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Entre la agonía y el inicio de un nuevo ciclo político

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El nuevo ciclo político ha sido uno de los conceptos más usados para describir el triunfo de Bachelet y el supuesto inicio de una nueva etapa en nuestra historia institucional. Pero el uso de esta frase no ha sido exclusiva de esta coyuntura, ni menos propia de la centro-izquierda.

Ya en el 2011, el ex Presidente Ricardo Lagos en el diario La Tercera comentó que las movilizaciones y la agitación social, se producían producto de que “estamos ante el fin de un ciclo político en Chile” argumentando que se abrirá un nuevo ciclo de demandas impulsadas por la clase media.

En la alianza, Andrés Allamand en julio del 2012 efectuó un análisis del devenir del gobierno de Sebastián Piñera en la revista Cosas. El ex Ministro de Defensa declaró lo siguiente acerca de la estrategia del gobierno: “(…) Es mostrar que estamos en un fin de ciclo. Después de 20 años de la Concertación, se agotó un ciclo económico y uno político. Chile no puede seguir haciendo más de lo mismo”.

Por otra parte, el diario electrónico El Mostrador.cl publicó durante el mes de mayo del año 2012 una editorial titulada “El sistema binominal y la elite autocomplaciente”. En ésta se hace referencia al fin de ciclo político en el contexto de explicar los cambios en las demandas sociales de los últimos años en Chile: “Lo relevante, es que lo desea en un momento en que hay consenso sobre el fin de un ciclo político, con fuertes movimientos sociales contra el centralismo y la autor referencia del poder político, mientras este se concentra en el juego de la sucesión presidencial”.

En el ámbito académico este recurso también ha tenido asidero. En variadas publicaciones el ciclo político se ha utilizado para describir el periodo en que gobernó la Concertación. Edgardo Boeninger -fallecido intelectual y ex Ministro Secretario General de la Presidencia del primer gobierno democrático post dictadura- propuso en su último libro publicado: “Una vez elegido el Presidente -confío en que sea Frei- comienza un nuevo ciclo político”.

Estos diferentes comentarios y análisis dan cuenta de que el concepto de ciclo político se ha instalado desde hace algunos años en el país. Sin embargo, a pesar de su popularidad, cada actor que lo menciona le da su propia interpretación y le asigna significaciones diferentes. En el caso de la alianza, el ciclo político terminó con la derrota electoral de la Concertación, y el nuevo comenzó con el gobierno de Piñera.

Para otros, lo que marca el fin de ciclo son los movimientos sociales surgidos con mucha fuerza desde el 2006 y que tuvieron su clímax durante el gobierno de la Alianza. Con la emergencia de estos nuevos actores se inicia una nueva etapa en la política chilena, caracterizada por una nueva forma de interacción entre Estado y sociedad civil.

Mientras que en otros casos, el nuevo ciclo político lo inaugurará el gobierno de Michelle Bachelet, el cual es resultado de la intención, y supuesta capacidad política de la élite en el poder para atender a la serie de demandas surgidas desde la ciudadanía con una nueva forma de vinculación Estado-Sociedad.

Estas diferentes interpretaciones dan cuenta de que no existe acuerdo en la élite acerca de las verdaderas condicionantes que terminan o da inicio a un ciclo. De hecho, en esta misma línea, los críticos del concepto han dicho que el ciclo político es sólo un recurso retórico usado por una élite para legitimar su llegada al gobierno.

El ciclo político -como concepto- supone al menos cuatro elementos fundamentales: 1) un periodo extenso de tiempo; 2) de una élite que se instala en el poder; 3) la cual da curso a una serie de reformas, que son parte de un mapa cognitivo o plan de largo aliento que conduce estas reformas; 4) contando con una amplia legitimidad que permite dar continuidad al proyecto reformista.

Tomando en cuenta estos aspectos, lo primero es decir que el gobierno de la Alianza no logró constituirse en un ciclo pues; 1) no alcanzó más que un periodo de gobierno; 2) sus reformas no contaban con un mapa cognitivo ampliamente acordado entre la élite en el poder, sus partidos y su élite parlamentaria; y 3) no logró generar una legitimad suficiente para lograr dar curso a su programa.

