El liderazgo de una persona, o de un grupo se juega en la confianza que inspira. A su vez, la confianza es el juicio realizado por los ciudadanos o electores respecto a la congruencia entre lo que el líder dice y lo que hace; y al cumplimiento de sus promesas. Además, parte del juego de la política radica en disponer de la capacidad de mostrar que se es digno de confianza (o que el rival es indigno), ante la opinión pública, y para ello el control o influencia sobre los medios resulta importante.
La Concertación desplazó a la dictadura porque apareció como un conglomerado que defendía a los ciudadanos de la tiranía de los poderosos. Ese fue el ethos fundacional del conglomerado Sin embargo, con el correr de los años fue cayendo en el descrédito, y las encuestas revelan que aún no se recupera. Tal descrédito es el resultado de un proceso en el que hubo cada vez mayores incongruencias entre lo que se suponía que era la Concertación, y lo que comenzó a mostrar: un aparato que pasó de entenderse bien con los intereses privados, a un aparato al servicio de esos intereses. Piénsese, por ejemplo en el Transantiago -que si bien buscaba sacar las micros amarillas-, su apego a los intereses de las empresas (incluyendo, por cierto las que pondrían los sistemas de control), terminaron en el desastre. Y que decir de la Ley General de Educación en donde olímpicamente se puso fin a la prohibición del lucro en la educación subvencionada, creando un escenario político peor que la antigua LOCE. Incluso antes, en el gobierno de Lago, las autopistas concesionadas con multas usurarias, vecinos afectados y voceros de derecha eran incongruentes con un conglomerado del que se esperaba que defendiera al débil ante el poderoso. La guinda de esta torta fue el paso de tecnócratas de la Concertación a directorios de los grandes grupos económicos, iniciado por J.G.Garretón y coronada por Daniel Fernández.
Sin embargo, eso no es todo. El descrédito también llegó por las decenas de casos de grandes y pequeñas corrupciones que la prensa de derecha (la única que parece contar) se encargó de gritar a los cuatro vientos, para así demoler la superioridad moral que efectivamente tenía la Concertación en el tema de los Derechos Humanos. Más allá de eso, lo cierto es que en los partidos de la Concertación se fue imponiendo una estructura de cacicazgos asociados a operadores políticos, vecinales y académicos que profitaron tramposamente de fondos públicos.
La Concertación, para recuperar poder, tiene que volver a sus raíces. Mientras sea oposición, defender genuinamente el interés general, el interés ciudadano, ante los intereses de corporaciones privadas. Tiene alejarse de la influencia de la tecnocracia neo-liberal y generar un “intelectual orgánico” ciudadano y progresista. Y además tiene que arrancar de sus filas la pequeña corrupción de los operadores. En suma, requiere una refundación moral. ¿Es posible? ¿Con quienes cuenta para ello? ¿Cómo se produce?
Será en la refundación moral –y política- de la Concertación que ésta alcance nuevamente el liderazgo. Y si ello no es posible, nuevos líderes ciudadanos emergerán. Hay una buena cosecha que está madurando, y que no son precisamente de la Concertación.
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Foto: rubodewig / Licencia CC
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