Entre todo el maremágnum de hechos políticos infartantes que se produjo este miércoles ante la salida de Pablo Longueira de la carrera presidencial, con todas las declaraciones, reflexiones y análisis que esto conlleva y el re-ordenamiento que la Derecha debe presentar faltando muy pocos meses para las elecciones, seguramente a muchos lectores la movilización social iniciada aquel mismo día, a las cinco de la mañana, en una pequeña comuna de la Región de los Ríos habrá pasado inadvertida. Lejos de la difusión que alcanzaron (merecidamente, sin duda) otros procesos de protesta ciudadana en Freirina, Quellón y otras localidades, en la comuna de Corral, desde el día martes en la madrugada se ha iniciado un proceso histórico, en el que la comunidad, organizada en asamblea ciudadana compuesta por organizaciones vecinales, sindicales, gremiales y otros actores políticos han decidido iniciar una gran movilización, ocupando las vías de acceso a la comuna, lo que en la práctica constituyó la “toma” de la comuna por parte de sus habitantes.
Las razones explotaron a raíz de las precarias condiciones materiales en las que se encuentra el camino que conecta el centro de Corral tanto con la vecina localidad de La Aguada como del nuevo hospital, en la localidad de Amargos. El gobierno regional encabezado por el intendente Henry Azurmendi respondió a las movilizaciones de la misma manera que lo hicieron sus homólogos en el resto del país ante situaciones similares. Exigiendo la reposición del orden público, invocando a Fuerzas Especiales y disponiendo un operativo represivo, en tanto evitaba el diálogo directo con la comunidad (que reclama su presencia) y entrampaba la discusión entorno a la violencia y a las formas de la protesta, en desmedro del fondo.
Quizás está de más decir que la comunidad corraleña es de por si pacífica, que la violencia empleada en los cortes de ruta es mínima y lejos de afectar la propiedad privada o pública ha demostrado ser un ejemplo de virtud cívica. La paciencia se agota, y en este caso también es de extrema justicia reconocer que Corral ha tenido mucha. Tanta como para entender que a través de la lucha es posible el cambio.
Resulta que Corral demuestra nuevamente la irracional planificación regional, que centraliza y reduce la gestión y el progreso a los límites de las capitales regionales, reproduciendo la misma centralización que viven las provincias con respecto a la capital. La pésima gestión de la autoridad comunal de derecha, los vicios de una democracia enrarecida por la confrontación y la despiadada violencia política contra sus opositores, enmarcado en el precario contexto del aislamiento, son muestras de la marginalidad en la que se ha visto sumida la comuna puerto de la región de los Ríos.
A decir verdad, son muchos los conflictos sociales que se viven en Corral. La pésima calidad de la infraestructura urbana, la deficiente inversión en educación, manifiesta en bajos resultados SIMCE, en la dolorosa realidad de muchos jóvenes que no logran acceder a la educación superior, el envejecimiento de la población, que se empequeñece ante la fuga de jóvenes que migran buscando oportunidades. La falta de alcantarillado público en los cerros, la constante promesa del Puerto que fuera el más próspero del Sur y que hoy sólo transporta chips de madera, con el consecuente impacto de sus zonas de acopio en plena vía pública. El turismo que no despega, la integración de la población indígena que no se logra, de las minorías sexuales que no se habla, la destrucción de la naturaleza, privilegiada e hipotecada, el problema central de la propiedad territorial, el acceso a los cerros…
Todo esto es fundamental entenderlo a la hora de comprender el problema en Corral, a la hora de comprender la rabia y la paciencia que se agotó, que explotó y exigió una respuesta personal, una inflexión en la gestión regional, ahora si con Corral, con su gente, con su puerto. Ciertamente no son pocas las condiciones estructurales que auguran un futuro próspero para la comuna. Late en el corazón del pueblo corraleño la capacidad de levantarse, así como lo hicieran luego del devastador terremoto de 1960, así como lo podrán hacer siempre y cuando como sociedad seamos capaces de romper el centralismo que vicia hoy todas las esferas de la gestión política.
Ciertamente ser regionalista va más allá de preocuparse por el lugar de donde sacamos votos, o por haber nacido en la comunidad que esperamos representar. Hace falta una nueva visión del futuro de Chile, una nueva forma de hacer y vivir la política, que permita entender la integración de los territorios como el único camino posible para asegurar el progreso equitativo de toda la nación.
Ciertamente ser regionalista va más allá de preocuparse por el lugar de donde sacamos votos, o por haber nacido en la comunidad que esperamos representar. Hace falta una nueva visión del futuro de Chile, una nueva forma de hacer y vivir la política, que permita entender la integración de los territorios como el único camino posible para asegurar el progreso equitativo de toda la nación.
El pueblo corraleño le ha demostrado a Chile que la riqueza más grande e importante de nuestro país no esta en el cobre o en la industria forestal. La riqueza telúrica del país reside en su gente, en el valor de un pueblo que despierta ante su destino y exige su derecho a vivir con dignidad, este es el camino que todo Chile a de seguir si quiere enfrentar su destino y responder a aquella vieja y tan nueva consigna de Fray Camilo Henriquez, quien dijera en el primer periódico diseñado dentro de las fronteras nacionales, sois provincias, pudiendo ser potencias.
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Aclaración: El autor fue candidato al Concejo Municipal de la Comuna de Corral en el año 2012. Esta publicación es una forma de retribuir el cariño y el apoyo de toda la gente que creyó en su candidatura, el camino será largo, pero seguiremos luchando juntos, aun en la distancia.
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Jorgelina Contreras Pinto
Gracias JAIME PERALES..Recibe un abrazo fraterno..