Mientras la mayoría de medios de prensa enfatizaban la “semana negra del gobierno”, algunos actores políticos oficialistas fomentaron las especulaciones sobre un inminente cambio de gabinete. La UDI fue particularmente activa en acentuar sus críticas sobre La Moneda e insistir en la necesidad de reforzar la gestión política. Este refuerzo evidentemente pasaría por integrar conocidas figuras gremialistas a la primera línea de gobierno y, al mismo tiempo, le pasaría la aplanadora al Jefe de Gabinete, Rodrigo Hinzpeter. De este modo, la ofensiva de la derecha más conservadora no es sólo un signo de malestar, sino una fórmula para tomar un espacio protagónico en el Ejecutivo.
Pese a las expectativas de la UDI, Piñera está lejos de hacerse cargo de los cuestionamientos. Apenas regresó de sus vacaciones, sentenció que no cambiaría ministros y se concentraría en mejorar la coordinación política. El mandatario no comparte que la solución sea un cambio de los ministros políticos, al menos no en los términos que se han planteado, y va más allá al vincular la crisis a un problema más amplio que afecta al sistema político. De ahí que la declaración destaca la mala evaluación de la política: “la política está mal. Siento que necesitamos más unidad y menos divisiones, más colaboración y menos enfrentamientos, más responsabilidad y menos demagogia, más orden y menos paros, menos violencia”, indicó el mandatario. Piñera insiste en apelar a la unidad y al diálogo, una cuestión que está lejos de fomentar en los hechos. El riesgo de esta retórica es que se interprete como la negación a asumir sus propios errores e incluso como un acto de soberbia. Pero ese es el menor de los problemas.
Los trascendidos de estos días ponen de manifiesto que el mandatario enfrenta una gran dificultad para encontrar un punto de convergencia con la UDI. El gremialismo no trepida en decir que no se siente representado en el gobierno, como lo declara el Senador Novoa. En tanto, la arremetida en contra de Hinzpeter ha sido brutal y sin contemplaciones, en contraste a la condescendencia con que han tratado a la ministra Von Baer. Aunque el Ministro del Interior no se caracteriza por su capacidad para generar acuerdos y tiene poco juego político, es desproporcionado pretender responsabilizarlo de todas las fallas del gobierno, más aún cuando varias de ellas provienen precisamente de personeros de la UDI. Por ello, el propio Piñera pide más compromiso por parte de los partidos que sustentan al gobierno.
Por lo descrito, la pretensión del gremialismo de ofrecerse para “salir al rescate del gobierno” aparece excesiva y carente de realismo. La explicación a una pretensión tan desmedida radica en la propia debilidad del gobierno, al parecer muhos piensan que pueden hacer mejor las cosas. Pero esta visión comporta una buena cuota de oportunismo que contribuye a agravar la situación del oficialismo. Piñera se resiste a esta suerte de “salvataje”, porque ceder significa supeditarse a los dictámenes de su principal “aliado” y caer prematuramente en el síndrome del “pato cojo”. Los cantos de sirena de la UDI no lo cautivan, ya que sabe que tras ellos sólo puede esperar su naufragio. ¿Pero cuanto tiempo tardará en arrear su bandera y rendir el buque?
El llamado de Piñera a mantener el status quo y velar por mejorar la coordinación con sus aliados es entendible, pero implica que el mandatario está girando sus últimas cartas. Si la gestión gubernamental no mejora, en especial en el Congreso, las críticas y las presiones podrían llegar a ser intolerables. Por otra parte, insistir en potenciar el “mensaje del gobierno” y complementarlo con inauguraciones puede tener un pobre resultado y abrir nuevos flancos de conflictividad, en especial por los retrasos de la reconstrucción. La realidad es que la administración Piñera presenta demasiadas falencias en su primer año para que pueda revertirlas con algunas obras o supuestos avances. Si Piñera logra contener al gremialismo, su éxito sólo puede ser transitorio, especialmente porque hay demasiadas cuentas pendientes entre los interesados. El mandatario es resistente y resiliente, pero en el pasado se le ha visto vulnerable; basta recordar su bajada de la campaña senatorial por la quinta costa cuando la UDI levantó la candidatura del almirante Arancibia o el episdio en el que Lavín forzó su renuncia a la presidencia de RN. Los apetitos y la pugna en la derecha subsisten y, como suele suceder, la jauría amenaza cuando percibe la debilidad. Los lobos andan sueltos y basta que el mandatario se ausente una semana para que se desate la competencia…un asunto que denota un crudo afán de poder. ¿Tendrán tiempo para atender las demandas sociales?
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Foto: Mosquito.cl
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