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La Necesidad de la Moral en el Espacio Público

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El sentido del ridículo es un fuerte represor de ciertas conductas individuales, particularmente cuando se tiene noción de que las relaciones con otros son importantes. El miedo a perder relaciones sociales tiene claros tintes de pérdida de acceso a recursos, a la vez que a otras pérdidas también, particularmente en el plano afectivo. Ese miedo nos lleva a considerar el espacio público como algo importante, no necesariamente porque hay consecuencias relacionadas directamente con el acceso a recursos, sino porque somos y existimos socialmente.

La influencia del pensamiento liberal, ligado a los cambios en los patrones de vida y producción de nuestras sociedades, han transformado la moral y nuestros miedos en repositorios cargados de alienantes metáforas que claman la pérdida de la libertad como oposición a la historicidad del respeto a los valores comunitarios, y por tanto públicos. Cuestionan instituciones sociales (ej. el matrimonio, la familia, la religión, el machismo, el lenguage) no siempre por su acumulación histórica y su posibilidad de resolución dialéctica, sino por su carácter de conservadoras y coercitivas de la libertad individual. Un ejemplo claro son las referencias a las "dictaduras morales," cuestión que se le achaca a cualquier decisión que "tenga olor" a conservador, a juicio de quien la expresa.
 

Al momento de establecer marcos de acción para defender libertades individuales en el plano material, el liberalismo recurre a las instituciones tradicionales, particularmente al Estado y su organización legal y coercitiva. Definen, entonces, las ideas de libertad en base a sus influencias en el aparato estatal, al mismo tiempo que enfatizan que el origen de la conciencia de las personas respecto a la libertad es un producto biológico, integrado jurídicamente de forma objetiva al establecerse como declaración legal. En esa posición hay un peligro, que es el no reconocimiento de la historicidad de las instituciones y su valor como forjadores de conciencia y de moral, y por cierto la sobreestimación del actuar de las personas como individuos por sobre las bases materiales que componen su experiencia. Invariablemente los forjadores del pensamiento liberal, al ser hijos de su tiempo, pueden haber tenido experiencias en que, por ejemplo, los esclavos no fuesen reconocidos en sus libertades como seres humanos (y por tanto privados de su dignidad como tales), sino en función de las libertades de sus dueños. Ello no le quita valor al reconocimiento de las libertades individuales, pero si permite mirar históricamente el sitial de beneficios sobre el cual se clama la libertad y sus definiciones jurídicas. Permite, también, entender que las relaciones sociales y sus instituciones vienen cargadas de historias que crean una barrera para aceptar el pensamiento liberal sin ninguna concesión.
 

Las instituciones sociales son eso: construcciones sociales, de carácter histórico y con una capacidad formidable de reproducción mediante la experiencia impuesta sobre las personas por otras personas en un agregado social. No son algo intrínseco definido malignamente desde una verdad racional (o racionalista), ni menos una imposición sobre las personas con el fin de coartar sus libertades. Son un conjunto hábitos que se reproducen en los individuos mediante mecanismos culturales y cognitivos, que muchas veces sobrepasan a la capacidad de las instituciones jurídicas y coercitivas como el Estado.
 

No trato de decir que no creo en las libertades individuales, pero si dejar claro que éstas no se pueden definir jurídicamente y a partir de allí clamar éxito en la eliminación de las "dictaduras morales". Se requiere mirar el todo social y sus categorías, y allí es donde predomina un conflicto que si bien parece un juego teórico, puede tener serias consecuencias para la comprensión filosófica tanto del liberalismo como de otras formas de entender lo social.

