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Izquierda social: ¿dará su batalla electoral?

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La izquierda social, basal y colectiva, muy de moda en los últimos días, es un odre viejo con una que otra novedad. Ya en la década de los 60, incluso antes, tanto a inicios del siglo XX como en aquel periodo de desorganización política de comienzos de los 30, emergió el relato de una izquierda ajena a la institucionalidad política y que siempre encontró oídos. Hoy, el llamado autonomismo, una de las expresiones de la izquierda basal y colectiva, desafía nuevamente y al mismo tiempo se desafía así mismo. Después de años de critica a los partidos políticos, esta expresión de la izquierda, algo que corre en paralelo a la transición y que inicialmente dirige su discurso crítico hacia los partidos tradicionales de izquierda, codificada por algunos como la “izquierda institucional”, parece que ha llegado a un punto de mayor madurez y deberá saltar a la batalla electoral, lo cual significa una sola cosa: salir de las universidades.
 
Tal tarea es desafiante. Por una parte, no es solamente la proyección de un trabajo político desarrollado por años al interior de las universidades, sino también el desafiar el exterior, lo social en toda su dimensión, con unas prácticas políticas que se proclaman sui generis y distintas a las usadas por las “tradicionales” formas de la izquierda chilena (a veces hay mucha retorica en este discurso). Tal tarea se ha intentado antes, pero muy puntualmente, y ahora parece existir una nueva oportunidad. Por otra parte, hay más claridad respecto del espacio que se desea ocupar, aquel que está más allá de las universidades y aparentemente abandonado por la clase política y sus organizaciones. Digo aparentemente, porque en ese espacio, en donde los partidos políticos tradicionales fundan muchas de sus raíces, a pesar de todo lo que han vivido, especialmente su deslegitimación, están presentes y muy activos. Es el espacio de la organización social y sus prácticas políticas, en donde conviven los sindicatos, las juntas de vecinos, los clubes deportivos, las iglesias, los gremios, las representaciones de emprendedores populares y los funcionarios públicos. A pesar de todo lo que digan, incluso del llamado derrumbe de las instituciones -una frase propia de la sociología del slogan-, a la hora de la batalla electoral y la lucha por el cambio social, los partidos políticos están presentes y controlan fuertemente esas instancias de lo social.
 
Nada de la “retorica basal y colectivista” expresada en los últimos días y en los últimos años transformará esta última condición. Nada de los valores e ideales de una izquierda nueva, que todavía no aporta sus propios rituales, logrará mover un ápice las estructuras en las cuales se basa la organización de instancias como la CUT o las redes clientelares de los partidos políticos en lo social. Nada de lo que hay detrás de la declaración de intención de “sin Bachelet” logrará cambiar el cuadro político, aquel que pasa por el de la representación parlamentaria y presidencial. Tampoco la aparente nueva ley electoral, por si sola, cambiará esa condición. La única forma que se puede alterar esa condición, por lo menos de manera evidente, es ejercer decididamente, por parte de las fuerzas de la autonomía y la izquierda basal, y en términos pragmáticos, el derecho a dar batallas electorales. Y para eso, esa fuerza, entre las cuales está el llamado autonomismo, hoy en la cabeza de la FECH, deberá asumir que las opciones de cambio en el mediano plazo están mediadas por la disputa electoral fuera de las universidades.
 
¿Está preparado el autonomismo y la izquierda que se hace llamar social y basal para tal batalla electoral? No, no lo están. Digamos que parecen estar en camino de. Por ejemplo, las carreras políticas de los líderes de la izquierda social y basal duran exactamente entre cuatro y cinco años. Los más consecuentes, los más afortunados, pueden extender su vida útil, como líderes de estas fuerzas, ya sea como dirigentes estudiantiles o pasando a formar parte del cuerpo de profesores en las universidades, especialmente en la Chile. Y lamentablemente, la mayoría de los intentos que algunos líderes de la izquierda basal y colectiva han desarrollado para extender su carrera política, más allá de las universidades, han fracasado. Pero esto no lo entendamos desde el punto de vista personal sino como un hecho estructural. Es muy difícil pasar desde el mundo universitario al mundo de la política real; incluso, ninguno de los ex presidentes de la FECH, principalmente en los 90, cercanos o pertenecientes a la JJCC y al PC en su momento, llegaron a ser altos dirigentes de ese partido o de movimientos sociales.
 
El entusiasmo es entendible cuando se conoce la historia del autonomismo en la Universidad de Chile. El mismo se ha desarrollado entre memorias de izquierdas altamente ritualizadas, en donde hay poco espacio para la flexibilidad cultural que propone el autonomismo en su definición de lo que significa ser de izquierda, y una izquierda institucional que desconfía históricamente de los jóvenes y no tan jóvenes que dicen aspirar a una izquierda del siglo XXI. Por eso, más allá del entusiasmo, es necesario asumir las limitaciones políticas de la izquierda basal y colectivista. En este sentido, tiene razón Andrade cuando ironiza que “con las brigadas juveniles no se eligen presidentes”. El presidente PS sabe que hoy por hoy la izquierda basal y colectiva tiene cero capacidad para elegir alcaldes, parlamentarios, representantes gremiales, incluso presidentes de juntas de vecinos, quizás, con suerte, puedan optar a concejales. O sea, no es solo el binominal, ni el control burocrático del Estado, sino las formas de organización basal. Paradójicamente, en términos concretos, la izquierda social y colectiva sufre de una enorme desconexión con lo social. Andrade también sabe que el concertacionismo y la izquierda institucional usan el “cuco” de la derecha para deslegitimar y desfigurar el discurso de la izquierda social que critica a su candidata, su compromiso social y el proyecto de la izquierda institucional. Lo mismo que hoy se desliza en función de explicar la derrota de Camila Vallejo a través de un apoyo indirecto o directo de la derecha a la lista de Gabriel Boric.
 
