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La mentira como una herramienta de la política nacional

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A mediados de marzo visitó el país el periodista Matt Waite, ocasión en que presentó el sitio PolitiFacts que, en sencillo, trabaja en confirmar la veracidad de las afirmaciones que realizan los políticos y, en general, los actores públicos estadounidenses. Llegó invitado por la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica y la Embajada de Estados Unidos, y durante su permanencia se reunió con profesionales de la prensa interesados en las herramientas y metodologías de investigación periodística.

En su exposición, llena de anécdotas sobre cómo lo que se dice públicamente se mueve entre lo contundentemente cierto, las verdades a medias y las mentiras obscenas, apuntó a un tema que es esencial: en una democracia las palabras importan. O, por lo menos, debieran importar.

Las primeras explicaciones sobre la bajada de Laurence Golborne de la carrera presidencial me han hecho meditar sobre lo señalado por Waite. Pero como ya no es posible “componer con la ventana abierta” (como humorísticamente dijeran por años Los Jaujarana), el columnista Jorge Navarrete meganó el quien vive este fin de semana en La Tercera. Y es que hay algo en la política nacional que está colmando la paciencia. Algo que no está bien y, lo peor de todo, nos hemos acostumbrado a ello.  Es la falsedad.  A que nos mientan sin descaro nuestros representantes, en quienes hemos delegado la sensible misión de administrar el Estado, el bien común nacional.

Claro está que en el ejercicio del poder no puede existir la transparencia total.  Como en cualquier pasaje de la vida personal, hay conversaciones, procesos que deben, en determinados momentos, quedar a buen recaudo porque podrían complicar el éxito de negociaciones sensibles.  Eso lo entendemos incluso quienes abogamos (y utilizamos) las herramientas de transparencia pública que la legislación entrega a ciudadanos y periodistas.

Comprendemos también que  la forma en que se comunica es esencial.  Que muchas veces este aspecto es fundamental para cumplir de mejor manera los objetivos propuestos, donde una de las herramientas es elegir las mejores palabras pero también la transparencia, los canales de participación y de retroalimentación para cumplir, en el caso de la política, con las expectativas ciudadanas.

Pero una cosa es aceptar que no todo puede ser público en un momento específico y que se debe buscar la mejor forma para informar de tal o cual hecho o determinación, y una muy distinta es mentir.  Mentirle a todo un país.  Y, peor aún, que los ciudadanos lo aceptemos como adhiriendo a la máxima de que “así es la política”.

Es lo que ocurrió con la bajada del ex ministro de Minería.

Fue la propia dirigencia UDI la que en un primer lugar informó que con la dinámica de confrontación que había instalado Andrés Allamand producto del caso Cencosud, se hacía difícil, prácticamente imposible, participar en primarias presidenciales.  Y ese era el principal motivo por el cual se habría decidido llegar con Golborne directamente a la primera vuelta presidencial.  En ningún momento explicitaron que su candidatura se hacía menos viable por la resolución de la Corte Suprema y sus cuentas en Islas Vírgenes.  Menos aún que desde hace rato venían evaluando hacer un golpe de Estado interno (eso nunca ha complicado a los coroneles del partido) y desbancar a su abanderado.

Hoy es preciso recuperar la responsabilidad cívica. Una civilidad donde las palabras sí importen. Y para ello, si no está en el ADN de la política nacional actual, somos los ciudadanos quienes debemos hacer que lo esté. Porque basar el debate público en un juego de mascaradas atenta contra el alma de toda sociedad.

Pero todo cambia cuando, ya concretad ala operación San Lorenzo, el presidente del partido Patricio Melero reconoce que el principal factor que jugó contra la meteórica (rápida y fugaz) carrera presidencial de Golborne fueron sus menguadas posibilidades de tener un buen desempeño electoral.  Un cambio de discurso radical que siembra muchas dudas con relación al compromiso que el partido tiene con la verdad.

