El año 2011, a raíz del despertar social liderado por los estudiantes, se ha abierto una pequeña posibilidad de cambio. Pareciera que podría terminar un ciclo, pero no es claro que la casta política tenga intenciones de derribar las limitaciones de una democracia pactada entre y para esas mismas élites.
A estas alturas del partido, es de perogrullo señalar que nuestro país atraviesa por una importante crisis social y política. Económicamente – nos dicen – pareciéramos ir como avión, pero la ciudadanía ha demostrado con creces que ya no se contenta con cifras macroeconómicas que, finalmente, tienen nula repercusión en la vida diaria. El año 2011, a raíz del despertar social liderado por los estudiantes, se ha abierto una pequeña posibilidad de cambio. Pareciera que podría terminar un ciclo, pero no es claro que la casta política tenga intenciones de derribar las limitaciones de una democracia pactada entre y para esas mismas élites.
Chile es un país enfermo y, como tal, necesita remedios que puedan sanar esa enfermedad. No alivianar. Sanar. Y para ello es importante pensar, discutir y hacer propuestas que puedan ir en esa línea y encauzar el “calentamiento social” que sufre nuestro país. Como sería natural, quienes deberían encabezar esta discusión son los políticos, supuestos representantes de la soberanía nacional. Pero en la práctica, ello no está ocurriendo, a menos de dos años de la próxima elección presidencial. De brazos cruzados, y sometidos al criterio económico que todo lo inunda, pareciera que el establishment político llegó a la conclusión de que si la economía va bien, lo social puede seguir esperando otros 30 años, lo que no sólo constituye un craso error sino que también se transforma en un síntoma de la poca conexión que existe entre la política y el clamor ciudadano.
Seamos francos: no hay que esperar que se nombre un candidato presidencial para que este tipo de cosas se discuta. Quien sea el próximo candidato, debería sumarse al trabajo de discusión que estuvieran haciendo los partidos políticos, en estrecha relación con la ciudadanía.
Nos pareció importante, en este sentido, plasmar en una columna de fácil acceso para todos, cuáles son los cambios fundamentales que requieren una amplia discusión programática, que ningún representante de la política formal está llevando a cabo hoy. Aquí los puntos que creemos más importantes:
Cambio de Constitución:
La constitución actual, que ha regido al país desde 1980 y ha sido maquillada en sucesivas ocasiones, carece de toda legitimidad. Propuesta por una dictadura que se legitimó en el poder gracias a ella, no obedece a los cánones que una constitución nacional debiera tener: fue aprobada sin registros electorales ni oposición, redactada por un grupo de intelectuales sin asamblea constituyente y en la actualidad impide que el escenario político exprese lo que la sociedad chilena quiere. Una nueva constitución, que recoja democráticamente el sentir de la ciudadanía y el de todos los sectores políticos, debe ser la carta fundamental que gobierne a Chile, por lo que consideramos imperante una asamblea constituyente que permita abrir las instancias de decisión, pues debe ser la
ciudadanía la que decida sobre sí misma.
Reforma al sistema electoral:
Una nueva constitución no puede ser aprobada por el voto voluntario de un puñado de chilenos. Por el contrario, el voto obligatorio debiera ser el que permita aprobar por mayoría una constitución construida desde la nación chilena y legitimada por la misma ciudadanía. Por otro lado, el sistema binominal – que para muchos ha dado estabilidad al país – debe cambiarse. No es posible que sean electos quienes obtienen un porcentaje de votos menor a otros candidatos, pues es poco representativo de la voluntad que la ciudadanía expresa por medio del sufragio. Ocurrió con Jaime Guzmán, vaya coincidencia, en 1990, cuando salió electo con menos votos que Ricardo Lagos por Santiago Poniente. También ocurrió, más recientemente, cuando Fulvio Rossi fue electo senador con menos votos que el candidato del PRI, Salvador Urrutia. Es fundamental que este sistema sea reformado, sobre todo por la crisis de representatividad que aqueja a nuestro país. ¿O la ciudadanía siente que el Congreso Nacional, efectivamente, representa sus intereses?
Reforma tributaria profunda:
Cuando en los años ’50 el Presidente Jorge Alessandri Rodríguez realizó una tímida reforma agraria, se le llamó “reforma agraria de macetero”. La reforma actual, aunque meritoria para un gobierno de derecha, podría ser llamada “reforma tributaria de alcancía”. Es necesario que una reforma tributaria profunda aliviane la carga que significan los impuestos para las PYME y las personas y cobre lo que corresponde a grandes empresas que ven en Chile una especie de “paraíso fiscal”, donde se paga una de las tasas tributarias más bajas en comparación a las ganancias que dichas empresas obtienen.
Potenciación de las organizaciones ciudadanas:
Hoy en Chile tenemos una ciudadanía restringida por una constitución que carece de valores democráticos e impide la existencia de poder constituyente. Consideramos, por lo tanto, esencial que el Estado permita el desarrollo de las organizaciones de la sociedad civil, en un marco de socialización de la política que permita que sea realmente la ciudadanía quien decida el futuro de sí misma. Así, organizaciones como las juntas vecinales, los sindicatos, las radios comunitarias y otras, se tornan esenciales para el empoderamiento de una sociedad que comienza a demostrar no haber digerido del todo la poca relevancia que el sistema impuesto por la dictadura le da a la organización ciudadana. Por tanto, es urgente que los gobiernos dejen de entender a la sociedad civil organizada como un peligro y simplemente le permitan e incluso potencien su articulación.
Diversidad de medios de comunicación:
Hay en Chile una preocupante concentración de los medios de comunicación y una legislación que la resguarda, lo que se traduce, por un lado, en que toda la información a la que accedemos está condicionada a intereses económicos particulares, y por el otro, en que no existe un derecho a la comunicación. Como país, debemos comprender que la necesidad de una mayor diversidad de medios y de su democratización no es meramente un capricho ideológico, sino piedra fundamental para la construcción de una sociedad verdaderamente democrática.
Chile necesita cambios profundos en su modelo de desarrollo, que vayan en dirección de superar la desigualdad y la escasa participación ciudadana, entre otras cosas. El próximo candidato que quiera entrar a La Moneda el 2014 como Presidente(a) de la República, debiera plantear estos temas en la discusión nacional y encender un debate que ha estado apagado durante toda la transición, pero que condiciona el modelo de crecimiento del país. Una vez en La Moneda, su trabajo debería ser cumplir con lo que la discusión pública, organizada e incluyente, manifieste por medio de mecanismos verdaderamente representativos del sentir nacional.
Resulta difícil confiar en la actual clase política. Las encuestas, el sentir ciudadano y el estancamiento de sus discusiones así lo demuestran. Vemos con expectación los procesos sociales y la ventana histórica que éstos han abierto, porque estamos convencidos que un Chile distinto, más participativo, justo y menos desigual, requiere de estos cambios y de una discusión programática seria sobre el país que queremos construir.
* Columna coescrita junto a Jaime Alvarez
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Foto: Tomasoski / Licencia CC
Comentarios
13 de junio
Tu columna es absolutamente necesaria.
La Concertación es la que está con los brazos cruzados, mientras el presimiente Piñera y sus ministros Udi y Rn, venden el LITIO.
El próximo candidato a president@ debe responder a las demandas de Nueva Constitución, Fin del Binominal, por una democracia de verdad y no esta comedia de democracia protegida, que protege a los empresarios, y deja en la indefención a [email protected] [email protected].
Ya no bastan las promesas de cambio, no son creibles.
Queremos terminar con el saqueo de Chile y la Estafa, ahora.
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