Este 2017 será año de elecciones. Se prevé que la participación electoral será tan baja como las pasadas elecciones municipales. Aún no hay claridad electoral y faltan muchos acontecimientos para conocer con claridad quiénes serán los candidatos y candidatas en la región. Mientras tanto, sería muy bueno poner la mirada en una cuestión más importante a propósito del diagnóstico que hago respecto de la situación política y social del país y que por consecuencia también lo es en la región.
Hasta ahora, estamos en una región donde nos da miedo enfermar, no sabemos si la educación es todo lo buena que queremos, donde falta calidad de vida y por sobre todo, que no ofrece un camino hacia el futuro.
En primer lugar, estamos todos conscientes de la grave situación de deslegitimación de la política, y así mismo de todo aquello que tiene que ver con lo público. Sin duda alguna, existen algunos brotes propios de las crisis que buscan salir a flote, pero lo general es que pasamos por una desconfianza general que se nota no sólo en la política, sino que en muchas instituciones. Podríamos decir que la institucionalización de lo público como tradicionalmente lo conocemos también tiene un fuerte cuestionamiento.
En mi opinión, esto ocurre porque estamos construidos socialmente en una cultura, en un modelo de acumulación del dinero, que hace que nuestras relaciones e interacciones sean con un solo fin: la utilidad, el beneficio personal. No me quiero adentrar en análisis ya conocidos de las causas generales de aquello, como lo es un Estado subsidiario, economía capitalista, etcétera. La conclusión obvia es que parece que ninguno de nosotros hoy, hace algo a cambio de nada, y justamente lo público (y en particular la política) no parecen ofrecer mucho al ciudadano común y corriente.
Si pensamos la estructura social dividida en tres grandes clases: baja, media y alta. Nos encontramos que la primera vive en la precariedad, es subsidiada a través de fondos y programas focalizados que los mantienen, pero poco hacen por resolver el problema estructural de la pobreza. En caso de la clase alta, ésta resuelve sus problemas de forma individual a través de su enorme riqueza y el Estado sólo importa para garantizar estándares de intercambio económico y seguridad interior y exterior. Y finalmente tenemos una clase media que no cuenta con beneficios del Estado, que no tiene poder económico individual y que su única manera de subsistir en este modelo es a través del endeudamiento que le hace vivir la falsa idea de “tener” sin tener realmente nada. Aquí está la gran mayoría de las personas, y parece ser que es la que peor evalúa un sistema que les exige rascarse solos y no les resuelve aparentemente nada. En otras palabras, ¿Por qué ir a votar si estos señores no me ayudan?, discurso cada día más instalado y reforzado.
Entonces la devolución de la confianza hacia lo público parece encontrarse en resolver esta cuestión. Lograr que la política sea capaz de construir puentes de confianza con los individuos a partir de conectar en la solución de sus cuestiones cotidianas y estructurales como: el endeudamiento, los servicios sociales, el empleo, la vivienda entre otros. Parece sencillo, se escribe fácil, pero no lo es.
Regresemos a los candidatos y a la región. Tarapacá no cuenta con proyecto de vocación de territorio, no sabe hacia dónde quiere ir, ni sabe concretamente quién es siquiera. Sin proyecto da igual quien gobierne, y seguirán eligiendo unos pocos a quienes mejor les caen. Debemos ser capaces de exigir ideas que creen un proyecto de futuro capaz de conectar con nuestras necesidades inmediatas, pero también de futuro, que busque la construcción de certezas en una sociedad donde cada vez más la inestabilidad parece apoderarse de todo. ¿Cuál será nuestra economía? El puerto, la Zofri, la minería, la agricultura, el turismo, la energía, los servicios, qué. Cuáles serán las garantías de calidad de nuestras ciudades, para que valga la pena vivir aquí, y no sólo nos aferremos a la identidad.
Hasta ahora, estamos en una región donde nos da miedo enfermar, no sabemos si la educación es todo lo buena que queremos, donde falta calidad de vida y por sobre todo, que no ofrece un camino hacia el futuro. Quienes sepan conectar con estas cosas, en mi opinión, lograrán ir más allá de las tradicionales campañas políticas que nos bombardearan en pocos meses más. Necesitamos líderes que sean capaces no sólo de sacarse fotos con nosotros, sino que sean capaces de liderar el presente y construir un futuro posible. Debemos exigir ideas, de lo contrario no podremos encontrar salida en un túnel que parece cada día más oscuro. Tarapacá merece más.
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