En la Concertación el panorama no mejora mucho.  A todos los vientos en el comando de Michelle Bachelet han señalado que no tienen injerencia alguna en la discusión de la definición parlamentaria de la Concertación+PC+IC, sino que tal depende exclusivamente y autónomamente de los partidos políticos.  ¿Alguien realmente lo cree?  ¿Alguien cree que no hay diálogo alguno en la materia entre Bachelet y los partidos políticos?  Seguramente nadie.

Y así también ocurre en múltiples ocasiones cuando se escuchan las vocerías del gobierno.  Que no están preocupados por Bachelet, que no se preocupan por lo que hacen o dejan de hacer precandidatos presidencialesde su sector y así suma y sigue. Y muchas veces la respuesta ha sido claramente falsa.

Hoy es preciso recuperar la responsabilidad cívica. Una civilidad donde las palabras sí importen. Y para ello, si no está en el ADN de la política nacional actual, somos los ciudadanos quienes debemos hacer que lo esté.  Porque basar el debate público en un juego de mascaradas atenta contra el alma de toda sociedad.


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2 Comentarios

Armando Hernandez

Don Patricio:

Sobre este tema de la mentira institucionalizada en nuestro medio político, para mi a sido un tema recurrente en mis comentarios y columnas.
Voy aportarle echos concretos de esta penosa realidad.
Por ejemplo veamos el norte de la UDI uno los partidos más vapuleado últimamente por esta razón la mentira como vivencia de fe.

Dentro de la filosofía partidista redactada por su fundador J.Guzmán. «» “La democracia, , «no puede ser un fin en sí misma». Ella es sólo un «medio» al servicio de las «libertades económico-sociales, identificadas con los derechos cotidianos que más gravitan en la efectiva decisión de cada persona respecto de su destino personal y familiar». Lo esencial «no reside en quién gobierne, sino más bien cuánto poder tenga el que accede a la conducción del Estado
El valor último a defender NO es la soberanía popular, sino su limitación. Para ello, nada mejor que «reducir el poder del Estado», trasladando poder desde el Gobierno al mercado, y desde el campo político al ámbito judicial, confiando en que «la tradicional prudencia de nuestros tribunales hace impensable que jamás pudiesen pretender invadir la órbita propia del legislador o del Gobierno».

Por otra parte dentro de la filosofía política de este partido están los 11 principios políticos por los cuales se guiarán sus militante con el propósito de reafirmar el carácter totalitario de su pensamiento principal lo cual se traduce en una sola cosa demostrar que la mentira es la mejor arma para engañar a los electores. le reproduzco algunos.

Nº 6 «La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas (mentiras) y repetirlas incansablemente presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto.
De aquí viene la famosa frase «si una mentira se repite suficientemente, ACABA POR SER VERDAD»

Nº 5 » toda propaganda debe ser popular (engañosa) adaptada al nivel del menos inteligente (mas tontos) de los individuos a las que está dirigida. Cuanto mas grande sea la masa a convencer, más pequeño el esfuerzo que esta debe realizar mentalmente. La capacidad receptiva de la masa (pueblo) es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar».
(ademas de considerar al pueblo tonto y leso tiene escasa memoria).

Nº 3.- «Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con un ataque » Si no puedes negar las malas noticias, INVENTA OTRA QUE LOS DISTRAIGA»»
El tema es traspasable a los otros partidos en mayor o menor media entonce verá que la moral, la ética. la corrección se perdieron el mismo día en que entramos al sistema democrático, al seguir las consignas inmorales de la dictadura pero aplicadas a esta seudo democracia.
Ud. es un tipo inteligente saque conclusiones.
Nota: Los entre parentisis son de mi cosecha

Muchos saludos.

psegura

psegura

Gracias Armando.

Como bien dices, hay embustes ideológicos, otros que son triquiñuelas retóricas y están las mentiras de tomo y lomo.

Lamentablemente en la sociedad chilena estamos siendo tolerantes a todas estas prácticas.

Saludos