Queda menos de un mes para la elección presidencial. Las candidaturas han hecho su despliegue, tratando de convencer a un electorado cada vez más desencantado. La oferta electoral parece no estar dando cuenta, de las expectativas de muchos. La más clara muestra de ello, es el derrumbe del candidato favorito de Piñera y del gran empresariado. De nada ha servido a Sichel el apoyo del Presidente, del gabinete y de los principales donantes de dinero. No convence, parece que estuviera actuando, en el puesto de otro. Que los estudios de opinión sitúen al candidato de ultra derecha José Kast, con posibilidades de acceder a la segunda vuelta, demuestra el nivel de desorientación de los electores. Aún hoy día más del 30% no sabe por quién votará.
No ha contribuido a disipar las dudas el desempeño de las candidaturas en las entrevistas y debates. En el caso de quien todos mencionan como el favorito, Gabriel Boric. La crítica ha sido brutal, por su nulo manejo de las cifras de su programa. Errores no forzados, que se han sucedido día tras día, lo han llevado a declarar: “Puedo equivocarme en los números, pero les puedo asegurar que tengo limpias las manos”. Es cierto de que las candidaturas presidenciales no están obligadas a rendir examen en ciencias exactas para acceder a La Moneda. Problemas similares tuvo el ex presidente Aylwin, y a la querida y recordada presidenta Bachelet, tampoco se le daban mucho los números. Sin embargo, la tarea que se nos viene por delante en materia social y económica es tan fuerte que el nivel de exigencia ahora es superior. Y ningún elector se sentirá seguro de su candidato si este desconoce el costo de las medidas que propone en su programa. Simplemente, aquí hay un escollo que el candidato Boric deberá salvar. Pero también las otras candidaturas. No es aceptable que se hagan discursos llenos de vaguedades y declaraciones de intenciones. A estas alturas, tampoco son aceptables las listas de supermercado, de supuestos beneficios que se otorgarían si fulana o merengano, resultan electos. Tratar a los ciudadanos como si estuvieran esperando una dádiva, es lejos lo más clasista que se puede hacer.
La situación social y económica actual, obliga a tomar decisiones hoy. Es urgente que se acuerden y aprueben medidas inmediatas, que vayan en ayuda de hogares y mypes. Eso no podrá esperar la elección de noviembre, ni mucho menos, que las nuevas autoridades asuman en marzo de 2022. La presión social no ha mermado, y no tiene sentido esperar el cambio de gobierno para buscar soluciones ahora. Por lo pronto el retorno del vandalismo a las calles, la destrucción del mobiliario urbano, y el saqueo de comercios, es una realidad insoslayable. Ningún gobierno sea del color que sea, puede consentir en la pérdida del orden público. La izquierda debe alejarse del prurito adolescente de que la seguridad pública es un asunto de la derecha. Eso es tan absurdo como pensar que se puede construir un estado de bienestar sin crecimiento económico. Estas son dos materias pendientes, y sobre las cuales orbitará la decisión de los electores. Si realmente tiene posibilidades de ser presidente un candidato de la izquierda chilena, debe entregar claridad y certeza a las personas, de que se conservará el orden y la paz, que permiten a cada uno llevar adelante sus asuntos cotidianos. Es un error garrafal, permitir que la ultra derecha hegemonice el discurso sobre la paz y seguridad públicas.
Y no me refiero a las declaraciones al voleo, donde se condena la violencia. Me refiero a compromisos concretos. Por ejemplo, con la comunidad universitaria, y la ciudad de Concepción, que por segunda vez ve atacada su centenaria sede. Destruir una sede universitaria, o una escuela, nada tiene que ver con reivindicaciones sociales del pueblo de Chile. Aunque una elite radicalizada pretenda otra cosa, esas acciones deben ser perseguidas y sancionadas, sea que gobierne Piñera, o un gobernante de izquierda. Son acciones criminales, que no se condicen con un estándar mínimo de convivencia democrática.
En una elección, que tan pocas certezas está ofreciendo a los ciudadanos, se va a inclinar la balanza por definiciones claras, en aspectos como el mencionado. Pero, debemos estar prevenidos, tanto del ofertón populista, como del discurso autoritario que ofrece resolver todo por nosotros, sin nuestra participación. Cuando cunde la desesperanza, y cuando se anida el resentimiento en la convivencia social, la democracia corre peligro. De cada uno de nosotros depende el tomar las decisiones correctas, el hacer sentir nuestra voz. Pero depende de las candidaturas presidenciales, dar el mejor esfuerzo, para con honestidad y transparencia, dar a conocer sus programas de gobierno. No bastan las buenas intenciones, ni la buena onda. Se puede tener eso, y luego un pésimo gobierno. Y Chile no resiste otro pésimo gobierno. La candidatura que pretenda realmente llegar a La Moneda y dirigir Chile, debe prepararse mejor, hacer el esfuerzo, dejarlo todo, los electores se darán cuenta.
La presión social no ha mermado, y no tiene sentido esperar el cambio de gobierno para buscar soluciones ahora.
Nunca hay que olvidar que, en el pasado, sobre la desesperanza y el resentimiento, se anidó una serpiente, que, con su veneno, corrompió a una nación culta, y amenazó con destruir el mundo entero. Sucedió en Alemania, en elecciones democráticas, con una campaña de mentiras, y difundiendo una ideología racista, llegó al poder Adolf Hitler y el partido nazi. Hasta el día de hoy, resulta increíble, como tantas personas pudieron ser engañadas, y como tantas otras se unieron a la fiesta sangrienta con entusiasmo.
A Dios gracias, no estamos en Chile ad portas, de algo similar. Pero valga el recuerdo, para advertir a los incautos. Bajo un barniz levemente democrático, se puede esconder el mismo flagelo que fracturó un continente.
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