El período de la derecha en el poder fue parte de un largo proceso de cambio en que las condiciones en la que se gobernó fueron muy distintas a las conocidas en la transición: movimientos sociales con alto poder de veto y de manejo de la agenda política; mayor capacidad de fiscalización por parte de la sociedad civil producto de un mayor acceso a información pública; crecimiento de la demanda de integración social y regulación estatal del mercado; emergencia de nuevas demandas vinculadas a la ampliación de derechos civiles; en conjunto con un evidente crecimiento de clases medias emergentes.

Con estos elementos es posible decir que el periodo actual de nuestra democracia es la agonía del ciclo político anterior, es decir, la parte final de un periodo político el cual estuvo caracterizado por un evidente ciclo: exitoso en un principio, cuyo momento más álgido fue a finales del gobierno de Lagos y comienzo del gobierno de Bachelet, pero que justamente tras alcanzar altos niveles de éxito, comienza su crisis y agonía tras la pérdida del gobierno por parte de la Concertación y fracaso en la instalación de una nueva élite encabezada por Sebastián Piñera.

Estas diferentes interpretaciones dan cuenta de que no existe acuerdo en la élite acerca de las verdaderas condicionantes que terminan o da inicio a un ciclo. De hecho, en esta misma línea, los críticos del concepto han dicho que el ciclo político es sólo un recurso retórico usado por una élite para legitimar su llegada al gobierno.

Ahora, el que estemos en este periodo agónico no garantiza que la Nueva Mayoría logre dar inicio a un nuevo ciclo político. El gobierno de Michelle Bachelet necesitará realizar un gran trabajo para iniciar exitosamente este nuevo periodo. Dos son los problemas que se han hecho evidentes en este tiempo de gestión.

Primero, la cohesión interna generada en torno al programa ha estado temblorosa por la serie de presiones internas ejercidas desde sectores de la DC y por las declaraciones incisivas sobre el alcance de las reformas por parte del Presidente del PPD. Claro está, que el inicio de una nueva etapa debe estar marcada por el debate y el conflicto, sin embargo, parte de los desafíos de la élite para iniciar un nuevo ciclo es su capacidad de llegar a acuerdos y avanzar en conjunto en la construcción de espacios de diálogo.

Segundo, la legitimidad alcanzada por Bachelet no será ad eternum. Las nuevas formas de interacción entre Estado y sociedad civil demandan desde la élite en el poder un proceso complejo de aprendizaje en el que el diálogo y la humildad serán fundamentales. Parte del fracaso del gobierno de Piñera estuvo marcado por su poca capacidad de interpretar las demandas sociales y a sus actores.

El gobierno de Bachelet se plantea explícitamente este desafío integrando gran parte de las demandas surgidas estos últimos años en su programa. Sin embargo, claro está, que las antiguas formas de negociación mediante conversaciones a puertas cerradas ya no resultarán. Los movimientos sociales han alcanzado mayores niveles de autonomía transformándolos en un hueso duro de roer a la hora de negociar.

El gobierno tiene distintos elementos a su favor, primero, que existe un manejo de la agenda y medios –por lo menos en este periodo- mucho más asertivo que el del gobierno anterior; y junto a esto, un trato diferente a los actores sociales, pues los identifican como actores políticos y no como simples demandantes de políticas públicas.

Desafío del nuevo gobierno es mantener sus buenos niveles de legitimidad, mediante una relación moderna entre la élite en el poder y los sectores de la sociedad civil organizada.

En fin, hoy sin lugar a dudas, estamos en el fin de un ciclo político, en la agonía de la antigua racionalidad política de los noventa. Sin embargo, el inicio de este nuevo ciclo estará condicionado a la capacidad de los actores en el poder de lograr acuerdos de largo aliento, generar una sólida cohesión interna y alcanzar altos niveles de legitimad, mediante un nuevo trato con la sociedad civil, para llevar a cabo de manera exitosa la ambiciosa agenda de reformas comprometidas en el programa.

Esperemos -por el bien de nuestra democracia- que los actores en cuestión estén a la altura de las circunstancias.

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Foto: Ministerio de Agricultura – Chile / Licencia CC

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