Las próximas elecciones parlamentarias serán las primeras —desde la recuperación de la democracia—, que se efectuarán sin en el heredado sistema de la dictadura. Por 27 años, nuestro Congreso (Senado y Cámara de Diputados) fue electo mediante un sistema que operó como un enclave autoritario institucional, el cual era cuestionado por un mayoritario sector de la ciudadanía. Los principales argumentos decían relación con su origen, el mecanismo para transformar los votos en escaños y la configuración de los distritos.
Si bien los efectos más dramáticos del binominal se observaron en la primera parlamentaria de 1989, al ser electo como senador Jaime Guzmán, a pesar de tener cerca de 175.000 votos menos que Ricardo Lagos en la disputa por la Región Metropolitana Poniente.
Esta “heterogeneidad” en el perfil de nuestros parlamentarios, poco tiene que ver con el sistema electoral.
Con el pasar de los años, los partidos críticos a este sistema encontraron formas para atenuar sus efectos nefastos, como por ejemplo la elección de parlamentarios comunistas a partir de 2009, e incluso Fulvio Rossi se benefició de este en 2009, al ser el electo a pesar de obtener la tercera votación en dicha elección de senadores en su circunscripción.
Con el nuevo sistema proporcional, se pretende corregir los principales defectos del anterior, de manera que el próximo Congreso electo sea más representativo de la sociedad chilena. Esto no es un detalle, pues una de las principales funciones del Parlamento es precisamente la de representación. Sin embargo, el problema no solo fue el binominal, sino también de nosotros, los electores, quienes votamos por candidatos que no son el reflejo de la diversidad de nuestro país.
Cuando observamos la composición de los actuales 120 miembros de la Cámara de Diputados, constatamos que existe una diversidad importante a nivel partidario: 13 partidos tienen representantes en dicha cámara, sin embargo no es posible constatar los otros aspectos de la diversidad de nuestra sociedad en este poder del Estado. Por ejemplo, del total de diputados, solo 19 son mujeres (15,8%), existe solo un diputado que reconoce su homosexualidad y también solo una parlamentaria es miembro de un pueblo originario. Por otra parte, diez no tienen estudios universitarios, cerca del 50% son abogados, médicos o ingenieros y un porcentaje similar nunca fue estudiante en la educación pública (primaria y secundaria). En cuanto a la composición etaria, en la actualidad solo hay cinco diputados de 30 años o menos (8,3%), mientras que una gran mayoría de 63 diputados tienen entre 40 y 60 años y 37 superan los 60. Por último, 84 diputados (70%) ya ha ejercido al menos un mandato en el Congreso. Esta “heterogeneidad” en el perfil de nuestros parlamentarios, poco tiene que ver con el sistema electoral.
Además, esta simple radiografía de la Cámara de Diputados refuerza la sensación de que la aproximación que nuestros representantes tienen a la discusión y legislación en temas como la reforma educacional, el aborto, el matrimonio igualitario y la problemática de los pueblos originarios, entre tantos otros, no refleja y representa apropiadamente los matices de nuestra sociedad.
Comentarios
07 de noviembre
El Congreso necesita más capacidades y menos la Presidencia.
También se hace necesario una Cámara Ciudadana Digital donde plantear temas y donde participe cualquier futuro candidato.
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