Cuando las teorías o las ideas se transforman en un objeto de teorización en sí mismas, se complejiza el entendimiento de la filosofía, lo que lleva a quién quiera transformar un problema de este tipo (teórico/filosófico) en un problema social (y por tanto materialmente visible) a usar marcos de referencia que tengan alguna resonancia con un todo social, con alguna forma semiótica compartida por muchas personas, y no solo por quien intenciona la idea y su grupo social. La contradicción es que para hacer eso no hay otra manera de actuar que recurrir a los mismos marcos que impone la tradición, limitando el campo de comprensión de la filosofía completa, pero a su vez estableciendo una vocación de masividad de ésta. O sea, buscando la imposición de una forma de pensar sobre algún tema. De allí que las proclamas y/o demandas tan asociadas con el liberalismo actual, como la legalización del consumo de drogas, o de matrimonio homosexual, o incluso la negación de los afectos en favor de la elección del placer sexual individual, tenga tanto asidero en un grupo social característico (digamos, el liberal-progre educado), y tenga tantas dificultades para entrar en el cúmulo de significados que se le otorgan a esas demandas en los hábitos de los sectores tradicionales. Solo es posible que esas demandas fluyan como sentido común hacia los sectores tradicionales cuando se ha construído más sólidamente como un elemento que puede ser consentido como valor, o como forma de consumo mercantil (la elección de la identidad o la justificación de la diferencia) y por lo tanto transformado en hábito. Ello requiere que cambie, por ejemplo, la capacidad de consumo de las personas que conforman el sector social, y por tanto que ese sector adquiera una una forma de poder que permita contrarrestar la moral que les circunda.
 

Falla entonces el liberalismo. Inicia en el análisis del problema como un rechazo a las generalizaciones sociales y sus instituciones como formas de intromisión (moral) en el derecho del individuo a ser libre, a la vez que para transformar esa filosofía en realidad social debe recurrir a las narrativas tradicionales que justamente marcan la moral del individuo, y por tanto lo limitan en su libertad al imponerle obligaciones sociales.

Quiero establecer acá que la moral no es necesariamente un enemigo, sino que es simplemente una condición subjetiva de los grupos sociales, de las clases si se quiere, que marca las normas de interacción entre las personas que se aglutinan en ellas. ¿Es eso malo per para una sociedad? No lo creo así, pues la moral en ese sentido representa un recurso, una forma de acceder a recursos, y una forma de respeto hacia la historia detrás de una comunidad. Es, entonces, la condición que permite el control del grupo por sobre la acción individual, y por lo tanto una forma valiosa de reproductividad para el grupo, y un aglutinador de afectos basados en la empatía. También es una categoría dialéctica, algo que permite ser negociado dada la naturaleza dinámica de nuestras relaciones, pero siempre en una negociación social, pues la moral es eso: la expresión de relaciones sociales.
 

Tal vez es allí, en la definición de las consecuencias de la moral, donde emerge la diferencia con el análisis liberal. Partir de la totalidad social transforma al individuo, al menos en el análisis, en representante de una categoría social cuya voluntad es suprimida, estableciéndose una moral determinada y características determinadas. Pero esto no es necesariamente cierto, pues la epistemología que le da valor al ser humano como creador (que está detrás de la ideología liberal) es la misma que le da valor a la utilización de modelos o analogías, metáforas si se quiere, para entender mejor nuestra propia historia y realidad social como un todo.

Allí es donde es necesario observar el comportamiento de la totalidad social e inferir, a partir de los patrones que se representan en categorías o clases sociales, las posibilidades de los individuos de representar una forma particular de persona (una identidad), con un hábito particular. Cuando se hace aquello, se evidencian materialmente los patrones (hábitos y valores) que marcan las diferencias filosóficas asociadas a las clases sociales. Y allí, de sobremanera, se entiende que aquello de las libertades individuales sólo tiene un asidero material cuando se refiere a quiénes han resuelto problemas que están lejos de la carencia: lo que se llama la élite. Ello, en ningún caso, implica que no haya representantes de una categoría social que escapen a la descripción de la que los encasilla en este análisis. Es justamente esa forma de visualización estadística la que le otorga dinamismo a los cambios sociales, lo que permite visibilizar la negociación de los individuos con la moral de su entorno y nos otorga esperanzas de que los cambios sociales son posibles. Hay que tener en cuenta que las propiedades de un agregado no pueden ser derivadas solamente a partir de las propiedades de una entidad individual, sino que siempre son propiedades del agregado. Ello explica que un individuo por sí solo no pueda materialmente instalar una iniciativa propia, sino que las iniciativas individuales tienen que ser convertidas en un proceso social mediante su reconocimiento público como hábito. Eso es una condición previa a la transformación de los entornos, y cuando ello ocurre no es que hayan héroes o individuos que pueden escribir la historia a partir de sus motivaciones, sino que es la historia que se hace visible, la acumulación de las experiencias que representan un todo social, un hábito dispuesto a enfrentar a la moral que lo circunda.
 

