Los avances sostenidos a realizar por un Estado deben ir a la par con los avances reales en los que incurre una sociedad
Durante las últimas semanas ha sido nota de reportaje obligada el tema del aborto, se generó un debate abierto y automático entre los actores político-sociales luego del anuncio de la Presidenta Bachelet el pasado 21 de mayo, comentarios por aquí e indirectas por allá, marchas en contra, declaraciones a favor y un sinnúmero de opiniones heterogéneas, ¿Lo analizable? La crítica y los argumentos esbozados por ciertos personajes varios.
A pesar del párrafo anterior, no quiero hablar en específico sobre el aborto, si no más bien referirme brevemente hacia lo que me causa curiosidad y una tremenda decepción, que es la forma en cómo los chilenos en general somos capaces de criticar con argumentos falaces hacia quienes estén en contra de lo que opinamos. Ha ocurrido con el tema de la diversidad sexual, fue hace unos años polémico el tema del divorcio, es contingente también la legalización de la marihuana y hoy lo es (al igual que cada cierto tiempo) el aborto.
Es interesante poder darnos cuenta de la magnitud de comentarios que generan bastante conmoción dentro de quienes los oímos, pero no quiero hablar necesariamente de personajes públicos, si no más bien de nuestra idiosincrasia chilena, que nos hace querer juzgar al otro sin antes ver la propia viga en nuestro ojo.
Parece ser que existe un morbo tremendo dentro de nosotros al ver que alguien tiene una opinión u opción diferente, se ha convertido en parte de nuestra rutina el mirar lo que ocurre a nuestro lado sin antes auto-criticarnos y ése, estimados, es el gran error.
Existe en nuestro país una suerte de moral que salta cada vez que renacen de las sombras temas como el aborto, ese placer que les causa a algunos el criticar sin conocer y más bien criticar por criticar que termina haciendo caer el tema en un debate tremendamente inmaduro y sin escapatoria alguna.
Los avances sostenidos a realizar por un Estado deben ir a la par con los avances reales en los que incurre una sociedad, cuando ésta madura y llega al punto en donde necesita un cambio de paradigma es necesario que se abra un debate amplio y organizado en donde todos evidentemente tengamos el derecho pleno y asegurado de generar una opinión, sin embargo cuando recaemos en críticas basadas en credos religiosos o concepciones moralistas personales, las trabas pueden volverse infinitas.
A quienes les agrada criticar los temas progresistas de la agenda valórica, suelen realizarlo con una base cristiana, pero una sencilla frase para el recuero: «según como juzgues, serás juzgado» y se olvidan ellos también, que creen (creemos) en un Dios que -se supone- no ve diferencias y que más que castigar, suele perdonar. A pesar de lo anterior, es más sencillo ser juez y parte en lo que pensamos que estamos bien, al encontrarnos en nuestra zona de confort nos encontramos capaces de criticar al otro por el acto que realiza y que es diferente a lo que conocemos o deseamos, y finalmente se termina siendo «más papista que el mismo Papa».
Benito Baranda da en el clavo por ejemplo en cuanto el aborto «Hace poco falleció una persona afuera de una clínica, ¿Dónde estaban los defensores de la vida?» Finalmente la conclusión es clara, es sencillo defender a un cigoto, pero no tanto ayudar a los pobres.
Pero ojo, lo descrito va más allá también de situaciones religiosas, puesto que como también señalé, dentro de nuestra sociedad vemos día a día cómo una serie de personas enmarcadas en su moralismo se creen capaces de poder decir qué es correcto o no, cómo si alguien en esta tierra tuviera el poder de condenar a alguien por ser como es.
Las grandes reformas necesarias para alcanzar un país desarrollado en lo valórico deben ir a la par con un desarrollo socio cultural en cuanto lo que comprendemos como «bien y mal». La aceptación, la tolerancia y el dejar de apuntarnos con el dedo unos con otros son claves en lo anterior, y por supuesto, entender de una vez y por todas, que no somos amos ni señores de nadie y que si es que hay alguien capaz de decir «tú estás mal», tengan por seguro, no se encuentra en este mundo.
Comentarios
09 de junio
Es un clásico que, en temas morales, el «progresismo» se guía por la premisa de que hay que dar permiso para cualquier cosa, pues no se puede tener un modelamiento de que es bueno, por lo que cualquier postura es aceptable; lease en aborto, drogas, identidad de género, etc. La derecha, al revés, tiene un modelo (muy identificado con el cristianismo), en que hay limites naturales que no deben ser traspasados, por lo que siempre cualquier intento de romper ese orden «natural», es rechazado.
Lo mismo sucede, en sentido inverso, en el caso de la economía: la derecha (Chilena, liberal) defiende la libertad para hacer lo que se quiera, ya que los límites son considerados algo no natural; por el contrario, el progresismo de izquierda busca normar el desarrollo económico para guiarlo hacia un ideal social, que tiene un modelamiento bastante sofisticado, a veces.
Por lo tanto, se comprueba que, el mismo argumento, usado en ambos bandos, se usa para propósitos distintos. Entonces, la dicotomia del discurso es general para todos.
En el caso del aborto, en particular, hay un elemento diferenciador: el pro-aborto cree que están hablando de un grupo de células, pero el contra-aborto lo considera un ASESINATO, no si hay que dejar o no esas células; o sea, provoca un sentimiento mucho mas potente; por lo tanto la arista no es comparable a un sistema económico u otro, o libertades como drogarse o identificarse con un género u otro.
Por lo tanto, querer comparar un asesinato con cualquier otro elemento, es un tema que no va a llegar a consenso nunca
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10 de junio
Estimado, algunos problemas en realidad no son solo chilenos, como ciudadanos occidentales de segunda, compartimos los problemas comunes a esta parte del mundo, lo que esta en juego en realidad son dos cosmovisiones, la una antropocentrica, la otra teocentrica, ambas concepciones con defensores y atacantes. En mi caso me ubico más hacia la segunda, el hombre con toda sus fortalezas es muy pequeño para determinar ciertas cosas.
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