Una frustrada charla de José Antonio Kast en Concepción trajo a Chile una de las polémicas que desde hace algún tiempo venían generando ruido en el mundo desarrollado. Se trata del supuesto veto o censura previa a posiciones que se consideran ofensivas para ciertas sensibilidades.
No me voy a detener a evaluar si la Universidad de Concepción actuó bien o mal en este caso, pues ciertamente hay varios detalles del mismo que pueden inclinar la balanza en uno u otro sentido. Me interesa, más bien, ahondar en el fenómeno subyacente y en quienes afirman que sí se les puede negar voz y espacio a ciertas posiciones por ser ellas mismas intolerantes.
Esta historia es tan vieja como el hombre mismo: hay quien dice que comenzó en las cavernas, cuando los grupos humanos buscaron crecer más allá de los clanes familiares y requirieron de ciertos símbolos que los unieran entre sí y separaran de otros grupos. El otro pasó así a ser inmoral, malvado, idiota, indigno de compasión y misericordia. Y la historia demostró que esos símbolos podían ir haciendo crecer más que las armas al propio clan: aldeas, reinos e imperios nacen tanto al amparo de la mutua identificación como del odio a los demás.
Afortunadamente, tras innumerables hogueras, guerras religiosas, limpiezas étnicas, campos de concentración y otra serie de barbaridades, y después de la caída del muro de Berlín, buena parte del mundo acordó resolver los problemas a la antigua usanza de Atenas: con diálogo, votaciones y negociación (y ciertamente conflictos, pero de pequeña escala). El otro, en este escenario, sigue estando equivocado, pero al menos no se le quema en la plaza pública: es uno de los avances más notables de la historia de la humanidad.La alteridad vuelve así a pensarse como tóxica: el otro es inmoral, ignorante o idiota, y no es un ente de razón frente al cual se pueda esgrimir argumentos. Ante las bestias no cabe el razonamiento, pues no hay nada rescatable que pueda salir de ahí. Sólo corresponde entonces acallarlos, funarlos, quitarles espacio, devolverlos a la ratonera inmunda de la que salieron.
Lamentablemente el mundo digital y las redes sociales parecen anunciar nubarrones sobre este escenario. Las redes sociales amplifican las disonancias y sesgos cognitivos: cualquier idea, por estrafalaria que sea, puede encontrar en ellas innumerables aliados, y las formas más burdas y radicales del enemigo son también muy fáciles de hallar. Ya no hay una plaza pública en la que se deba mantener cierta imagen frente al auditorio, pues éste puede consistir en un grupo cerrado de fanáticos fieles.
La alteridad vuelve así a pensarse como tóxica: el otro es inmoral, ignorante o idiota, y no es un ente de razón frente al cual se pueda esgrimir argumentos. Ante las bestias no cabe el razonamiento, pues no hay nada rescatable que pueda salir de ahí. Sólo corresponde entonces acallarlos, funarlos, quitarles espacio, devolverlos a la ratonera inmunda de la que salieron.
Ciertamente, los intolerantes contarán otra historia: usarán a Popper para señalar que no puede tolerarse a los intolerantes, pues estos ponen en riesgo esa misma tolerancia. Lo que no dirán es que, a menos que prueben que el otro es realmente intolerante y pretende acabar con la tolerancia, lo que están haciendo ellos es convertir al oponente en un hombre de paja, para derribarlo con facilidad. Son así, ellos mismos, los que actúan de manera intolerante y cuyo pensamiento no se debiera tolerar.
Habría quizás que recordarles que esa misma idea fue plasmada en el antiguo artículo 8° de la Constitución, que no hacía otra cosa que prohibir las doctrinas de raigambre marxista en Chile. Afortunadamente para ellos, al menos a nivel constitucional, se permite hoy que las ideas fluyan naturalmente y sean confrontadas cuando son erróneas.
Kast puede estar equivocado, y yo creo que lo está, pero no ha dejado de ser un interlocutor que se encuentra dentro de ciertos márgenes institucionales. Su pensamiento debe ser contrastado, refutado, ridiculizado quizás, pero la censura y supresión sólo tendrán el efecto contrario al buscado. Kast está en estos momentos en la gloria: su discurso que, entre otras cosas, enfatiza la imposibilidad de alejarse del relato oficial de nuestra historia reciente y contemporánea, se ha visto refrendado, avivado y multiplicado. Su futura candidatura presidencial acaba de avanzar varios puntos ¿es eso lo que querían?
Comentarios
21 de marzo
Continuando con Kast, hoy le pegaron en el Norte. En realidad no hay tolerancia, lo que hay es una contención de los instintos por la existencia del estado de derecho, cuando este se cae aparece la bestia que somos, es fácil verlo, porque hasta cuando hay un corte de energía eléctrica y la ciudad queda a oscuras, reviven las hordas humanas. Lo más complicado del asunto es el rol que asumen los agitadores profesionales de masas, los agentes políticos-ideológicos y sus amos, los intelectuales de la ingeniería social, enervan, crispan, embrutecen a las sociedades mostrando verdades trabajadas, falsedades, mentiras, todo ello mantiene siempre vivas las tensiones sociales y los jóvenes son en este caso los instrumentos de su actuar.
+1
24 de marzo
Por equivocadas que estén las personas nunca dejan de tener la razón en algo, uno puede preguntar al peor dictador, Hitler o Stalin, si las cosas caen hacia arriba o hacia abajo, o si el sol sale por el este o por el oeste, y probablemente respondan que caen habia abajo., que el sol sale por el este, etc.
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