Por último, establecer derechos y obligaciones en el ámbito político resulta vacío si no se lo hace en el ámbito moral, de las relaciones sociales, pues éstas son intrínsecamente lo público. Ejemplos cotidianos de cómo se contradice la definición liberal y la moral hay muchísimos. Un pasquín liberal se empecina en tratar a las mujeres como objetos al mismo tiempo que defiende su derecho al aborto; otras personas liberales se preocupan de no ser irrespetuosos con sus subordinados (porque son seres humanos), pero los llaman con diminutivos como si eso no fuese una forma de establecer una relación irrespetuosa; otros/as heterosexuales casados/as incluso pueden defender el matrimonio homosexual, y al mismo tiempo ponerle el gorro a sus esposas/os sin ningún sentimiento de culpa mediante, favorecidos con la mediatización o visibilización positiva de ese comportamiento, y empapados con el discurso de la libertad individual.

Por ello, el establecer derechos y obligaciones mediante normativas que no incluyan a la moral, y por tanto la imposición de otros sobre el actuar del individuo con su libertad a cuestas, representa una contradicción que no se resuelve necesariamente con el deseo de la libre expresión. La negación de la moral desvincula al individuo de los afectos, lo aliena del grupo que lo ha formado en su experiencia, lo privatiza. Si el liberalismo proclama que alguien no puede decirle a otra persona que lo que hace está mal, eso necesariamente cambia el comportamiento de las personas y sus relaciones con el entorno. No basta entonces con el marco de libertades, es necesaria una moral de libertades en que no todo comportamiento sea bueno ni aplaudido porque alguien tiene la libertad jurídica (intrínseca) de poder ejecutarlo. Sin una norma social que se imponga sobre lo jurídico, evidentemente lo que se impone es el relativismo moral, se impone la privatización de la vida social, y el espacio público entra en una lenta agonía, como lo vemos pasar ahora.

 

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17 de febrero

Largo escrito, recomiendo síntesis. No obstante, me gusta el debate así que comienzo:
En lo personal, creo que muchos denominados liberales mal entienden los preceptos liberales e incluso le hacen el quite a definir conceptos esenciales a la hora de defender ideas. Es una discusión que he tenido con muchos “liberales” en diversos temas donde afloran esas falencias.

Concuerdo en que las libertades definidas jurídicamente pero sin sustento práctico no existen.

No obstante, y aquí veo un vacío en tu escrito, pues esta incoherencia entre teoría y práctica moral, que le achacas al Liberalismo, también la posee el Marxismo en diversos ámbitos, como en su pretensión de suprimir la dictadura de la propiedad y con ello la individualidad en pro de la comunidad.

Acá hay un tema de apreciación a nivel teórico en cuanto a tu concepto de moral, y a nivel epistemológico en cuanto a lo que dices sobre Liberalismo.

1) En cuanto a la moral ¿Cómo estableces derechos y obligaciones en el ámbito moral? Más importante ¿Cuál moral? ¿Por qué hablas de una moral colectiva como si se tratara de un cuerpo homogéneo?

