El nuevo periodo político coloca al PC frente a la oportunidad histórica real de integrarse a un proyecto progresista de largo plazo junto a las otras fuerzas de centro y de izquierda. Formar parte de una nueva mayoría. Hacer política desde el Estado y el Gobierno asumiendo las responsabilidades y los costos que ello representa. No hay espacio para dudas existenciales ni piruetas tácticas para estar con un pie adentro y otro afuera. ¿Será capaz el PC de dar el salto cualitativo?
Desde el retorno de la democracia los buenos resultados electorales han sido esquivos para los comunistas. En las 5 elecciones presidenciales pasadas, fueron los protagonistas fundamentales de pactos minoritarios cuyos candidatos no superaron el 6 %. Cuando la abanderada fue la propia Gladys Marin, lograron solo un 3.19 %.
Sus aspirantes al Parlamento han recibido también una adhesión marginal por parte del electorado, exceptuando el 2009 que logran elegir tres diputados en el marco de un acuerdo con uno de los bloques mayoritarios de la política chilena, la Concertación.
En el ámbito municipal, han mantenido la misma línea de flotación aunque han aumentado progresivamente el número de concejales por beneficiarse del remanente de votos aportados a la lista por los candidatos de otras fuerzas.
Al respecto cabe señalar que de 45 concejales electos como pacto Juntos Podemos Mas (2008) pasan a 102 concejales en las municipales del 2012, integrando una lista con el PPD y el PRSD.
En democracia el apoyo electoral obtenido muestra el arraigo de una fuerza política en la sociedad y concede poder de influencia sobre la agenda publica. El correlato inevitable es el fortalecimiento o debilitamiento de la capacidad de un partido para incidir en la política del país.
¿Cuáles son las razones que han mantenido al PC en una posición desmedrada en lo electoral y en lo político durante estos años?
Son numerosos los factores que explican esta situación. Con el derrumbe de los socialismos reales cae también el poder convocatorio de los postulados que sustentaban dichas experiencias. Se desdibujo la seducción que generaba en millones de personas los modelos de construcción de sociedades diferentes que dominaban en un tercio del territorio del planeta.
Pero lo más determinante fueron factores nacionales objetivos y subjetivos. Destacan dos. Las formas específicas que adquiere la evolución política del país antes y después de la derrota de la dictadura. Y el peso de las concepciones teóricas y de la matriz cultural que orientaron el quehacer del PC durante todo este periodo.
Para un partido ideológico, la doctrina y las categorías de análisis desde las cuales hacen la lectura de la realidad cumplen una función importante en el momento de hacer política. Son claves, para posicionarse frente a los clivajes principales de la sociedad y construir en torno a ellos las alianzas posibles y necesarias para avanzar. Durante la transición y la post transición una suerte de purismo ideológico nubló la mirada del PC afectó su capacidad de integrarse y participar en cuestiones cruciales de la política del país.
Entretanto las otras fuerzas progresistas hacían gobierno. La experiencia dictatorial había enseñado el valor de la democracia formal y el respeto de las diferencias. En un primer momento se concibe la lucha política en un marco de reconstrucción y de resguardo de la unidad del país. Una de las tareas era asegurar la gobernabilidad democrática y por ende reducir el riesgo de una involución.
Enseguida los gobiernos de la Concertación inician un conjunto de reformas y de implementación de políticas públicas de envergadura histórica que colocan al país en la senda del progreso económico y social. Dicho proceso tuvo como base un entendimiento entre lo público y lo privado alejado de la lógica de la polarización. El consenso prevaleció sobre el enfrentamiento. Eran los tiempos de la política de lo posible.
El PC no supo reconocerse en los avatares y las tensiones de ese tipo de política. El prisma de su lógica de clases y de irreconciabilidad de intereses le restó impulso para adaptarse a las circunstancias. Prefirió parapetarse en los contornos de su identidad partidaria y con ello facilitó las condiciones de su propio aislamiento respecto a las metas colectivas compartidas por las otras fuerzas democráticas.Terminó siendo una fuerza marginal en el espacio político- cultural del país durante casi dos décadas.
Pero el tiempo pasa inexorablemente y trae cambios. El país inicia un nuevo ciclo. Dicho ciclo no surge espontáneamente, es hijo del nivel de desarrollo y madurez alcanzado por la sociedad chilena. Su materialización es posible a partir de las realizaciones y de las omisiones de los gobiernos de la Concertación.
Una de las características relevantes del momento es la emergencia de una poderosa demanda por nuevos cambios. Su necesidad hace sentido común en la ciudadanía y en los actores políticos. Al respecto el desafío de las fuerzas progresistas consiste en saber justipreciar la profundidad y viabilidad de los cambios. El PC deberá asumir que las transformaciones requeridas no se plantean en una perspectiva rupturista, de destrucción del modelo económico vigente, como dicta su glosario doctrinal.
El país parece transitar de la política de lo posible a la política de lo necesario. Parafraseando a Lenin, han madurado las condiciones objetivas y subjetivas para iniciar un nuevo periodo. El nuevo periodo político coloca al PC frente a la oportunidad histórica real de integrarse a un proyecto progresista de largo plazo junto a las otras fuerzas de centro y de izquierda. Formar parte de una nueva mayoría. Hacer política desde el Estado y el Gobierno asumiendo las responsabilidades y los costos que ello representa. No hay espacio para dudas existenciales ni piruetas tácticas para estar con un pie adentro y otro afuera. ¿Será capaz el PC de dar el salto cualitativo?
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