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Juan Fernández y la “nostalgia de la luz”

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Anoche una sala del Cine Hoyts nos acogió para ver el documental “Nostalgia de la luz”, de Patricio Guzmán. Entré a ella sin tener mayores expectativas, sabía que la película había sido premiada en Cannes con una mención especial, que hablaba de astronomía y no mucho más.

Al terminar la película, los asistentes tardamos varios minutos en reaccionar, estábamos en shock, y luego cuando la luz nos hizo volver a la realidad, estallamos en un aplauso cerrado. Es una película que llega fuerte, aún más en el Chile de hoy, un país que periódicamente, busca restos humanos, esta vez en la Isla Juan Fernández, como si ese fuera nuestro destino irremediable.

La cinta se centra en la búsqueda, la de un grupo de científicos-astrónomos que buscan pistas sobre los orígenes del universo observando el cosmos, la de geólogos y arquélogos, que buscan pistas sobre la conformación de la tierra y la aparición del hombre en ella, y la búsqueda, más reciente, de un grupo de mujeres que  revisan cada milímetro del desierto para encontrar restos óseos de sus familiares desaparecidos durante la dictadura.

Todo esto ocurre en el desierto de Atacama, donde las cosas permanecen para siempre porque la humedad es prácticamente nula y, por tanto, es un territorio del pasado. “Hay seis culturas precolombinas, hay momias, están los más grandes observatorios de la tierra y tanto los astrónomos como los arqueólogos y los geólogos observan el pasado, es un territorio que le pertenece al pasado y también hay allí un grupo de mujeres que buscan todavía los restos de los desparecidos de la dictadura de Pinochet”.

Y Guzmán juega con las cámaras, saltando una y otra vez desde los grandes observatorios que se han construido en las alturas de la zona para aprovechar la claridad de sus cielos y observar los confines del universo, a las ruinas del campo de concentración de  Chacabuco, mudas testigos de las torturas y desapariciones, y luego se pasean por los hermosos  parajes  del desierto de Atacama, recorridos una y mil veces por arqueólogos que  registran las capas que conforman la corteza terrestre en busca de momias y jeroglifos y por  valientes mujeres que no descansarán en paz hasta encontrar los restos de sus amados deudos.  

En palabras de Guzmán, la película “es más metáfora, es poética y descriptiva, es decir es una película sobre la materia, es una metáfora sobre la vida en el cosmos sobre la similitud que tiene nuestro cuerpo con la vía láctea (…) y a la vez es una película que retrata el olvido”.

Entre los personajes que desfilan ante las cámaras, todos conformados en sus huesos por “el mismo calcio que está presente desde el origen del universo”, destacan el arquitecto Miguel Lawner y su esposa: “él  es un arquitecto que estuvo en seis campos de prisión diferentes y que conservó en su memoria cada espacio, cada celda, cada patio, (…) porque al ser arquitecto contó con sus pasos los espacios de cada lugar para después reproducirlos en planos. El ejército creyó que había borrado de la faz de la tierra esos campos, pero Miguel Lawner los reconstruyó con toda fidelidad. Él recuperó para la democracia y para la historia los planos de seis cárceles diferentes. Y su mujer, que también es arquitecto,  por desgracia tiene Alzeimer y ha perdido paulatinamente la memoria. Por eso esta pareja constituye una paradoja pues mientras él lo recuerda todo, ella lo está olvidando todo. Se parecen a Chile, es una metáfora de Chile donde hay una parte del país que quiere acordarse y otra que no hace más que olvidar".

Sin saberlo al momento de filmar la película, ella adquiere una connotación especial, al establecerse un inevitable  parangón entre la búsqueda incesante de restos humanos en Juan Fernández, con el proceso de duelo de quienes perdieron familiares durante la dictadura, “el duelo termina o se hace cuando el cuerpo está presente, si no el duelo queda pendiente y el dolor se acentúa”, señala Guzmán en una de las entrevistas.

Miles de restos óseos de detenidos desaparecidos, encontrados en el desierto, se apilan en bodegas, aguardando ser identificados. Ojalá el país destinara los recursos necesarios, al igual que en Juan Fernández,  para constatar su identidad y traer algo de de tranquilidad a esas mujeres que después de 30 años, siguen buscando incansablemente.

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Foto: Vancouver Latino

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