Personalmente no creo en la novedad absoluta del autonomismo de Boric y sus camaradas, pero también reconozco que pueden ser un actor para la construcción de una fuerza amplia de izquierda. Por lo mismo, en la medida en que se transforma en ese actor, esta forma de la política de izquierda tiene un enorme desafío: impulsar batallas electorales. Tales batallas no son las del espacio universitario, el que fue dejado hace mucho tiempo por los representantes del sistema político oficial e institucional. Por ejemplo, en ese sentido, más importancia política tiene el triunfo de la NAU en la FEUC que el triunfo del autonomismo en la FECH. En la elección de la FEUC existieron más parámetros de la política que está más allá de las realidades internas que encontramos en las universidades. 
 
Si el autonomismo en la Chile y otras universidades está maduro, sus líderes ya no tendrán que ver cortada su carrera política al final de sus carreras universitarias y tener que refugiarse en las universidades, sino que saldrán al “espacio público” y por cierto la sociedad civil tendrá la opción de votar por ellos. Esperemos que así sea.
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12 de diciembre

De lo que carece el movimiento de la FECH es de la propuesta país que debe ser implementada para interpretar tanto sus aspiraciones como estudiantes, así como las necesidades que expresa la «sociedad abusada» en términos generales.

Hoy por hoy ellos no tienen proyección política porque para ello se requiere primeramente un candidato que exprese aquella propuesta país, sin embargo, la proposición actual de la FECH es que trabajarán en una propuesta que involucre a las universidades y a los sectores sociales del país, hecho de el que bien pudiera surgir un planteamiento a manera de propuesta política y al mismo tiempo un eventual candidato presidencial, cosa que sería muy interesante, porque ante el nuevo marco de Ley de las votaciones, el sector universitario unido a la intención social de cambios que ha expresado la población que lo apoyó, podrían sumar un universo de unos cinco millones de votos y posiblemente más si acaso su propuesta es convocante e interpreta fielmente el sentir las necesidades de la población.

Todo ello lo deduzco luego de escuchar a Gabriel Boric hoy noche en T.C. y en cierta medida me parece razonable, pero, al mismo tiempo concluyo que no existe tal cosa como el autonomismo, sino que apenas el sentido común y la necesidad de conformar primeramente una fuerza social que tenga proyecciones para penetrar la institucionalidad nacional con los cambios que se requiere y eventualmente convertirse en una fuerza política que llegue a disputar en la arena del Parlamento y las votaciones correspondientes todo lo que son las materias de interés que mueven a la FECH hoy en día y a los cientos de miles de ciudadanos que les han expresado su apoyo, mismo que no tuvo al comienzo ningún matiz de autonomismo o izquierdismo, o comunismo o socialismo, o ismo el que sea, sino que sólo la necesidad de encontrar soluciones vía el planteamiento de necesidades y la atención de las autoridades a sus demandas, mismas que como todos sabemos no fueron atendidas…

Lo que percibí de esa entrevista y lo que también he logrado captar de quienes promueven la necesidades de los cambios que congregan a la sociedad civil, es que cuando se habla de producirlos se mete cada quien la mano al bolsillo y saca un papelito con una lista de cosas que le parecen importantes… Así, hablan de la gratuidad y calidad en la educación, desmunicipalización, más recursos para inversión social, una reforma tributaria, fin al binominal, nueva Constitución, etcétera, sin embargo, eso no es una transformación o mejoramiento del sistema o modelo que conocemos en nuestra nación y que genera tantos descontentos en la actualidad, porque no tiene un tratamiento sistémico o que se base en la teoría de sistemas ya que, finalmente, no ataca una serie de causas en las que se basa el desencadenamiento del descontento popular…

Así, la búsqueda de aquel modelo que no sólo considere el debate e implementación de conclusiones de lo que usualmente expresan quienes se refieren a las mejoras que identifican y que requiere nuestro sistema, se ha tornado en una odisea de la que se lleva años hablando, si acaso no ya más de una década… En esto es fundamental hacer un diagnóstico correcto de las causas que originan el problema, sin embargo, lo que usualmente se puede ver o leer de quienes se refieren a ello, es que el diagnóstico que todos manejan es el de los problemas que existen, pero, no de sus causas…

Yo creo que se pueden popularizar varios tipos de movimientos, unos más mediáticos que otros, mismos que eventualmente pueden captar la atención ciudadana si acaso no hay algo mejor, pero, pienso que la sociedad siempre debe estar en la búsqueda ese modelo intelectual que satisfaga las aspiraciones de los hijos de la patria y las necesidades de proyección de la nación entera…

De hecho, creo haberme referido precisamente hoy a ese modelo en el sitio:

http://www.camaraciudadana.cl

esperando que lo dicho resulte en un aporte para el beneficio de todos, si acaso haya quienes que pudiendo recoger el guante de las acciones debidas por emprender, se dignen a bajar de sus pedestales políticos e intelectuales para leer a alguien de tan simple escritura y de baja condición social…

fsdfkjdslk

16 de enero

No estoy seguro que la pregunta sea tan atingente. Sin oponerse a las batallas electorales, la apuesta de una izquierda como la izquierda autónoma está más bien enfocada en dar la batalla política de manera más amplia.
El acervo teórico que mueve a esta izquierda entiende que los marcos institucionales de la política, dígase la administración burocrática del Estado y sus órganos de decisión, son necesarios pero están limitados en su capacidad revolucionaria. Es justamente en el ámbito de la «sociedad civil» donde se busca un cambio cultural. Ello quizá requiere una expresión electoral, pero no creo que sea la centralidad hoy día.
Saludos.

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