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Enrico Berlinguer y la crisis de los partidos políticos

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“Los  partidos se han convertido en máquinas de poder… no hacen más política, han degenerado y este es el origen de la enfermedad Italiana”  (Enrico Berlinguer).

En julio de 1981 el diario la Repubblica de Italia publica una entrevista al entonces secretario general del PCI Enrico Berliguer En ella, plantea la gran grieta que se abre sobre la democracia italiana “la cuestión moral”. Esta grieta, es hoy a 30 años, dramática en Italia pero de profunda vigencia y urgencia democrática en el Chile actual.

La “cuestión moral “expuesta por Berliguer va más allá más allá de su dimensión ética, conlleva una profunda dimensión política que apunta a la base de la crisis de representatividad de los partidos políticos. Al respecto son necesarias algunas citas de aquella entrevista:

“Los partidos de hoy son sobretodo máquinas de poder y clientela: escaso o mistificado conocimiento de la vida, de los problemas de la sociedad y de la gente; ideas, ideales, programas, sentimientos y pasión civiles cero. Gestionan los más contradictorios y diferentes intereses, sin ninguna relación con las necesidades humanas y sin perseguir el bien común”. No son más organizadores del pueblo ni formaciones que promuevan la iniciativa y maduración civil: son más bien federaciones de facciones, cada una con su jefe y sub-jefe.”

Para Berlinguer la degeneración de los partidos políticos es el punto esencial de la crisis de la democracia italiana, exponiendo cuál es su origen.

“Los partidos han ocupado el Estado y todas sus instituciones partiendo por el gobierno. Han ocupado las entidades locales, los bancos, las empresas públicas, los institutos culturales, los hospitales, las universidades, la televisión pública y los grandes periódicos. Todas las operaciones que las distintas instituciones están llamadas a cumplir son vistas en función de los intereses del partido, corriente o clan.”

“La cuestión moral no termina encontrando, denunciando y encarcelando a los ladrones y los corruptos de las altas esferas de la política y de la administración. La cuestión moral, en la Italia de hoy, significa sobre todo la ocupación del Estado por parte de los partidos y de sus facciones, significa una concepción de la política y de los métodos de gobierno de estos partidos que simplemente tenemos que superar y abandonar. La cuestión moral es el centro del problema italiano… si seguimos así, en Italia la democracia está en riesgo de achicarse, de no ampliarse ni desarrollarse, está en riesgo de ahogarse en un pantano”.

En lo que se refiere al clientelismo, expone “Muchas personas han aprovechado esta comercialización que se ha hecho del estado, de los abusos, del favoritismo y la discriminación. Muchos han sido chantajeados, han recibido ventajas, esperan  recibirlas o temen no recibirlas más”.
Al respecto Berlinguer es drástico en la solución:

“Los partidos deben dejar de ocupar el estado. Los partidos, como dice nuestra constitución, tienen el objetivo de  concurrir a la formación de la voluntad política de la nación y lo deben  hacer no ocupando el estado, sino interpretando las grandes corrientes de opinión, organizando las aspiraciones del pueblo y controlando democráticamente la operación de las instituciones. Los partidos, cual mas cual menos, han degenerado en esta función propia produciendo un daño gravísimo al estado y a ellos mismos”.

“Los partidos políticos pueden ser fuentes de renovación seria, solamente si atacan en su totalidad la cuestión moral andando sobre sus causas políticas”.

Lo planteado por Berlinguer hace 30 años no encontró resonancia en la clase política Italiana con las desastrosas consecuencias para la Italia de hoy.

En Chile nuestro sistema político y en especial su pilar, «los  partidos» están padeciendo la enfermedad denunciada en Italia hace 30 años , haciendo de la crisis de representatividad y participación democrática un tema de critica vigencia, el cual va más allá de derechas e  izquierdas, afectando a la sociedad en su conjunto.

En nuestro país, es evidente el impacto negativo que ha tenido el copamiento del aparato estatal por parte de los partidos políticos y con ello la generación del concepto de» partido político de gobierno » cuya función directa,  y en la práctica exclusiva, es la gestión del aparato estatal. Esta situación los ha privado de la retroalimentación generada en la participación e inserción en la vida cotidiana común, desvinculando sus visiones y decisiones de los intereses generales de la población.

En la medida que los partidos se distancian del ciudadano común, se genera en ellos una profunda crisis no solo ética sino que de representación, al ser incapaces de canalizar eficazmente la participación ciudadana e interpretar las necesidades y cambios culturales que se producen en las sociedades modernas, perdiendo su rol como pilares del sistema democrático, situándolos en el lugar de profundo desprestigio que en la actualidad se encuentran.

