Escribo esto luego de saber que los estudiantes y miembros de otras organizaciones sociales se han tomado el edificio del Ex Congreso, con el fin de exigirles en la cara a los senadores educación gratuita y plebiscitos ciudadanos, o sea más democracia. Sí, más democracia en lo que fuera el corazón de la democracia chilena. Y por lo demás, este gesto es frente a la cara de quienes deberían representar la voluntad de las personas, los enadores de la república. Contradicciones más, contradicciones menos, en una suma y resta en que se ha construido la democracia luego del fin de la dictadura.
No es necesario ser un experto para saber que muchos actos necesitan de elementos simbólicos que den cuenta de una imagen más amplia de lo que en sí representan. Que grupos ciudadanos se tomen el Ex Congreso debería ser una muestra del estado en que se encuentra la democracia. Los símbolos de poder ya no representan a la ciudadanía la que debe hacerse con los medios para ser escuchada por quienes deberían escuchar.
Recordemos que el Ex Congreso de Santiago era el edificio que albergaba la actividad parlamentaria en Chile hasta el golpe militar. Como bien mencionó el Senador Girardi cuando fue increpado, las dictaduras lo primero que hacen es clausurar los parlamentos. Sin embargo, la dictadura no quedó en ese simple acto, necesitaba algo más para fundamentar el nuevo orden político que estaba instaurando. Para ello, fue necesario crear otro edificio congresal, alejado de la tradición republicana de que significaba el Ex Congreso.
En su momento se esgrimió que el nuevo Congreso se ubica en Valparaíso para apoyar y fomentar la descentralización del país, argumento que también ha sido usado en contra de trasladar toda la actividad parlamentaria a al edificio de calle Bandera. Pero esta idea no es más que retórica, ya que en la práctica la descentralización no se da. Las regiones aún siguen supeditadas a los dictámenes del Gobierno central en Santiago, como por ejemplo en Magallanes, o el caso de HidroAysén. Quizás en estos casos y en muchos otros se habría podido evitar las protestas sociales de haber existido una real descentralización que redunde en una democracia para las regiones con poder de decisión y autonomía.
Pero se debe entender bien que descentralización no significa en ningún modo ir al extremo y cambiar el Estado centralizado existente actualmente por un Estado federal. Significa dotar a las regiones de capacidades y cualidades para resolver sus propios problemas, tomar las decisiones que las regiones estimen convenientes sin tener que depender exclusivamente del gobierno central. Eso es más democracia.
Así, en nada se condice que la ubicación del Congreso sea en Valparaíso argumentado porque ayuda la descentralización. Si fuera por ello habría que preguntarse frente a este argumento por qué no sesiona el parlamento en Arica o en Punta Arenas, dando una señal a las zonas más extremas del país. El actual Congreso y su ubicación es una de las tantas mentiras que legó la dictadura y que luego se perpetuaron en el retorno a la democracia. No deja de ser simbólico que la actual democracia viva en un edificio construido por la dictadura. Tanto la estética y la arquitectura del actual Congreso, como su simbolismo reflejan el orden atávico de una democracia que fue edificada sin consultar a las personas.
Quizás para muchos no signifique demasiado que el Congreso regrese a Santiago, pero así como los actos, las democracias se construyen también con símbolos que dotan de una estructura estética a la política. Chile necesita una nueva Constitución y un nuevo orden político que incluya a todas y todos los ciudadanos en su fundamento, pero sin pasar por alto los símbolos republicanos de nuestra tradición democrática. Regresar completamente la actividad parlamentaria al Ex Congreso sería un gesto de gran magnitud, que en ningún caso sería volver a la democracia previa al golpe, sino que volver a nuestras antiguas tradiciones democráticas.
Aunque hayan pasado años desde que el Congreso dejó Santiago, existen algunos referentes en el mundo, por ejemplo en Alemania, en donde el Parlamento estaba asentado en Bonn para luego de la reunificación alemana regresar a Berlín bajo un gesto de unidad y también para volver al edificio que había albergado la democracia germana hasta la llegada de los nazis al poder en el Reichstag, cambio que se hizo a través de una votación parlamentaria. Trasladar el Congreso al antiguo edificio no es llevar el parlamento a Santiago; es llevarlo a donde debería estar y donde la dictadura lo dejó. Sería un acto simbólico que junto con una nueva Constitución y una verdadera descentralización, dotarían a la democracia de una figura no atad a un orden o una estética espuria. Las actuales demandad sociales que giran sobre la exigencia de más democracia también deben contener una nueva descentralización que esté asentada en una democracia regional y local, y así con todo esto podamos sacudirnos de los símbolos y la pseudo democracia instaladas desde la dictadura.
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Foto: Travel Journals
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peon
Estimoso: ¿y quién le dijo a usté que «los símbolos de poder» o la institucionalidad gubernamental representó alguna vez siquiera a la ciudadanía?… El sistema político no representa a la gente, sino que la utiliza, tal como utilizas una paila o un sartén para freír un huevo…
En cuánto a la democracia, el mayor poder de decisión regional no tiene por qué ser algo único que reemplace las decisiones centrales, sin embargo, lo que sí se debe incluir es una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones, según mi desaguisado criterio…
Disculpa, pero, ¿a qué «retorno a la democracia» te refieres?… Yo no he visto ningún lindo gatito que se llame democracia o maulle como alguna que se le pudiera siquiera parecer… Yeso que he estado temblorosamente atento desde mi jaulita… (Firma: Piolín)…
No creo que sea una maravilla, en términos de la propia y eventual democracia, hacer retornar el Congreso a su lugar original, y realmente no sé lo que podría significar «volver a nuestras antiguas tradiciones democráticas» cambiando el lugar de funcionamiento del Congreso… ¿No sería más simple eliminar el Congreso para comenzar a hablar de democracia?… Jaja… Yo creo que sería posiblemente muy práctico, ya que es desde el propio Congreso que emana este cuento de «la democracia» y yo, por más que lo haya intentado, aún no logro comprender a qué democracia procuran referirse…
Pregunta… Ya que hablas de una democracia ejercida en regiones, ¿cómo la ejercerías, metodológicamente hablando, al igual que una de orden nacional?… ¿Sólo con más rayas en un voto?… Si eso es así, me parece que no es la misma democracia que muchas otras personas escogerían si tuviesen dos alternativas desde las que escoger… Yo al menos no lo haría, porque creo que la democracia no sólo debe consistir en hacer rayas, sino que en poder tener la facultad de presentar una idea que incluso cambie al mundo… O que elimine el basurero de la esquina…
Por lo demás, ¿de qué forma cambiarías la Constitución y qué cosa cambiarías de ella?…
dlsklñska
jorge1812
En cierto modo concuerdo contigo y también pensé en lo simbólico del acto de tomarse en el Congreso como esa contraposición entre un ideal republicano versus una democracia a medias.
No obstante, creo que el modo de actuar de las partes, al momento de confrontarse, no responde bajo ningún punto de vista a un ideal republicano o democrático, sino al contrario, denota una falta absoluta de entendimiento en cuanto a qué es la Política.
Porque la displicencia y la prepotencia son dos formas en que la Política se destruye o se va mermando paulatinamente. Y entonces, son dos formas en que se abre el camino a la irracionalidad, la brutalidad y la violencia.
Sí la Política, entendida como argumento razonado y pacífico, se ve degradada, es difícil que aflore la Democracia, aunque estemos dentro de un edificio que la simboliza.