Conocí a Fulvio cuando era el joven y estrellado nuevo Presidente Feuc en el año 1992. Debo decir que impresionaba su cara de virgen. Su rostro perfecto encajaba con cualquier cuadro de Boticelli, pero aún más, sorprendía una sencillez que rayaba en lo ingenuo. Mostraba orgulloso la foto de su hijo nacido hacía poco y contaba que su papi era «comerciante” de Iquique. En realidad su padre era dueño de una cadena de supermercados locales y su facturación, de seguro, era más cercana a la de un empresario que a la de un comerciante, pero el Fulvio no necesitaba de nada para destacar. Sencillamente él iba de cándido por la vida.
La presencia del fulvio era leve, leve y agradable, simpática y cálida, aún para quienes éramos perfectos desconocidos. Y así, lo hemos visto hacer carrera política y amorosa en los medios. Patrocinando causas buenas y acertadas como la del aborto terapéutico y otras.
Pero esto de convertirse en el paladín de los cuarentones onderos y agregarle el desenfado de asumir públicamente su consumo de marihuana, recuerda la candidez dulzona que tenía hace 20 años, pero de un modo que resulta poco responsable.
Esto, porque el consumo de marihuana, sus causas, efectos e implicancias resulta bastante distinto en realidades tan opuestas a la suya como la toma 18 de Septiembre o las chozas levantadas en el Vertedero en Antofagasta que en el sector del barrio alto en Santiago.
El consumo de marihuana como entrada a consumos más duros como la pasta base en sectores sociales pobres tiene que ver con la frustración, el dolor, el miedo en niños muy pequeños, cuyas madres angustiadas vendían sus pañales o la leche que retiraban en los consultorios. Mujeres buenas, pero adictas… adictas a la evasión de una realidad dura como la violencia, la ignorancia, la falta total de oportunidades.
Fui testigo de cómo mujeres se organizaban en comunidades para poder otorgar contención a estas otras enfermas, cómo las ayudan y se hacen cargo de sus niños cuando la angustia del consumo de pasta base las hace abandonarlos.
La droga no es una moda, ni cool en los sectores que viven en la miseria: es un lastre, el modo en que jamás los pobres podrán liberarse de verdad y hacerse dueños de su destino, luchar por sus derechos, organizarse.
Le creo al Fulvio, ex joven lleno de oportunidades, feliz, bello y próspero; le creo en su interés por los más desposeídos, pero su consumo en una reunión de amigos del colegio, para volver a sentirse de 18, es bastante distinto a las causas del consumo de un adulto de su edad que creció entre la basura.
Por ello, ya me resulta intoxicante y relevantemente insoportable esta parada de él… en las nubes, en otra… fuera de este mundo… en el suyo propio, que es el de unos pocos.
Y creo que hay que tomarse un poco más en serio el rol de cada uno.
Creo que el aborto, el consumo de marihuana y otros tantos temas deben despenalizarse porque pertenecen a la esfera privada de cada uno. Por ello, señor senador, ¿qué tal si deja su vida ahí y nos preocupamos de los sin voz? En una de esas, lo necesitan.
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