En la medida que los partidos se distancian del ciudadano común, se  genera en ellos una profunda crisis no solo ética sino que de representación,  al ser incapaces de canalizar eficazmente la participación ciudadana e interpretar las necesidades y cambios culturales  que se producen en las  sociedades modernas,  perdiendo su rol como pilares del sistema democrático, situándolos en el lugar de profundo desprestigio que en la actualidad se encuentran.

La  pérdida de su poder de representación real, los ha puesto en un estado de subordinación a los poderes económicos, medios de comunicación e intereses particulares de sus miembros, dejando de ser, en el caso de los partidos de izquierda, objetos de cambio.

La democracia no se construye sin los partidos políticos, de ahí que es de extrema urgencia democrática rescatarlos como el gran instrumento de participación política, sacándolos de su rol como maquinarias electorales con unos cuantos militantes funcionarios en el  poder estatal. Rescatarlos para que vuelvan a ser vehículos de los intereses y pasiones de la gente, a través de un proyecto más amplio orientado al bien común.

Esto es especialmente relevante para la “diversidad “de centro- izquierda que por su origen histórico y razón de ser, ha pretendido representar los sentimientos de cambio hacia una sociedad más «justa». Es ella quien, con sus distintas sensibilidades, debe procurar estar en sintonía, representar y defender al ciudadano común.

El enfrentamiento de la «cuestión moral » y con ello de la crisis de representatividad, pasa por volver a una política, entendida como proyecto colectivo, fundada en profundo sentido de ética pública. Partidos de centro-izquierda que genuinamente  aspiren a representar y defender a las grandes mayorías del país, no a pequeños grupos de poder, entre ellos su propia auto regeneración. Se debe establecer una frontera categórica e indudable con el dinero, los negocios, el financiamiento de campañas por grupos de interés y el tráfico de influencias.

Se hace necesario un gran coraje reformista que encare una profunda transformación del Estado retirando a  los partidos de su gestión directa. Una reforma que introduzca instrumentos efectivos de representatividad y control que incidan directamente en la forma de administración y gobierno, unido a mecanismos de transparencia, recambio y participación verdadera.

Reforma que restituya a los partidos la función de articuladores de los grandes proyectos políticos y el control de la gestión estatal.

Debemos apelar a las nuevas generaciones dentro de los propios partidos, a los movimientos sociales, los independientes, los intelectuales por nombrar a algunos, para encarar este gran desafío reformista de fortalecer el sistema democrático, construyendo partidos políticos que efectivamente representen, a una cada día más compleja sociedad civil.

Reforma con un gran sentido de ética pública, que vuelva a los partidos de centro- izquierda a su rol como objetos de cambio y representación de las grandes mayorías del país, sobre el cual comenzar a pensar una plataforma de transformaciones para  los próximos 20 años, que vaya más allá de la administración del actual modelo.


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rodrigo Valenzuela

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3 Comentarios

Domenico Calabrese Lioi

Excelente su articulo.que destaca la vigencia de Enrico Berlinguer.Lo dificil es que quienes tienen que propiciar los cambios ,son los mismos a quienes hay que cambiar.

cristian salazar

plenamente de acuerdo rodrigo, el problema esta en que los partidos ppoliticos estan concientes de esto y no desean de modo alguno cambiar la linea de accion.
a mi juicio la abtencion sistematica, a modo de ningunear la clase politica es el unico recurso democratico, ya que cualquier nuevo actor, rapidamente adquiere las viejas costumbres

mario marcel

Rodrigo, por twitter me pediste un comentario y te lo hago aca. Para mi es evidente que existe tal crisis en los partidos políticos en Chile, pero que no es exclusiva de ellos. Tal crisis se manifiesta en la profunda desconfianza de los chilenos frente a los partidos y a todos quienes se asocian al poder. Para mi esto tiene como causa fundamental la combinación de tres cosas: el extremo presidencialismo, el agudo centralismo y el sistema binominal. Esto hace que el espacio para la acción de los partidos en el aparato del estado sea inmensamente superior que en las instituciones de la democracia representativa. Para cambiar a los partidos es necesario que haya en Chile más cargos de elección popular, mas poder de decisión a nivel local y regional, mas balance entre ejecutivo y congreso y menos protección a los incumbentes. Si a esto se agrega un cambio en el balance entre los compromisos programáticos abiertos (voto programático) y los compromisos encubiertos a través del financiamiento privado de las campanas (eliminar el financiamiento empresarial), tendríamos la base no sólo para partidos políticos más volcados a las ideas y la representación, sino un país notoriamente diferente.

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