El pacto eventual para la elección de concejales del PPD, PRSD y PC ha causado una reacción de molestia en el Partido Demócrata Cristiano y en el Partido Socialista, aunque con menos ruidos en éste último. Es difícil encontrar en las objeciones planteadas a dicho pacto por estos dos partidos un fundamento lógico, tanto en lo político como en lo electoral. Es razonable preguntarse, ¿por qué puede existir acuerdo en las candidaturas a alcaldes y cuestionarlas en las de concejales cuando concurren los mismos partidos? No tiene sustento argumental, entonces, el señalar que sólo es aceptable un acuerdo para alcaldes pero no puede serlo para la elección de concejales, considerando que están involucrados los mismos actores políticos.
Las amenazas emitidas por los senadores Ignacio Walker y Andrés Zaldivar -posteriormente desechadas- de reconsiderar el pacto por omisión firmado por la Concertación con el PC, indican que no se dimensionó los costos electorales para el propio PDC, puesto que, si las amenazas se hubiesen concretado, el más perjudicado hubiese sido el partido liderado por Walker que tiene la mayor cantidad de candidatos a alcalde (más de 130) apoyados por toda la oposición y los principales beneficiados serian los partidos de derecha. Las reacciones apresuradas y poco meditadas llevan siempre a cometer errores.
La Concertación necesita establecer acuerdos con fuerzas políticas que están más allá de sus fronteras. Algunas voces destempladas, provenientes del autodenominado “eje histórico” del conglomerado (PDC y PS), están perdiendo el foco principal, el cual es crear una alternativa más amplia que la Concertación para derrotar a la derecha. Al plantear superar a ese conglomerado no se está desconociendo el enorme aporte que éste efectuó al desarrollo económico, social y político del país cuando ejerció el gobierno. Sin embargo, la sociedad chilena ha iniciado un nuevo ciclo político que requiere nuevas propuestas y la incorporación de nuevos actores.
Esta controversia no hace más que profundizar la inocultable crisis de la Concertación y, por extensión, su mala imagen ante la opinión pública y, al mismo tiempo, la causa basal porque no se le reconozca como una mejor opción para gobernar nuevamente el país. En el nuevo contexto político no tiene sentido seguir aferrado a la marca Concertación (según las encuestas ésta tiene 21% de apoyo y 68% de desaprobación).
El “eje histórico”, al presionar indebidamente a sus socios de coalición, están poniendo un freno al necesario proceso de levantar una alternativa acorde con el nuevo ciclo político, el cual obligará a las instituciones políticas a priorizar y acometer con mayor resolución las desigualdades, las carencias de nuestra democracia y los inaceptables abusos del mercado. En esa tarea se requiere sumar a otras fuerzas políticas y no atrincherarse en sus propios espacios de influencia.
La tesis reduccionista planteada con insistencia por el PDC y el PS de que son ellos la base de sustentación para levantar una alternativa creíble a la derecha, muestra el desfase de ambos partidos con el momento que vive el país. Además exhiben una arrogancia hiperbólica al sostener que sus colectividades representan al “centro” y a la “izquierda” respectivamente. El sostener tal aseveración es seguir ignorando un hecho brutal de la realidad: la actual crisis de representación política que existe en Chile y en el mundo. La “izquierda” y el “centro político” no están situados exclusivamente en dichos partidos, existen también otros referentes que pueden esgrimir una identidad en esas latitudes del mapa político, probablemente con mayor nitidez.
No se puede seguir desconociendo por el “eje histórico” que la ciudadanía ya no se reconoce ni se siente representada en los actuales referentes políticos. Por consiguiente, se tiene que asumir que la capacidad de representar a la mayoría de los chilenos no pasa por mantener la Concertación sino por abrirse a nuevas expresiones políticas y ciudadanas. Chile requiere una oposición que refleje más fielmente la diversidad y especificidades de la sociedad chilena, lo que implica coaliciones más inclusivas y que se perfilen con una clara vocación de transformación social. Es tiempo de reconocer, especialmente por parte de algunos de sus dirigentes, que la Concertación ya no encarna la voluntad mayoritaria que cuestiona el modelo económico y político, como tampoco puede pretender representar a los potenciales 4,5 millones de nuevos electores producto de la promulgación de la nueva ley de inscripción automática en los registros electorales.
Todo indica que la “molestia” del PDC y el PS tiene motivaciones más de posicionamiento en la actual estructura de poder en el seno de la Concertación y así seguir manteniendo su hegemonía en esa coalición. Al actuar de ese modo no están centrando sus esfuerzos en la tarea principal que es trabajar por ampliar la composición de la oposición y dotar a esta de un proyecto de futuro. Sin duda que estas controversias afectan y restan eficacia a la oposición en su conjunto. En forma paralela, deberían tener efectos negativos en el clima de entendimiento que se estaba desarrollando con toda la oposición para generar una nueva mayoría social y política por los cambios en Chile.
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Foto: emol.com
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