Hoy la Concertación se encuentra en llamas. Las encuestas no la favorecen. ‘Hay que superarla’, ‘crear un nuevo referente’, ‘una plataforma programática pertinente a los nuevos tiempos, no sólo electoral’, ‘no basta con cambiar el nombre’… indican políticos y analistas.
En ese marco, Carolina Tohá hace un guiño personalista por medio de un documento que convoca a generar nuevas instancias de diálogo y encuentro. Con ello se molestaron algunos, pero, en definitiva, la acción, que se viene a sumar a otras, remeció al bloque concertacionista, teniendo como efecto la auto imposición del 5 de octubre pasado como fecha para replantear desde la Concertación la oposición democrática que ‘deben ser’ para actuar y ofrecer un ‘proyecto país’.
El dinamismo de la política ofrece a la Concertación el desafío de hacer una síntesis respecto de:
A.- Los efectos de perder la última elección presidencial, donde siempre serán escasos los tiempos y espacios para evaluar que ocurrió, por lo tanto será siempre un debate inacabado.
B- Unas elecciones locales, parlamentarias y presidencial que exigen decisiones electorales, programáticas y de alianzas.
C.- Un movimiento social, denominado por el suscrito como ‘geografía de la multitud’, que tiene hoy, un desarrollo diferente a lo conocido y, que por tanto, ofrece los ‘nuevos – viejos desafíos’ para un mejora de la calidad de vida de los chilenos.
D.- Un gobierno que entrega muchas oportunidades para capitalizarlo desde una oposición democrática, dada su falta de acciones coherentes que le demanda el actual contexto político.
E.- la necesidad de encontrar el hilo conductor que permita hacer coherente y comprensible a las fuerzas políticas opositoras y sociedad civil, un ‘proyecto país’ para la nueva generación de chilenas y chilenos.
La necesaria síntesis, en función de éstos y otros antecedentes, y la incapacidad para asumirlos explican y permiten la existencia de entropía política al interior de la Concertación. El bloque debe asumirla como una oportunidad de regeneración que sea capaz de incorporar las realidades objetivas y subjetivas (sueños) de una ciudadanía significativamente más activa, en todas sus expresiones.
Este ejercicio debe ser veloz. La identificación del nuevo proyecto país a ofrecer y trabajar en las diferentes expresiones político – territoriales, como es el Parlamento, gobiernos regionales, locales y juntas de vecinos, más todas las otras expresiones de la sociedad civil, deben recoger no sólo las históricas demandas postergadas, sino que debe ser sensible con esta realidad multitudinaria que se encuentra en las calles de Chile.En ellas, medio ambiente, educación, salud, derechos laborales, demandas de los pueblos originarios, más otras problemáticas sociales y políticas, están siendo una y más veces representadas desde estos espacios públicos para ser atendidas en el sistema político. Ellos vienen a constituirse en verdaderos síntomas de crisis del ‘actual arreglo neoliberal’, que ya nadie discute, por lo menos desde la oposición concertacionista (eso aparece en el discurso).
Allí se encuentra un desafío clave para la Concertación: bregar por superar el estado actual del sistema político, el cual fue causante de dejar en el olvido las históricas e identitarias demandas sociales. Es verdad: varias se abordaron, como en salud y previsión social, y otras, pero muchas otras fueron olvidadas, agregándose varias nuevas, las cuales para ser resueltas necesitan de otros marcos referenciales… necesitan de un nuevo contrato.
No basta con gestionar por gestionar en el Parlamento las reformas políticas referidas al voto voluntario e inscripción automática, o el cambio del sistema electoral binominal, o la descentralización del país, o las reformas tributarias, o generación de una nueva Constitución. El esfuerzo está en identificar los caminos que permitan hacer viables estos temas en una multitud que precisa un norte institucional, que no da crédito a la clase política, ya que los llamados a realizarlo en un momento y espacio determinado no lo hicieron.
Como diría Maquiavelo, hay que leer de óptima forma esta coyuntura, es la oportunidad de hacer nueva política, política con nuevos contenidos, política con nuevo proyecto, donde las actitudes políticas también sean nuevas, coherentes con la voz de la multitud, con la voz de la entropía social.
Qué duda cabe, el nuevo contrato político debería estar articulado en una nueva actitud política y en una siempre atenta y participativa ciudadanía, que permita revitalizar permanentemente el sistema político en general y la oposición concertacionista en particular, cuando de la coyuntura y su proyección estratégica se refiere.
* José Orellana es académicos de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la universidad Academia de Humanismo Cristiano.
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