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Fe pública (y esos problemas)

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Creo, como Méndez, que existe una antipatía natural en Chile por la derecha. Demás está decir lo sobrerrepresentada que está, la herencia natural de Renovación Nacional con el latifundismo agrario y el ultramontanismo urbano de la UDI, que apenas el país se apronta a cambiar nos vienen a decir que la mayoría (inflada) de ellos cree que piensan como ellos. Y no, no es así.

El detalle con lo que declarara Méndez es que no termina de explicar un fenómeno que en este minuto va un poco más allá de la antipatía natural para con la derecha. La Concertación también aprobó hidroeléctricas y utilizó tecnologías contaminantes, también cerró cualquier discusión que apuntara hacia el matrimonio homosexual, reprimió alumnos, olvidó a los pueblos originarios, utilizó bombas lacrimógenas, contrató ñoquis y una larga lista que la ciudadanía acató como parte de cierta corriente simbólica que le hacía cuidar el patrimonio que después de 17 años de milicos, había logrado como conquista.

20 años después, nosotros mismos, la misma mayoría que siente un 56% de antipatía por Piñera, elegimos Presidente. Decidimos cambiar, el caudal simbólico concertacionista languideció, sin disposición a perpetuar a los mismos que nos habían abandonado, Decidimos pasar a la oposición. Y ese paso, que fue separarnos de nuestra relación simbólica (y emotiva) con el poder, fue decir no más. No más a esta forma de gobernar, que es exactamente la misma que la nueva forma de gobernar.

La antipatía no es exclusivamente contra la derecha; es en contra de cómo se gobierna.  El tema no pasa por  ponernos en las antípodas, que mientras unos marchan y hacen tomas los otros rechazan “la violencia” y llaman “al diálogo”, no:  el tema que está en cuestión es la fe pública. Fe comprendida en cuanto la gente cree realmente que a través de la política su vida mejorará.

Fe pública como voto de confianza, de delegación de voto, de selección de representantes, como la cesión de poder necesaria para gobernar.  Eso está en discusión, no que los partidos son necesarios para gobernar, no la pelea chica de quiénes tiran y quiénes reciben las piedras. Lo que hay de fondo es la oposición –que no es la Concertación- a cómo nos han gobernado y al tiempo, la proposición de cómo queremos ser gobernados.

Es cosa de hacer revista para ver las diferencias entre a quienes cautivamente elegimos y los temas que parecen ser importantes para nosotros: matrimonio homosexual (y sus sublimaciones), fin del binominal (y las otras fórmulas electorales), desarrollo sustentable (donde podemos discutir de manera vinculante opciones consensuadas) rediseño de las circunscripciones electorales (otra herencia), distribución de ingreso (el o de los países más desiguales del mundo), propuestas para aportar instancias de participación vinculante en el área local, accountability (para juzgar los actos de cada repartición), educación (que hace agua salvo, en los planteles privados que dan dinamismo a la economía endeudando estudiantes); democratización.

¿En alguno de estos temas (u otros) se siente en línea con lo que propone o se ha propuesto desde el(los) gobierno(s)?

La fe pública es la confianza en el progreso. Es la unión previa a los mecanismos y tiene que ver con ideas e ideales. Con ella los gobiernos acometen desde los peores errores históricos hasta los progresos que sirven de ejemplo a los demás. El tema no es qué tan mal cae el gobierno de derecha en este país; es que el pueblo, la ciudadanía, se adelantó a las dos esquinas que se disputan un poder vacío, mientras les exigen en la calle que si quieren volver a ser representantes, tiene que ser en base a lo que como sociedad aspiramos, y eso, no es sólo elegir un Presidente.

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Comentarios

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13 de junio

En tu nota, por cierto muy atingente, hay una frase que me llama especialmente la atención que se resume en ese «decidimos pasar a la oposición». Muchos compraron la idea que era sano darle a la derecha la oportunidad de gobernar, es lo que decía Lavín y que al final capitalizó Piñera captando un voto de confianza. Pero hay otros, la mayoría de los cuales eran desencantados de la Concertación, que votaron más como un castigo que para apoyar a este nuevo gobierno; creo que querían efectivamente ser oposición. Nunca se dimensionó si este sector tenía fuerza o podía articularse, algunos como MEO hicieron el intento. Sin embargo, a estas alturas parece que ese universo de gente dispuesta a ser oposición ha quedado superada por una fuerza social mucho más expansiva. En este escenario, creo que la deserción de votantes de la Concertación no tiene vuelta, más aún si este éxodo ha quedado subsumido a algo más amplio. En consecuencia, me parece que pensar sólo en reformas políticas que institucionalicen una mayor participación ciudadana y más democracia es insuficiente. Pareciera ser el momento de pensar en una nueva oferta de partidos. Hay que considerar que la pérdida de fe, aunque ésta tome la figura de la fe pública, nos puede llevar a que seamos ateos o agnósticos. Esto es, a un camino sin vuelta que se asimila a la de varios países dónde la política funciona con márgenes mínimos de apoyo y cada cierto tiempo padecen algún experimento populista. ¿O ya estamos en ello?.

