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La intangibilidad de los tratados no basta

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Sin perjuicio de cuáles serán los resultados del Tribunal Internacional de La Haya, es interesante preguntarse: ¿será la última dificultad entre Perú y Chile, cuando de temas limítrofes se trata?

Si se leen algunas publicaciones de chilenos y peruanos, es claro que no será la última. Leyendo la redacción del tratado de 1929 y su protocolo complementario, se puede llegar a la misma conclusión.

El ex canciller de Perú, Rodríguez Cuadros, que sirvió a su Gobierno y Estado durante el mandato del Presidente Toledo, en dos publicaciones tituladas “Delimitación Marítima con equidad, el caso de Perú y Chile” (2007) y “La soberanía marítima del Perú, la Controversia entre Perú y Chile” (2010), señala en precisión, que para el Perú el componente territorial es un eje articulador de su identidad nacional, por lo tanto, de su cohesión social y política, circunstancia que determina, por defecto, la política exterior de Perú hacia Chile en todas sus dimensiones.

Bajo esa afirmación, la pregunta vuelve a rescatar la misma respuesta. No se acabarán los reclamos y reivindicaciones del Perú respecto de Chile. Es más, de no lograrse la máxima pretensión del Perú, ya existirá oportunidad en el futuro para insistir en la injusticia en la cual se encuentra Perú respecto de Chile producto de los resultados de la Guerra del Pacífico con su correspondiente Tratado de 1929 y su protocolo complementario.

Una de las cuestiones que probablemente se vuelvan a abordar, como lo han indicado algunos especialistas, es el referido al Hito N° 1 ó Punto de Concordia, el cual, de no ser abordado por el Tribunal de la Haya, permitirá a Perú trabajarlo en otra instancia. Existirá entonces, en derecho legítimo, otra oportunidad para continuar sobre esta idea de importancia de la cuestión territorial.

Otra, respecto del mismo fallo, podría estar en cuestionar la decisión del Tribunal si éste no acepta la tesis de la equidistancia en una totalidad o sólo lo hace en una parcialidad, sin perjuicio de los argumentos fundados que entregue la instancia jurídica transnacional. Ambos escenarios, serían útiles para Perú, como excusa para seguir insistiendo, sobre la improcedencia de la medida. Ante ello, jurídicamente, en un largo plazo, se podrían buscar argumentos jurídicos para replantear el tema.

El tratado de 1929 y su protocolo complementario, consagra otra circunstancia formal y política respecto de la importancia del territorio para el Perú, ya que desde el momento en que se limita la plena soberanía a Chile sobre el territorio de Arica, no sólo se evita la proyección de Bolivia hacia el océano Pacífico, sino que también, se consagra la idea de mantener vigente la voluntad de tener una presencia, aunque ‘tenue’, sobre una de las ‘provincias cautivas’, esto es, Arica.

El Abrazo de Charaña, del año 1975, ha sido la máxima muestra de tal situación, ya que ante la consulta que realiza Chile a Perú, tras el acuerdo que habían logrado los dictadores presidentes Pinochet y Banzer, Perú, responde con una contrapropuesta, donde, entre otras cosas, se consagra la idea de territorio trinacional para Arica, hecho que apunta hacia la recuperación de su ‘cautiva provincia’.

Bajo este escenario, queda preguntarse: ¿el Estado de Chile, debe continuar articulando su política exterior respecto del Perú, cuando cuestiones de fronteras se refiere, sobre la idea de ‘la intangibilidad de los tratados’?

La cuestión fronteriza, debe entonces entenderse no sólo como una definición legal, en cuanto ejercicio de soberanía nacional (intangibilidad de los tratados), sino que como cuestión territorial, como un espacio geográfico que tiene diversas expresiones, desde las políticas nacionales, pasando por las de convivencia cotidiana, y llegando a las económicas o culturales, entre otros.

Es evidente que no. Perú puede ganar o no. Si gana, puede ganar mucho o poco. Cualquiera sea el escenario, es caduco respecto del Perú, tener sólo la ‘intangibilidad de los tratados’ como eje articulador, ya que la fórmula pudo ser factible de sostener en otros momentos, pero el dinamismo del sistema internacional, en su institucionalidad y otras consideraciones de orden económico, político, social y geográfico, sólo pueden hacer mella a la argumentación chilena, pero no a la voluntad reivindicativa que alimenta identidad nacional de los peruanos. En ese marco queda observar lo que ocurrirá con Bolivia. Pero eso, es otro tema.

Superando la ‘crítica política’ de la ‘oposición’, respecto  de las ‘cuerdas separadas’ en cuanto acción del ministro Moreno con el presidente Piñera, es interesante fijarse en el planteamiento del programa de gobierno de la Nueva Mayoría, en su apartado de Relaciones Internacionales, cuando llama a tener una perspectiva sistémica integrada de las relaciones internacionales, argumento que se repite en un texto del profesor Luis Maira, titulado como “Una mirada estratégica a la Inserción internacional de Chile” contenido en el libro “Perspectivas estratégicas del proyecto nacional chileno” (2014), donde se convoca a tener una definición del Estado, cuando de posicionamiento “político espacial internacional estratégico” se refiere, con todas sus características económicas, culturales y sociales, entre otras.

Bajo esa perspectiva, la cuestión fronteriza, debe entonces entenderse no sólo como una definición legal, en cuanto ejercicio de soberanía nacional (intangibilidad de los tratados), sino que como cuestión territorial, como un espacio geográfico que tiene diversas expresiones, desde las políticas nacionales, pasando por las de convivencia cotidiana, y llegando  a las económicas o culturales, entre otros. Exige, además, desde una perspectiva sistémica, considerar la idea de escala geográfica, y por lo tanto, la de interescalaridad, cuestión, que, ciertamente, ayudará a gestionar los espacios geográficos fronterizos en su integralidad, con la institucionalidad vigente, u otras nuevas (o ajustadas), las cuales deberán ser coherentes con las exigencias de tales enfoques.

En esa línea, la circunstancia práctica de la paradiplomacia, de cualquier tipo (la buena), tendría terreno fértil para crecer en densidad, ya que la que hoy opera, debe hacerlo bajo marcos institucionales poco propicios para su desarrollo. La paradiplomacia, puede ser entendida como una actividad que viene a integrar territorios desde diversas escalas, hecho que debiese transformarse en un factor a la hora de la toma de decisiones.

Por lo tanto, ante la evidencia, que Perú no dejará de insistir en otros reclamos territoriales y la evidencia de que el argumento de la ‘intangibilidad de los tratados’ no basta, es que es del todo sugerente rescatar la idea de sistema que propone el programa de gobierno de la Nueva Mayoría para la Política Exterior en general, abordando explícitamente el tema fronterizo como prioritario, pero desde una expresión político geográfico genuinamente interescalar. No modificar la política exterior en estos temas, implica enfrentar circunstancias futuras de forma desfavorable.

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Foto: Nacho Fradejas / Licencia CC

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