¿Alguien puede ser amoral? No lo creo. Todos tienen una moral, pues todos son racionales. Por tanto, es errado cuando dices: “La negación de la moral desvincula al individuo de los afectos, lo aliena del grupo que lo ha formado en su experiencia, lo privatiza”.

¿La negación de qué moral desliga de los afectos si todo ser racional tiene una moral? ¿Por qué el individuo le debe pleistecia “al grupo que lo ha formado en su experiencia”? O sea ¿el esclavo de debe pleitesía a sus dueños?

Pero algo me genera más ruido, cuando dices “lo privatiza”. ¿Acaso no somos dueños de nosotros? ¿Acaso no soy propietario de mi cuerpo y mi mente? ¿Acaso no soy mi propiedad? ¿Acaso no es ese el imperativo para ejercer mi vida en sociedad y así no permitir que otros me vuelvan su esclavo?

Cuando propones una moral de libertades y una norma social que se imponga ¿Cómo la construyes? ¿La impones y cómo?

2) En cuanto al Liberalismo:
El marxismo y su tesis de la ideología como falsa conciencia originada en base a la estructura, cae en la misma incoherencia que achacas al Liberalismo, cae en su propia trampa, pues surge en un contexto donde todo pensamiento sería falsa conciencia producto de la estructura económica, incluido el propio marxismo. Es decir, y tal como achacas al Liberalismo, “recurrir a los mismos marcos que impone la tradición”. O la estructura.

Así, cuando aplicas el marxismo para analizar y cuestionar el liberalismo y dices: “se evidencian materialmente los patrones (hábitos y valores) que marcan las diferencias filosóficas asociadas a las clases sociales”; pero hay algo que obvias, y es que ambos modos de pensamiento tienden a basar sus preceptos en la estructura económica. No por nada Marx leía a Ricardo y Adam Smith.

Y entonces como obvias eso, no es extraño que digas erradamente: “se entiende que aquello de las libertades individuales sólo tiene un asidero material cuando se refiere a quiénes han resuelto problemas que están lejos de la carencia: lo que se llama la élite”.

¿Cómo defines la carencia? Porque Martín Luther King no era alguien necesariamente carente, pero claramente no era de la élite y murió peleando por sus libertades individuales.

Saludos

17 de febrero

Veo que el tema de la moral se encendió… en otro post también http://elquintopoder.cl/fdd/web/politica/opinion/-/blogs/evangelio-con-fuerza-de-ley

No se si quiero hacer una defensa del Marxismo acá, pero si intenté ponerlo en oposición como criterio analítico a la forma con que parte el liberalismo en sus preceptos. En eso concuerdo con que necesariamente existen diferencias entre la separación de la práctica y la teoría que muchos marxistas han tratado de resolver, tal vez sin tanto éxito o condenados a la marginalidad académica.
Ahora, creo que voy a elegir una de tus preguntas… si no me extiendo mucho. Creo que la idea de que existe un ser racional (en oposición a un ser irracional) es una forma de moral. La misma creación de categorías sociales cae dentro de ese ejercicio humano de racionalidad, a la vez que los instrumentos con que esas categorías pueden ser descritas. Básicamente, no estoy negando la heterogeneidad de la interpretación moral (que es lo individual), sino que en base a un criterio analítico diferente (categorías o clases sociales) se establece la moral como una propiedad de un conjunto social, y por lo tanto en el campo de las estadísticas (instrumento racional) se permite la heterogeneidad, sin que ésta vuelva a definir al conjunto (a no ser que se construya como nueva moral, en lo social, como lo de Martin Luther King, que no puede entenderse sin su historia, y que evidentemente es una élite dentro de un campo analítico, pero puede no serlo dentro de otro).
Tienes razón en que faltan definiciones… pero es difícil apelar todo el tiempo a la deconstrucción de los textos cuando el espacio es limitado y aun así sale un post largo.

Saludos.

17 de febrero

La incoherencia práctica en el marxismo no tiene solución, porque olvida cuestiones tan humanas como la preferencia temporal.

