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La Comisión Engel no sirvió de nada, y con razón

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Claramente hay un grave problema político que debe ser solucionado. Negarlo sería negar también el gran triunfo del dinero y las conveniencias empresariales por sobre una democracia que busca día tras día luchar en contra de los vestigios que la suma de militares y “técnicos” dejaron tatuados en nuestra institucionalidad. Decir que no hacen falta grandes reformas para terminar con estos vestigios, sería también una gran mentira, o seguir adelante con el discurso conformista que sólo se adecua a grandes y fuertes intereses.

Sin embargo, las formas en que se ha querido terminar con una corrupción -cosa que les aviso, nunca se terminará del todo- y con la fuerte influencia del empresariado por sobre la política, no ha sido suficiente. Pareciera que no estamos todavía conscientes de la enormidad de paradigmas que hay que cambiar, y que en una democracia la única manera en que estos se cambian, es haciendo precisamente más política en vez de dejarla a un lado y llevarla al rincón de castigados.

Y ésa esa la sensación que quedó en algunos de nosotros cuando la Presidenta Bachelet llamó a una comisión de expertos encabezada por el académico Eduardo Engel. Parecía como si un grupo de expertos desde un incierto Olimpo venían a solucionar lo que estaba pasando en el Congreso sin que ninguno hubiera pasado siquiera un ratito adentro de éste ni entendiera qué es lo que sucedía, y menos hacía cuánto estaba cooptado por poderes a los que nadie pone ojo.

La llamada Comisión Engel estuvo muy bien intencionada, decir lo contrario sería negar los buenos aportes de académicos y personas de muchos sectores de la sociedad que colaboraron con un mejoramiento de la política. Pero me parece importante insistir en lo complejo que es tratar de mejorar un ejercicio si es que no se tiene plena consciencia de por qué funciona así. De por qué nuestra democracia es una a medias todavía debido a que aún tenemos un hemiciclo que deja en evidencia la desigualdad de nuestra sociedad, ya que todavía hay personas que tienen más peso sobre el Parlamento que quienes votamos comúnmente.

Tirar una lista de iniciativas con las que concuerdo totalmente, pero encabezadas por un grupo de personas que miran el Congreso como si estuviera infestado y no se preguntan la razón por la que lo está, me parece un grave error. Me parece caer nuevamente en esa prepotencia en donde los técnicos nos vienen a contar cómo se hace política en Chile. En donde los expertos vienen a despolitizar lo político. Porque sin quererlo se transformaron en una pequeña elite que miraba a otra elite desde el desdén, desde la urgencia de cambiar esto rápidamente con lindas frases y brillantes ideas, que si no tienen un sustento político de dimensiones, es imposible que logren el objetivo que muchos deseamos.

Por eso, es que parece evidente que el nulo funcionamiento de una comisión como la mencionada es natural si no nos adentramos en el problema fundamental por el que estamos pasando, que no tiene que ver con la calidad de la política, sino con la carencia de ésta frente al abuso de poder.

Lo que hace falta es acrecentar el ejercicio en cuestión. La única manera de cambiar esta mercantilización del ejercicio público es logrando mayorías, y esto se logra mediante un cambio cultural importante. Y es que Chile necesita mejor política y, según mi parecer, la única manera de lograrlo es fortaleciendo la democracia y no escabulléndonos de ésta mediante un grupo de personas que nos dirán cosas que ya sabemos, pero, claro, tienen más micrófonos para decirlas.

Lo democrático también pasa por cambios de paradigmas que requieren más que simples esfuerzos desde un discurso establecido; desde una institucionalidad que se demuestra día a día incompetente en varios aspectos, ya que la única manera de reformarla o cambiarla, según me parece, es dentro un Congreso que entienda ese cambio cultural y que dé cabida a instancias participativas dentro de un régimen representativo como el nuestro. Pero sobre todo, un Congreso que pueda funcionar y no sea cooptado por ninguna elite, de ninguna especie.

Por eso, es que parece evidente que el nulo funcionamiento de una comisión como la mencionada es natural si no nos adentramos en el problema fundamental por el que estamos pasando, que no tiene que ver con la calidad de la política, sino con la carencia de ésta frente al abuso de poder. Un abuso de poder que viene desde poderes a los que no eligió nadie y que muchas veces tratan a nuestros representados como si fueran parte de su patrimonio.

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