Quienquiera que haya participado en algún nivel de la política sabe que, en democracia, el fundamento sobre el que se sostienen los acuerdos, es el de la credibilidad y la confianza. Creer y confiar en alguna institución o persona, no es desde luego privativo de la política, es esencial para el relacionamiento social en cualquier ámbito de la vida y sus multiples expresiones. Estos atributos, básicos para gestar acuerdos políticos sustentables y socialmente validados, en Chile están rotos.
El país requiere sin embargo de grandes acuerdos, de eso no hay duda. Requiere de acuerdos para superar la pandemia y requiere de acuerdos sólidos y contundentes para dejar atrás el calamitoso estado en el que se encuentra la sociedad chilena a consecuencia de un tipo de capitalismo brutal, salvaje, que condujo al agotamiento de amplios sectores de la sociedad hasta hacerlos estallar.
Es el sector del país que paga los platos rotos de la mala política y la corrupción, que coloca los muertos y que muchas veces queda a expensas del narcotráfico a causa del abandono del Estado de las barriadas populares, cuando el resto de la sociedad, o sea el resto que no sabe en qué país vive, decreta la normalidad y luego se refugia en otros ghetos.
Para superar la pandemia, en primer lugar, el gobierno tiene a su alcance las herramientas jurídicas, presupuestarias y políticas necesarias para conducir el proceso de su superación, pero ha sido, una vez más, presa de su exitismo, de ese afan por querer distinguirse de los paises del “barrio” y querer distinguirse, además, de todos quienes algo pueden aportar al interior del país.
Ese es el caso del mundo médico y científico que insistentemente reclama espacios genuinos de participación…ni más ni menos, que para aportarle al gobierno a construir soluciones que ayuden a acotar la devastación que está generando el coronavirus en la RM principalmente. Se podría citar más ejemplos de disposición y apertura de profesionales chilenos dispuestos a colaborar así como de Instituciones clave como los municipios. Exitismo e ideologísmo en tiempos de pandemia y recesión, pésima combinación.
Ya no bastan los argumentos que manidamente se utilizan para meter debajo de la alfombra los errores graves que se cometen en la gestión política y sanitaria del día a día, diciendo que esto o lo otro es “mundial”, “que es del mundo entero” sin que se precise de qué mundo estamos hablando, o ahora ¿ todo el mundo es igual ?
De partida, a los países que íbamos a superar, como Italia, están empezando a salir de la crisis sanitaria. Enseguida, los gobiernos serios han acudido en apoyo de sus empresas tanto como de sus ciudadanos. En realidad, nos estamos pareciendo más al Brasil de Bolsonaro y al EEUU de Trump, dos líderes mundiales tan o más peligrosos para la convivencia civilizada de la humanidad que la propia pandemia.
Desde el punto de vista del ejercicio del poder, la primera responsabilidad es de quien gobierna. Y el gobierno tiene la responsabilidad de abrir el arco y acoger todas las voces, pero sí busca acuerdos de verdad, tiene que sentarse a conversar con sus adversarios más enconados, empezando por las organizaciones sociales que hasta el momento son las que representan el otro Chile y que el gobierno lisa y llanamente pasa por alto.
El gobierno debe escuchar a sus distintos como precondición básica para contribuir, desde el espacio privilegiado que le otorga el poder, a generar las condiciones para empezar a salir del atolladero en el que la pandemia está metiendo al país y particularmente a las familias más pobres. En democracia se facilitan los procesos de acuerdo entre partes distintas, más que jugar a los acuerdos entre iguales.
Mucho analista político centra en el tipo de personalidad del Presidente, la principal responsabilidad en los vacíos y desaciertos en los que incurre su gobierno, siendo uno de los últimos, el exhibicionismo con el que varias autoridades han estado repartiendo las cajas de alimentos.
¿Será que la codicia de algunos terminó por diluir, a tal punto, los débiles vestigios de humanidad en nuestras relaciones sociales que también arrasó con un común mínimo sentido de pueblo y nación?
De acuerdo, no son los únicos. Varios parlamentarios ya habían mostrado su “generosa” solidaridad. Es más, aunque de un modo distinto, pero que igual sazona la sopa del descrédito y la desconfianza, es que Instituciones tan importantes para el país como el Senado, legislen para si mismas como ha sido hace menos de una semana el bochorno de la “retroactividad”, y que Axel Callis abunda en argumentos en esta columna.
Que el Presidente tiene lo suyo y al parecer poco hace para controlar sus “pulsiones”, para utilizar la curiosa terminología que utiliza el rector Carlos Peña con la que suele explicar los fenómenos sociales y políticos, sin duda que lo tiene y tampoco se esfuerza mucho por disimularlo.
También es cierto, que el hiperpresidencialismo monárquico de nuestro sistema político favorece conductas egocéntricas y con rasgos autoritarios. Pero me pregunto, ¿y la coalición política que lo llevó al poder? ¿Tanto es el deterioro del sistema político imperante en el país, que quien se ubica en el primer escalón del poder no tiene contrapesos ni en el resto del Estado ni en su propia coalición?
¿Será que la codicia de algunos terminó por diluir, a tal punto, los débiles vestigios de humanidad en nuestras relaciones sociales que también arrasó con un común mínimo sentido de pueblo y nación?
Lo que uno como simple ciudadano puede solicitar de parte de las autoridades, es que se abran con humildad a considerar la opinión y sapiencia de los expertos en salud, investigadores y mundo científico y que generen las condiciones para producir colaboración y acción conjunta con las capacidades ya instaladas en el Ministerio de Salud y en el propio Ministerio de Salud como es la Atención Primaria.
Para los temas de la política, que tienen que ver con el tipo de país que es necesario construir y que finalmente albergará nuestras vidas y la de las nuevas generaciones que nos sucederán, eso deben dejarlo a la soberanía popular que ya se pronunció: Plebiscito para una Nueva Constitución. Ahí descansan las bases para un nuevo Chile.
Manipular ese acuerdo, manosearlo hasta corromperlo, solo ensanchará la profunda fractura social sobre la que está pendiendo la convivencia del país.
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