Hay una capa social para la que la vida es una taza de leche… hasta que algo la agita. En 2018, según cifras del INE, el ingreso medio de los chilenos se ubicó algo por sobre los $570.000, en tanto la mediana (el ingreso máximo de la mitad de la población), rondó los $400.000.
La agitación suele ser cruel: es un cáncer cuyo tratamiento no se puede pagar, es un choque que por ahorrarse las 40 lucas mensuales del seguro de un auto chico hay que mamarse entero, es el paseo de fin de
año del crío para el que se ahorró durante meses, pero hubo tantas veces de esas en que esos ahorros salvaban…
Los precarios, esa clase social emergente de “obreros de los servicios” (call centers, vendedores de tiendas, empleados de nivel medio en áreas de soporte o, en general, cadenas productivas con trámites) que cobró notoriedad con las primeras protestas, a principios de los 2000. Esa clase que según los teóricos defensores del modelo se había llevado el grueso de los beneficios del mismo: más escolaridad, menor morbilidad y mortalidad infantil, mayores ingresos… pero nadie vio que era a costa de una infinita soledad.Hemos dejado oxidarse tanto nuestras relaciones comunitarias que en esos momentos, hasta las necesidades más profundas que tienen que ver con un abrazo, las enfrentamos solos.
Porque frente a esa agitación de la taza de leche, esos 200 ó 300 mil pesos de gasto extra que no estaban presupuestados y que hubo que afrontar por un imprevisto, la capacidad de reacción es escasa, no sólo porque el flujo financiero no cuadra, sino porque hemos dejado oxidarse tanto nuestras relaciones comunitarias que en esos momentos, hasta las necesidades más profundas que tienen que ver con un abrazo, las enfrentamos solos.
Si una nueva sociedad debe nacer tiene que hacerlo con bases distintas: somos humanos, una especie gregaria, ni siquiera habríamos desarrollado lenguaje sin otros. Y no hay que escatimar esfuerzos en ver a los otros, en verlos de verdad. Aunque se nos cierren los ojos.
¡La era está pariendo un corazón! Y si el gobierno tarda con un bono, no puede faltar un vecino con una taza de té, pañales… o somos una mierda.
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