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La encrucijada ética de la Democracia Cristiana

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“Me mostraste cómo el dolor de un ser ha muerto en la victoria de todos”. Éste es uno de los versos del poema A mi Partido de Pablo Neruda, con el que transmite la profunda convicción que debe mover a todos aquellos que, voluntariamente, han ingresado a militar a un partido político. La militancia encuentra su fundamento en un ideario que es compartido con otros y que sustenta las acciones de cada miembro como un individuo y también las del partido como un cuerpo colectivo. Así, los múltiples intereses personales se supeditan a una comunidad que por medio de representantes democráticamente elegidos, busca el poder para llevar adelante las transformaciones que propone. Cualquier partido requerirá, por lo tanto, renuncia y generosidad de parte de sus militantes en pos del objetivo común que los une.

Las declaraciones de principios de un partido, por otra parte, son referencia para las múltiples decisiones que éste toma, un bosquejo de la sociedad que sus bases sueñan en conjunto. Si un partido carece de ideología, corre el riesgo de transformarse en una montonera de intenciones individuales que se asocian en torno a coyunturas transitorias. El mismo peligro corre una agrupación que desarrolla su accionar con una clara idea de la sociedad que busca construir, pero cuyos militantes no actúan de una manera coherente con las ideas que profesan. Cuando esto último sucede, dicho partido no sólo contribuirá al desprestigio de la acción política, sino que también pondrá en jaque su propio proyecto en el largo plazo, exponiéndose inexorablemente a la pérdida del apoyo ciudadano.

Un comportamiento ético cuestionado resulta impresentable en un partido que se identifica con el humanismo cristiano y que busca avanzar en la construcción de una sociedad comunitaria. Desde su concepción, luego del surgimiento de la Falange Nacional, el ideario de la Democracia Cristiana tuvo uno de sus principales pilares en los incuestionables estándares éticos que vivían y exigían sus militantes. Y es que la opción comunitarista no es una alternativa fácil; al contrario: quienes desde la DC buscamos conducir la lucha por un país justo, igualitario, humano y fraterno, debemos dar garantía de un comportamiento ejemplar, humilde, sin buscar privilegios ni beneficios que no puedan ser compartidos por toda la comunidad.

Sin duda que la renuncia es compleja, pero es justamente esa promesa, junto con la convicción de la vigencia y el aporte que un proyecto comunitario significa para el Chile actual, la que ha impulsado a cientos de jóvenes durante los últimos años a sumarnos a la DC. Nos hacemos parte de sus aciertos y errores, y por eso nos rebelamos frente a la posibilidad de que la mística fundacional, la del gobierno de Frei Montalva, la lucha contra la dictadura, la defensa irrestricta de los Derechos Humanos y la íntima vinculación con el mundo sindical y poblacional, se conviertan en el recuerdo lejano de un partido cuyo proyecto transformador y vanguardista no se sostiene si no es capaz de dar plenas garantías de la integridad de sus representantes y la coherencia entre las ideas humanistas cristianas y sus acciones.

Las últimas semanas el país ha sido testigo de un lamentable espectáculo que apunta al centro de lo expresado hasta ahora. A propósito de la separación de sus cargos de un grupo de dirigentes democratacristianos del municipio de Maipú, aparentemente por adherir a una lista -en las elecciones internas del partido- distinta a la que encabeza el alcalde de dicha comuna, se inició una serie de requerimientos al Tribunal Supremo del partido con el objetivo de esclarecer los hechos y sancionar a los responsables. Luego de días marcados por mediáticas acusaciones de distintos bandos, que incluso generaron nuevos requerimientos al TS, este fin de semana los medios de comunicación informaron que un acuerdo entre las partes daría por zanjado el conflicto, desactivando la intervención del Tribunal y dando por superada, una vez más, otra polémica partidaria originada en disputas de poder.

La DC está en una encrucijada. No podemos aspirar a conducir el país si permitimos que este tipo de situaciones se multipliquen. Los últimos meses hemos asistido a una serie de eventos en los que el comportamiento ético de diversos dirigentes se ha puesto en entredicho, en algunos casos incluso con pronunciamientos contundentes del Tribunal de Ética, pero que no han desencadenado ninguna sanción. La inoperancia de nuestra institucionalidad ha sido, probablemente, la causa de la escalada de acontecimientos de esta índole en todos los niveles del partido, que lentamente están pulverizando la que alguna vez fue una de nuestras fortalezas más importantes, la confianza y el aprecio de los ciudadanos.

