No se supone que un ensayista parta hablando de sí mismo y por lo mismo no sé si sea prudente publicar esta columna con mi nombre, pero por ahora me da lo mismo, porque es un desahogo necesario. Acabo de leer la excelente columna de Mirko Macari …El Lloriqueo de la Élite y debo decir que me interpreta. Sin embargo, el concepto de élite allí manejado, que si bien coincide con lo que la mayoría de los teóricos –Pareto, Mosca, Michels– entiende como tal, traiciona, en mi humilde opinión una parte de la también humilde definición de la RAE que dice que la élite es una “minoría selecta o rectora”. El problema no está en la segunda parte “rectora”, sino en la primera, “selecta”, que a su vez el mismo pedestre diccionario define como: “que es o se reputa como mejor entre las cosas de su especie”.
No veo que nuestra élite esté compuesta por los mejores, especialmente en el grupo llamado G-90, que es por edad y, solo por edad, a la generación a la que pertenezco. Digo solo por edad, dado que nadie está más lejos que yo de las élites rectoras. Escasean en estas élites los logros académicos o intelectuales, son como dijo Edison Ortiz, jaleros del poder, “…chicos disciplinados que escuchan y obedecen sin preguntar ni hacer objeciones. Casi todos formados en universidades de segunda, que jamás han escrito un paper ni se hicieron conocidos por defender alguna tesis política.”Cque el trabajo que había que hacer, no era el que hice. L búsqueda de la excelencia debió haber cedido lugar a la búsqueda de contactos y buenas militancias, el intento de ser consecuente debió haber cedido al levantamiento de maletines de notables y el arrimarse a buen árbol siendo obediente.
Yo no soy esa clase de persona y por eso supongo que estoy completamente excluido de esta “élite”. Las características de esta exclusión son abrumadoras: a uno lo invitan a escribir en un medio, pero no le ofrecen ni un peso y uno debiera conformarse con la tribuna; los libros que uno escribe se publican –si se publican– en editoriales “under” y ni hablar de tener una portada en la revista Cosas o Capital. Cuando uno postula a cargos públicos o privados queda misteriosamente fuera, mientras los mismos son ocupados por gente con simples licenciaturas, allí donde uno tiene un posgrado en una universidad extranjera decente. No, no haré denuncias concretas: no tengo la energía ni los recursos para ganarme nuevos enemigos.
La oferta para nosotros siempre está por debajo de las quinientas lucas, para decirlo en buen chileno, y uno debe darse con una piedra en el pecho porque le arrojaron una migaja que no alcanza para mantener ni educar a una familia. Sí, es cierto que ganamos más que la mitad del país, pero ello solo habla muy mal del país más desigual de la OCDE, ese barrio alto de los países en el que Chile, más que el nuevo rico, es el fantoche que se endeudó para arrendar una casita. Se espera que uno se autogestione, que se transforme en “gestor cultural” como la mayoría de los intelectuales de Chile, quienes a su migaja suman otras tantas y con ello juntan medio pan; mientras, la élite rectora, la G-90 de la que hablaba Edison Ortiz, hace pasadas millonarias sin mayores consecuencias.
Viendo este panorama, creo que el trabajo que había que hacer no era el trabajo que hice, sino que la búsqueda de la excelencia debió haber cedido lugar a la búsqueda de contactos y buenas militancias, el intento de ser consecuente debió haber cedido al levantamiento de maletines de notables y el arrimarse a buen árbol siendo obediente. En fin, mientras se haya aprendido la lección, ya da lo mismo.
“A otros enseñaron secretos que a ti no” cantaba Jorge González en su momento. Ahora por sabemos cuáles eran esos secretos y en qué consiste en Chile la minoría “selecta y rectora”: no, no voy a decir los nombres que ya están en todos los diarios. Sí voy a decir que más valía copiar y pegar que devanarse los sesos tratando de ser creativo, que valía más la universidad de los tres chanchitos que la Universidad de Chile o que cualquiera otra decente. Ahora sabemos con claridad que cuando esas élites nos vuelvan a llamar para proyectos país, ya no acudiremos, no gratis.
Comentarios
22 de febrero
En resumen, el G90 es una muestra mas del engaño de la izquierda al pueblo.
Porque el gran argumento para cambiar las cosas es luchar contra el poder, las elites; pero, finalmente, lo que buscan por abajo es crear OTRA elite, en la que están ellos obviamente….y la cual se enriquece y consolida.
Así se vio en todas las revoluciones de izquierda. Cuando, en medio de esas revoluciones, afloraron los anarquistas, quienes eran efectivamente anti-elite, fueron silenciados y finalmente eliminados por las nuevas elites. Porque, en definitiva, no se ha encontrado un sistema de gobierno en que todos manden. Por eso, nuevamente, es un engaño con el que la izquierda siembre se vende, acabar con las élites dominantes, pero finalmente SIEMPRE traiciona ese concepto poniendo su propia clase dirigente.
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