta ahora nunca vista, el liderazgo máximo del gobierno de la centro-izquierda. Ante un mar de fondo tan exigente  y a ratos incierto, el liderazgo de la nueva mayoría tendrá un papel preponderante para fijar el rumbo, resolver contiendas, y acompasar a una coalición heterogénea junto a una ciudadanía que estará a la espera que se resuelvan con prontitud temas en muchos casos largamente acariciados. Ello es la séptima máxima de los nuevos tiempos.

Sólo el tiempo nos dirá si efectivamente se abre en Chile un nuevo ciclo político de largo aliento que todos los actores progresistas perciben con optimismo. También se encuentra la posibilidad que el nuevo ciclo sea un canto de cisne que revele un cambio radical de la política y sus instituciones en Chile, en donde como un Leviatán siempre acecha la demagogia y el populismo

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Paulo Hidalgo Aramburu

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