Lamentamos que en momentos que las reformas que se impulsan desde nuestro Gobierno requieren un partido cohesionado detrás de nuestras ideas, estemos distraídos por situaciones que debiesen resolverse con celeridad y determinación. Al mismo tiempo, se opacan avances importantes en otros ámbitos partidarios, entre los que destacan los esfuerzos de la Juventud del partido para continuar con los ingresos masivos de nuevos militantes, luego de un exitoso Congreso Ideológico JDC en el que más de mil quinientos jóvenes de todas las regiones del país hicieron una relectura de la doctrina humanista cristiana más acorde a la luz de los tiempos actuales. De ahí se levantaron propuestas que apuntan a transformar el sistema neoliberal en el que vivimos por uno en el que todos los ciudadanos se reconozcan iguales en dignidad, condición necesaria para la construcción de una sociedad fraterna. Sus conclusiones serán un insumo clave para el VI Congreso Ideológico de la DC, que esperamos que reafirme con contundencia las bases del comunitarismo que guían las acciones de nuestro partido.

Los últimos meses hemos asistido a una serie de eventos en los que el comportamiento ético de diversos dirigentes se ha puesto en entredicho, en algunos casos incluso con pronunciamientos contundentes del Tribunal de Ética, pero que no han desencadenado ninguna sanción.

Para aspirar a ser una efectiva herramienta de transformación, la DC requiere una institucionalidad que garantice los valores que consideramos intransables. Sólo así la renuncia que los militantes hacemos a nuestros intereses individuales será hecha en libertad. Si esa exigencia se relativiza, o si desde las instituciones partidarias no se logra resguardar el proyecto común, nuestro partido pierde su razón de ser. El primer paso necesario para revertir las transgresiones que ha sufrido nuestra ética partidaria es que el proceso abierto a raíz de los despidos en Maipú siga su curso, dando plenas garantías a los involucrados, a los militantes que observan expectantes y a la sociedad en general, de que las ideas que la Democracia Cristiana le ofrece al país se viven y se cumplen dentro del partido, donde no hay espacio para los proyectos individualistas. Sólo entonces, como diría Neruda, seremos capaces de mostrar cómo el dolor de un ser ha muerto en la victoria de todos.

* Entrada escrita entre Claudio Castro Salas, estudiante del Master in Public Administration, London School of Economics (@cn_castro en Twitter), y Alberto Larraín Salas, Magíster en Bioética, Universidad de Chile (@albertolarrains en Twitter).

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4 Comentarios

Nico

Bien, sin embargo falta mucho por agregar, cuando nombras el congreso ideológico de la JDC, la mesa saliente presidida por Jorge Cash, omite el voto político de la comisión de salud, donde planteó el aborto terapéutico y tan sólo por un pensamiento diferente propio al de la juventud.
Ha pasado el tiempo y se ha escuchado al actual presidente de la JDC, José Ruiz en diferentes medios, entregando un apoyo al PC, frente a diferentes temas y tiempo atrás, comenta esta misma persona, que realizar un acto con la izquierda sería aberrante, entonces, la JDC hacia donde va? ¿Porque la voz de la juventud no es escuchada en su plenitud? La respuesta es sencilla, muchos camaradas, amigos he incluso hermanos/as no se sienten representados por la actual mesa «adulta» de la DC. A mi parecer y para todos los camaradas, les dejo el siguiente mensaje: los invito a caminar de la mano, construyendo un país más justo y representativo. Amigos y no tan amigos, muchos quedamos al desamparo de los líderes, forjemos una unidad y un trabajo en conjunto, recuperemos la mística, marchemos como nunca lo hemos hecho, escuchemos a todos nuestros camaradas de norte a lo más austral de nuestro Chile, hoy es nuestro momento, hoy es hora de hacernos escuchar como la JDC que todo joven quiere, ven y caminemos juntos.

jorge luis consales carvajal

Excelente comentario y comparto plenamente su contenido.

Por eso afirmó que el debate sobre lo sucedido en Maipú y quizás en otras partes que se desconocen, debe centrarse en que si es legítimo, y concuerda con el humanismo cristiano usar el poder o la facultad de dar o quitar la pega para alcanzar fines electorales o como premios o castigos.

En mi opinión siempre es lamentable un despido y mas aun condenable cuando este es injustificado y no comparto en absoluto la argumentación que son atribuciones propias o legales de un empleador o una jefatura privada o pública. El despido siempre será justo o injusto, el derecho al trabajo es un derecho humano, mas aun quienes tenemos en don de la fe, creemos que mediante el trabajo Humano Dios nos da la oportunidad de participar en la creación. Por eso hay que defender que toda persona tenga trabajo y lo conserve.

Por ello, el Tribunal Supremo del Partido no solo tiene el derecho, si no el deber, de revisar las conductas de camaradas que en su condición de tales, ocupan cargos públicos o de representación popular

Jorge Consales Carvajal

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