Nunca hable de la existencia entre un ser racional y uno irracional. Los seres humanos son racionales, y por ello morales. Los animales tienen intelecto, pero no necesariamente moral.

El ejemplo de Luther King deja en evidencia el error en cuanto al concepto de clases marxista.

Por eso, en lo personal, prefiero defender la libertad individual no de una clase.

18 de febrero

Toda perspectiva tiene debilidades. El marxismo no olvida la preferencia temporal, la sitúa en un abanico de posibilidades que dependen de la clase. Lo de Luther King no es un error en el concepto de clases de Marx. Gramsci, usando la analítica marxista, ya había explicado la complejidad que se vendría dentro del marxismo para explicar las sociedades capitalistas. El problema nace cuando asumes que el marxismo te va a entregar respuestas al individualismo sin apelar a categorías sociales mayores. El liberalismo (o muchos liberales) tiene en ese sentido el mismo error, el de obviar las estructuras de libertad.

19 de febrero

Con todo el respeto que me merece el columnista (especialmenete en referencia a sus valiosas columnas sobre educación), esta columna es pirotecnia filosófica. Rompe justamnte con los fines revoucionarios del Marxismo y defiende la moral desde el materialismo histórico. En fin, pareciese que la columna defiende el ideario de la derecha conservadora (no la neoliberal), bajo un referente marxista. Es como una columna gremialista-marxista. Muy raro. Saludos.

19 de febrero

María, gracias por el comentario.
Para aclarar en algo: no estoy seguro que el Marxismo haya atacado a la moral como concepto, ni menos que se desentienda de la moral como valor de una clase social. Por otro lado, creo que es un error muy profundo asignarle el valor de la moral (como concepto único) a la derecha gremialista, como si existiese sólo una moral y siempre fuese mala. Es el mismo error que se incurre entre muchos izquierdistas que pretenden asignarle la autoridad de la creación artística a la izquierda militante y no a las expresiones populares que muchas veces son condicionadas por los medios de derecha. Ello no le quita valor como popular, ni tampoco como formas de expresar valores (o moral).
Creo que la izquierda debe abrirse a debatir sobre cuál es su moral en el siglo xxi. La derecha liberal y conservadora ya demostró que su moral no considera a la mentira ni la palabra empeñada como valores.
Por último, mi impresión es que el Marxismo ortodoxo falla como Marxismo revolucionario porque le asigna más valor al determinismo histórico que a la iniciativa de los individuos como parte de las clases sociales. Sin embargo, ello no le quita valor a otras corrientes que han visto en el materialismo histórico un poderoso recurso para desarrollar y diseñar la acción política.
Ojalá podamos seguir conversando respecto a la moral y su valor para la izquierda hoy en día. Me niego a regalarle la moral a la derecha.
Saludos.

21 de febrero

Iván, pero si considera la preferencia temporal de los individuos, entonces su teoría del valor objetivo se anula por inválida y con ello su teoría de la explotación quedaría anulada.

Y si te fijas, entramos en el problema de dilucidar los espacios del individuo y de las estructuras sociales.

Saludos

21 de febrero

No comparto (y probablemente otros marxistas contemporáneos tampoco lo harían) tu apreciación de que la teoría del valor «objetivo» se anula por la inclusión de la preferencia temporal de los individuos. Que exista un reconocimiento al individuo no implica que su trabajo no puede ser apropiado y acumulado por otros que pueden ejercer dominio, ya sea mediante el control de sus hábitos (la moral) o el control coercitivo.
Si comparto de que entramos en ese problema de dilucidar los espacios individuo-estructura social; aunque preferiría no confundir con estructuralismo. Creo que es mejor usar el concepto de grupos sociales significativos, que es más abierto a las interpretaciones postmodernas de los movimientos sociales, e incluso a las teorías que privilegian más al individuo, siempre como parte de un todo social, al individuo como parte de un agregado con significancia histórica.
Saludos.

