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El futuro del planeta: Laudato si’, mi’ Signore

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La última encíclica papal dedicada al cambio climático, el drama planetario que nos ahoga y pone en riesgo el futuro del planeta, tiene muchos elementos muy cautivantes, tanto por su contenido como por su lenguaje. La encíclica recoge todo el avance en el conocimiento científico acerca de las causas políticas, científicas, técnicas, sociales, legales, valóricas, filosóficas y espirituales que lo explican. Es un tremendo aporte para la discusión de la COP 21 a fin de año en París, donde los gobiernos y los ciudadanos tendremos que comprometernos con metas concretas.

Quizás no aporta nuevos elementos científicos, según mi modesto conocimiento; sin embargo, aporta una mayor profundización en los aspectos políticos de cada una de las ramas de la ciencia comprometida y en el carácter integral de la ecología. No podrán quedar apolíticos o anti ecólogos o indiferentes después de leerla. La vinculación de la temática con la explicación social y valórica es tremendamente certera, en un lenguaje que, a lo mejor por ignorancia, no reconozco en general en la iglesia, está planteado con altura de miras que va más allá de lo que puedan pensar estrictamente los creyentes en el marco de la fe. Los que no lo somos, también, tenemos que reconocer que lo dicho nos llega profundamente. No es un tema de grupos religiosos, políticos o sociales, es un tema de todos, por lo tanto todos debiéramos sentirnos interlocutores del Papa y yo, con mucho gusto.

La causa primera del desastre que se nos avecina tiene que ver, señala el Papa, con un modelo de crecimiento con altos niveles de consumismo y, por lo tanto, de despilfarro que deja a los pobres marginados de los frutos de la sociedad. La acumulación de contaminantes, residuos, y pérdida de ecosistemas, es el resultado de un modelo que produce lo que el mercado le señala y no lo que el hombre y su ecosistema necesitan. El estilo de desarrollo no pretende evitar los impactos negativos, su lógica de crecimiento es la ganancia y la producción y generación de bienes que no siempre tienen sentido para el mundo. Pero la encíclica no solo responde al desafío mundial con un llamado a cambiar el comportamiento de cada uno de nosotros. Es también un aviso certero para la reunión de la COP 21 de fines de año en París donde los gobiernos tendrán que fijar metas de restricción para el crecimiento de las emisiones de CO2. Pero claro, esto no es un problema solamente de los grandes países y de los ricos. Es un problema de todos y es por eso que el llamado humanista a modificar nuestras conductas, en todos los aspectos de nuestro quehacer, es tremendamente poderoso.

El cambio de conducta también tiene que ver con la forma en la que miramos a la naturaleza y cómo la cuidamos; es decir, cómo respetamos los ecosistemas, la fauna y la flora, los microsistemas. En consecuencia, tiene que ver con cómo cambiamos nuestra relación con el prójimo entendiendo que dentro de este mundo para evitar la catástrofe tenemos que mirar al hombre con más respeto, con el mismo respeto con que debemos mirar la flora y la fauna. Este no es solamente un problema de los poderosos, es de todos nosotros.

La acumulación de contaminantes, residuos, y pérdida de ecosistemas, es el resultado de un modelo que produce lo que el mercado le señala y no lo que el hombre y su ecosistema necesitan.

Por último, la encíclica plantea con fuerza la necesidad de que seamos capaces de tener políticas que estén bien fundadas con conceptos sólidos y bien pensados, tema que no solo nos puede orientar en relación con el medio ambiente sino también en otros aspectos de nuestra vida, lo dice así: “La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo”.

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2 Comentarios

peon

Es bonito decir que cuidemos el planeta. Lo he leído muchas veces, pero, a pesar de que soy partidario de lo mismo y trato de hacer lo que pueda, mucho más que cada persona individualmente pueden hacer los Gobiernos cuando destinan recursos del Estado a determinados proyectos. En particular, uno que «quemaría mucho menos aceite» es crear un mejor desarrollo en las comunas acercando las oportunidades y los sistemas a la gente en el lugar donde vive, para que esté en más contacto con la tierra. Esto tiene cosas buenas y otras no tanto, pero, si nos colocamos en «el límite de esta función» podemos imaginar que si prácticamente todos vivierán en el Área Metropolitana habría mucho más que transportar hacia ella para abastecerla y hacerla crecer y construir los servicios que siempre se están necesitando allí, luego, esta simple teoría puede decirnos que mientras más distribuido el desarrollo menos combustible fósil se quema. Obviamente hay que revisarla más a fondo con datos y otras formas de revisión matemáticas que no tiene por alcance mi comentario procurar describir.

Entonces, adhiriendo a la iniciativa del artículo, tal como lo hacen muchas otras personas que ven deteriorarse el planeta y esperando aportar con ánimos, a como cada quien se pueda llegar con estas líneas, quiero recordar unos breves pasajes bíblicos para acentuar la importancia de cuidar el planeta.

De Isaías:
6 Alzad a los cielos vuestros ojos y mirad abajo a la tierra, porque los cielos se desvanecerán como el humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir; y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre y mi justicia no perecerá.

Del Apocalipsis:
18 Y se han airado las naciones, y tu ira ha venido, y también el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.

Hay uno más que no recuerdo dónde está y decía algo así como «¿éste es el varón que ponía a la tierra como desierto?», refiriéndose a Satanás, lo que me hace pensar que la obra destructora de la tierra, o el mal uso devastador de ella para el enriquecimiento desmedido y prácticamente sin sentido de personas tras los intereses de un capital, actúan en conformidad a los deseos de Satanás…

No debemos olvidar, sin embargo, que el mandato original respecto al hombre y a la tierra era llenarla de gente y sojuzgarla o someterla…

Entonces, sí hay que cuidar el planeta y hacer el mejor uso de sus recursos, no para enriquecerse, pero sí para subsistir y reproducirnos… El uso racional de los recursos es vida para el planeta y para la humanidad…

    hernan

    Gracias. Cada vez somos más que vamos tomando conciencia del fantasma que nos amenaza.