Las encuestas, fotografías cuantitativas que representan un momento de la vida social, no han sido benignas con el Presidente y tampoco, una vez más, con los líderes políticos de nuestra democracia Sin embriagarnos con los números, éstos permiten preguntarse legítimamente por qué un gobierno y un parlamento en el contexto económico de expansión luego de la crisis mundial; del rescate de los mineros; con anuncios “revolucionarios” en educación, salud, royalty y otros, apoyados por acuerdos transversales, puede marcar un nivel récord y sostenido de caída en la aprobación ciudadana y un aumento tan considerable en su rechazo. Más aún: en verano.
Al parecer las protestas magallánicas han dejado un poderoso mensaje al gobierno del Presidente Piñera y a la oposición.
Para el primero, y su flamante gabinete, es un recordatorio de que las recetas neoconservadoras de los ochenta – del tipo tatcheriano o raegganiano – las están aplicando con un atraso de 30 años y que el discurso de la “nueva forma de Gobernar”, tan ochentero como el neoconservadurismo, se está estrellando continuamente con una realidad “work in progress” bastante más “on line” con el siglo XXI que “la nueva gerencia pública” o “public management” noventero que quiso simbolizar con su primer gabinete de gerentes y los famosos “pendrives”. Los ciudadanos han enviado el mismo mensaje a su gobierno, al menos, 2 veces por twitter y faceboock: Queremos participar en la definición de las políticas que nos afectan, nuestros intereses también son importantes.
Podemos reconocer que, al menos, el “downgrade” realizado al gabinete al incorporar políticos de vieja cepa como Allamand y Matthei -bien reflejado en la entrega de carpetas de cartón en vez de memorias flash- es signo de que el instinto de mercado del presidente le dice que hay que poner el freno, y si no lo ha hecho el instinto , al menos las encuestas Cep y Adimark se lo han “insinuado”.
Para la oposición este es el segundo enero en que el mensaje viene desde la sociedad civíl y, parece ser que aún no se está en condiciones de escuchar antes de hablar. El dato más evidente es que la vocería del conflicto magallánico estuvo fuera de las arenas de la política oficial y se mantuvo, resistente, en el lado del foro de los ciudadanos. Parece ser que, tal y como en la época imperial romana, el poder está saliendo del senado y se está radicando en la arena del circo, allí donde la plebe, en este caso heroica y no vulgar, le da legitimidad. Acá parece, además, que el problema es distinto, pues a la oposición habría que decirle: señores, menos redes sociales virtuales y más contacto con las de verdad, pues, si buscamos la oportunidad en la crisis, ésta es ser capaces de bajarnos de la máquina burocrática para poder reconectar con ese chileno y chilena que no cree en la política porque no se ha conectado, desde la representación subjetiva, con una agenda de políticas y valores.
Esta es la oportunidad en esta crisis: proponer una nueva mirada en la jerarquización de los valores de la sociedad, esto es, menos mercado desbocado, más y mejor protección y regulación desde el Estado, mayor poder de decisión a las regiones y personas; más transparencia del sistema político y menos autismo en las decisiones de los responsables de aunar proyectos en una democracia. Es decir, los partidos.
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Foto: Ana Lucía Jiménez / Licencia CC
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