21 de febrero

En términos estrictos, la teoría del valor objetivo marxista es la que permite establecer la teoría de la explotación, mediante la determinación de la plusvalía, y también en base a ella se presume que se puede hacer un cálculo en cuanto a la asignación de recursos sin necesitar precios de mercado en una sociedad sin propiedad privada.

En el primer caso, si insertamos la preferencia temporal, el valor de un bien ya no puede ser objetivo sino subjetivo. La teoría de valor objetivo se anula porque la valoración de un bien cambia con el tiempo.

Así por ejemplo, en la realidad, un estudiante puede optar a ganar un sueldo bajo, en un régimen de trabajo extenuante, no porque pertenezca a una capa explotada, sino más bien porque su preferencia temporal es ganar dinero a corto plazo y sin mayores trabas contractuales para irse de vacaciones o comprarse algo.

Lo anterior, no quiere decir que muchos no estén sometidos a la discreción y abusos de otros por no tener opciones a mejores empleos. Pero sí, que las preferencias de los individuos, sus valores, varían en el tiempo. Y eso nos lleva al segundo punto, que el cálculo en la asignación de los recursos se hace compleja y prácticamente impracticable en una economía planificada porque las preferencias de las personas no son estáticas.

¿Qué pasa si efectivamente en una sociedad el Estado reparte a todos por igual cierto bien cada mes, y luego A le regala a C una parte por estimación?

Saludos

22 de febrero

Pero Jorge, aun cuando puedes explicitar la teoría del valor objetivo como la planteas acá, no creo que su «subjetivación» le quite poder al elemento central, que es que la plusvalía es la transformación del trabajo en dinero, acumulado por quien realiza la transacción y no por quien realiza el trabajo.

Ahora, tu ejemplo de quién escoge trabajar optando por un sueldo bajo para irse de vacaciones es justamente ilustrativo de las formas de hábito que tienen sentido para un grupo social significativo, y que muchas veces forman parte del abanico de posibilidades determinados en lo social (político y moral) por el grupo y su entorno, y no necesariamente por las opciones intrínsecas del individuo. Otros hábitos, perfectamente asociables con grupos dominantes, ni siquiera consideran la posibilidad del trabajo como acceso a recursos, sino el rentismo, o la explotación de la propiedad, que en una economía de servicios adquiere formas menos tangibles y mucho más parecidas al latifundio (pues fija la mano de obra y la explota -o renta a los individuos- como propiedad). Lo importante no es si las opciones varían en el tiempo, pues seguramente es natural que ocurra cuando la experiencia permite acceso a más relaciones sociales (y por lo tanto más recursos). Lo relevante de la discusión, en mi opinión, tiene que ver en cuanto a si las relaciones sociales de producción varían… y en eso creo que el Marxismo no se cae como herramienta analítica.
Lo que viene después, el proyecto político del Marxismo, puede ser más debatible en términos de otorgar una direccionalidad a la producción social y económica. Pero creo que, por ahora, eso es harina de otro costal (la pregunta es buena como invitación para discutir eso).
Saludos.

22 de febrero

Iván, la subjetivación de la teoría del valor de Marx en el fondo derrumba la base teórica del marxismo.

La plusvalía tal como la describes, está presente incluso en relaciones económicas más sencillas como una señora y su hijo vendiendo diarios o que teje chalecos y los vende en la Ligua. ¿Es acaso una capitalista furibunda y explotadora?

En cuanto a mi ejemplo, refleja claramente como las preferencias son individuales y por tanto muestran también lo débil del concepto de clases marxista en cuanto a una totalidad como serían los proletarios versus los capitalistas. Ergo, también con esa idea que “hay hábitos asociables con grupos dominantes”.

Hay hábitos humanos, que comparten todos sin distingo. Así, líderes proletarios, al momento de acceder a posiciones de poder o privilegio, rápidamente se vuelven rentistas o inversores.

