La República no es tal. Lo que habitamos en Chile es una estructura visualizada como una gran trampa que funciona y opera para generar capital en un país que se encuentra entre las cabezas de las economías más desiguales del mundo.
La República actual ha sido constituida por la Dictadura Militar. Negar esta evidencia es soslayar el principal problema de Chile, como se ha hecho hasta ahora, desde el triunfo de la opción No en el plebiscito de 1988. Digámoslo con todas sus letras: era necesario por el bien de los negocios que no se enfrentara en la coyuntura, la cuestión central de la democracia y que las elecciones volvieran a ser verdaderamente elecciones,como eran antes y con Allende.
Cuando aceptamos el placebo y la cohabitación del pinochetismo con partidos políticos que habían funcionado en la Constitución de 1925 como partidos democráticos, fuimos engañados.
Jaime Guzmán hizo la constitución de Pinochet con el único propósito que esta fuera una carta magna que no se pudiera modificar, como había sido la anterior, en la cual el pueblo logró una mayoría para reformar el artículo 10 número 10, el derecho de propiedad, y con ello le arrebató pacífica, política y democráticamente el poder a la oligarquía. Jaime Guzmán tenía muy claro que el golpe militar se dio en Chile para que una cosa como esa nunca más pudiera ocurrir en Chile.
Con ese objetivo político se echaron a andar los engranajes de la maquinaria que sepultó la democracia y para ello se hizo la constitución cárcel que hoy nos gobierna a los chilenos. La República no es tal. Lo que habitamos en Chile es una estructura visualizada como una gran trampa que funciona y opera para generar capital en un país que se encuentra entre las cabezas de las economías más desiguales del mundo.
El universo electoral de entonces estaba compuesto por 2.700.000 inscritos que estaban vigentes y fueron testigos de la destrucción del sistema de partidos políticos que existían antes de la Dictadura Militar. La mayoría de electores actuales, 10.700.000, nacieron bajo Pinochet y experimentaron un aprendizaje político básico inoculado por el franquismo español, fascismo adorado por Jaime Guzmán, donde los valores fundantes son la desidiologización y la despolitización. La inmensa mayoría cree que esta es una verdadera constitución, porque no conocieron otra. Y la derecha, vendedores de Chile desde los tiempos del salitre, o antes, venden la pomada que el problema constitucional no es tal.
Detrás de la instalación del tema de la nueva constitución está el de la soberanía popular, no hay opio.
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