Saludos y muy buena tu nota

14 de junio

Estimado Luis, saludos y gracias!!

Efectivamente hay peligros, y creo que el mayor de ellos es el que mencionas, que la democracia finalmente suceda al margen de los apoyos, que se levante una tecnocracia o grupos de políticos profesionales que pretendan ordenar-gobernar sin importarles la representatividad (con todo el quiebre que genera).

Creo que lo clave de la pasada a la oposición -que no es la Concertación- tiene que ver con el abandono simbólico del poder por las personas, dejar de creer que la Concertación de alguna forma podía representarnos con su forma de gobernar, esa pérdida fue el fin del ideario Concertacionista.

Ahora, sin engañarnos, las elecciones ordenan cerca de la recta, la gente volverá a votar por ellos en las municipales del próximo año, pero claramente el germen de la renovación está, del fin de un binominal que mata al país, a la política y a la politización, del modo de gobernar. Es lo que menciono, no se trata de estar contra algunos, se trata que el pueblo, la ciudadanía, dio un paso adelante dejando hueras las disputas políticas actuales, y que mientras no avancen en el sentido que se exige, continuará el descontento y se sumarán las marchas y paros. ¿Por qué? no porque unos sean buenos y malos, es porque somos un pueblo que le está pidiendo a su clase polítca avanzar, democratizar, mal que mal ya son 20 años de democracia de acuerdos sin nuestros acuerdos. No sé si partidos nuevos están naciendo, nació el PRO y tiene otra vocación, al menos dialogante -por necesidad- pero esa convergencia habría que estudiarla. Ahora, de que es necesario, es MUY necesario. ¿Que sean necesariamente nuevos? No por el hecho de ser nuevos son mejores.

Como comentamos al principio, la pérdida de fe, la creencia que la política puede mejorar la vida de cada uno es lo que se juega, la posibilidad del ateísmos que mencionas puede desembocar en muchos caminos, pero creo que lo que hay ahora, afuera, en la calle, es el deseo nacional de que la política exista para mejorar, involucrada, dando la cara y las respuestas, lo que no ha pasado es que un liderazgo encauce esas aspiraciones, que el colectivo genere su opción. Mientras, está informandole a los políticos que con ellos, no más.

No creo estar en experimentos populistas, si en un punto de cambio fuerte, entre democracia delegativa y una más directa, entre el espacio que los políticos pensaron que era su profesión y el pueblo, que se asoma para recordales que ese es un espacio común, y ellos, los que deben representarnos.

Gracias por tu post!

14 de junio

Un poder vacío, en su falta de legitimidad, y sin representación, por la desaprobación de ambas formas de poder (concertación y gobierno) , a falta de una oposición de verdad y en presencia de un gobierno que le interesa demostrar que manda y que tiene el poder (o la razón) que al parecer es el concepto de gobernar que manejan en la moneda ahora, antes de escuchar lo que amplios sectores de la ciudadanía desean expresar me dejan la sensación que nuestra democracia especialmente hoy es un placebo, un sucedáneo de democracia, institucionalizada y fundamentada en elementos que no son reflejo de lo que debiese ser un país democrático, al respecto dejo dos preguntas si la crisis es de la fe publica, la fe en que las cosas mejorarán a través de nuestra política ¿para quien debiese gobernar un gobierno en Chile? ¿a quién debiese favorecer o proteger un orden institucional y político en la actualidad en nuestro Chile? Son preguntas obvias al parecer, pero fundamentales al momento de hablar de una crisis de representatividad o de fe pública.

14 de junio

Cristián!

Son tremendas preguntas, pero a la hora de pensar en cómo se ejerce el poder actual es relativamente simple saber la respuesta. Yo creo que hoy la democracia es más democracia que hace 10 años, no porque institucionalente existan esas posibilidades, sino porque las exigencias que se están haciendo son el rompimiento de la institucionalidad tan cuidada por nuestros representantes que a estas alturas, no nos representan. Institucionalmente todo Estado protege sus intituciones, su poder, no hay secreto en ello. Lo interesante es que de un descontento colectivo se está transparentando el vacío donde están parados nuestros políticos, está construyendo su alternativa y dejando en claro que está a la espera de un proyecto que tenga la misma vocación de poder que cualquier otro partido, pero que los incluya, que los politice, que esté en sintonía son sus aspíraciones y sentir, con un ideario menso vertical y burócrata, más sensible a las personas y sus opciones, menso monolítico, está ahí, en todas las pancartas que la polític chilena no sabe leer por seguir creyendo que todo se puede hacer por la razón o la fuerza.

Saludos Cristian!

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