Por eso, sí es muy importante, tomar en cuenta que las preferencias –no confundir con opciones- cambian y por tanto, que la economía no es estática.

Las relaciones de producción varían. Por ejemplo, ¿dónde colocaría Marx, a Alexis Sánchez, en los proletarios o los capitalistas?

La respuesta más fácil es decir, un desclasado ¿Por qué?

23 de febrero

Mi impresión es que estás tratando de derrumbar un edificio disparándole una bala a una ventana.
Evidentemente hay plusvalía en ese acto que describes, pero ese acto está condicionado por relaciones sociales de explotación cuyos patrones se pueden encontrar como características de grupos sociales. Creo que cuando tratas de débil el concepto de clases hablas desde la ideología y no desde el valor analítico (o racional) que ofrece para comprender sociedades.
Entiendo que haya un debate respecto a qué grupo o categoría social describe mejor un patrón de hábito (puedes ponerle el nombre que quieras: clase, género, edad, élite proletariado, precariado, etc.), pero cuestiono que solo la posesión de poder implique lo que señalas (ej. transformación en rentismo). Ello parece más una obsesión liberal por no reconocer que hay estructuras más fuertes que los individuos, no necesariamente estructuras sociales, sino formas de acumulación histórica. Te insisto que un grupo social representa un abanico de posibilidades para los individuos, que muchas veces pueden solaparse con las posibilidades de otros grupos, pero ello no le quita valor a la categorización de hábitos. Lo de desclasado es una respuesta fácil, como dices tu, y muy famosa entre los militantes izquierdistas chilenos, pero ello no derrumba el análisis Marxista basado en relaciones de explotación de un grupo sobre otro.

23 de febrero

1) Cuando dices: “Evidentemente hay plusvalía en ese acto que describes, pero ese acto está condicionado por relaciones sociales de explotación cuyos patrones se pueden encontrar como características de grupos sociales”.

¿Quieres decir que la madre que trabaja con su hijo vendiendo chalecos lo explota. Qué es una capitalista enemiga de su hijo proletario? Más importante ¿Cuáles serían esos patrones y en qué grupo social se encuentran?

Dos opciones: o la madre es un capitalista por el simple hecho de ser dueña de las manos con las teje; o es una proletaria y entonces ¿En proletariado también se explota entre sí?

Sí es lo segundo, cómo puede entonces considerarse al proletariado un colectivo homogéneo.

2) Dices que hablo desde la ideología como falsa conciencia. Tú hablas desde el Marxismo, pero me pregunto ¿Y por qué el Marxismo no podría ser una ideología en el propio sentido marxista, si siendo honestos se origina en una estructura económica donde imperan relaciones capitalistas y desde un miembro de la propia burguesía?

¿Por qué Marx y Engels podría escapar a esas estructuras que definen sus modos de pensar, sus hábitos y no ser el mero reflejo del modo de pensar capitalista?

Saludos

24 de febrero

Quiero decir que es fácil encontrar muchas madres que trabajan con o hace trabajar a sus hijos, y que en conjunto representan el hábito de un grupo social.
Lo que preguntas después es un problema que no he instalado en el argumento. Evidentemente Marx y Engels son el reflejo de su tiempo y su contexto. Pero te recuerda que las ideas, además de tener un origen material, son permeables a la interpretación de otras personas, otros tiempos y otros contextos, y la historia no se ha escrito solo con Marx y Engels en el abanico de la analítica Marxista, tal como el liberalismo no se ha escrito solamente con Adam Smith o George Washington.

24 de febrero

¿Por qué esas madres que trabajan con sus hijos, representarían el hábito de un grupo social? Más importante ¿A qué grupo social pertenece el hábito trabajar? ¿Es exclusivo de una clase?

Y bueno, efectivamente las ideas no son inmanentes, sino que se transmiten, cambian, se transforman, mejoran, se desechan, en un proceso espontáneo como el lenguaje. Ergo, lo que plantea Marx en su epistemología, es errado.

Saludos

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