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ENAP: El Califato petrolero de Con-Constan

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El califato de Con-Constan es bastante pequeño, pero poderoso. Tiene las mayores reservas de petróleo de la costa sur-sur del Pacífico con su única empresa, la ENAP: (Entramos, Negociamos, Agarramos y Pa la casa).

Con-Constan ha sido desde tiempos inmemoriales un reino pequeño, cuyos gobernantes fueron impuestos ahí por los Monarcas del vecino Chilestán.

Estos gobernantes no debían ser inteligentes, ni aptos, ni sabios; sólo leales a su verdadero amo y señor, el Gran Vecino.

Durante la monarquía absoluta del período llamado de la Desconcertación en Chilestán  -así conocido el lapso por la increíble facilidad para decir cosas políticamente correctas y progresistas y hacer todo lo contrario, pero siempre en “la medida de lo posible”- fueron puestos algunos funcionarios a la cabeza del Califato que cumplieron abnegadamente su labor de leales apoyadores y pagadores de favores.

Pero, como en todo régimen real, algunos de ellos definieron por sí y para sí, que también tenían derechos adquiridos sobre este producto que, siendo público, era más bien particular.

Uno mandó a cortar diez metros cuadrados de pasto por 200 millones y se armó un pequeño escándalo, que no pasó más allá de unas recomendaciones, ya que había sido un amado y querido funcionario de la Provincia de Falangistán.

El otro, el último antes del cambio de régimen en Chilestán, llega a la cabeza del Califato, por ser un gran amigo de uno de los nobles de la desconcertacionada monarquía vecina y por el buen trabajo hecho en Socialistán.

El Regente comienza su período como cualquier hijo de vecino muy apitutado, grandes sueldos, prebendas y poder, como corresponde a su esforzado y sudado cargo.

Pero avanzando en el tiempo el Gran Califa de Con-Constán, fiel a los principios de su título y los mandamientos del cargo, pone en los niveles más bajos de la regencia a una ingeniera, sin mucha experiencia, pero con un par de poderosas delanteras razones mirando hacia el futuro del Califato.

Al poco andar, nuestro bienamado califa, teniendo en cuenta los agotadores esfuerzos que pone la susodicha en satisfacer sus órdenes, la eleva de rango y sueldo acorde a las nuevas y tremendas responsabilidades. Sueldo que él le depositaba cuando estaba de azul ánimo, pasando ella de ganar apenas $1.500.000, al mínimo legal de $9.000.000 por mes en cuatro años. Pero además, la saca a trabajar a lugares inhóspitos y demenciales como las islas del Caribe, Europa y otros, donde sólo los graduados de un curso de Boinas Negras son capaces de sobrevivir.

El Califato, como cualquier reino que se precie de tal, debía rendirle cuentas al consejo de sabios, varios de los cuales habían sido puestos ahí por los regentes de Chilestán, que velaban por los intereses de ambas naciones. Sin embargo, sabido es, que los sabios de los califatos, generalmente se preocupan por cosas importantes y no por los banales y terrenales problemas relacionados con presupuestos y otras necedades semejantes, por lo que no controlaban mucho esa parte. El abnegado y sacrificado Califa, según los nobles de Chilestán, lo hacía muy bien y tenía un desempeño honorable y maravilloso, más allá de pagarle a la brillante ingeniera su ilustre trabajo y sus cursos de perfeccionamiento en el exterior con la plata de un tal Moya, ilustre desconocido, pero buen pagador de impuestos.

Todo iba viento en popa y en popo, que era la presa que más le gustaba al Califa, hasta que, lamentablemente, el período de la desconcertación acaba abruptamente y se asienta un nuevo Monarca en Chilestán, el cual designa a todos los nuevos regentes, con la condición que no le hagan la más mínima sombra a su gran sabiduría y vastos conocimientos culturales e idiomáticos.

Al Califa no le queda otra que dejar su puesto y entregar el cetro a uno nuevo, que, aparentemente, viene con otros principios morales, o amorales o inmorales  -la historia está demasiado nueva para ser contada- y parte a ocupar un alto cargo en un centro de estudios del vecino país.

Para mala suerte de él, una vez bajado del poder, los nuevos lo denostan, ya que se habría gastado más de lo debido en la ingeniera, cosa que no estaría del todo permitida, ya que ser Califa está muy bien y es políticamente correcto, pero hacerlo con la plata de Moya, es un poco incorrecto, aunque, para ser francos, en Chilestán le han gastado la billetera completa a ese pobre hombre. Aunque si no te pillan, está bien hecho.

 Moraleja:

SER CALIFA ESTÁ BIEN, PAGAR POR SERVICIOS HONORÍFICOS, ESTÁ BIEN, QUE TE PILLEN ESTÁ MAL Y ES DE PELOTUDOS,  A NO SER QUE ESTÉS GASTANDO DE TU PROPIA BILLETERA Y NO DE LA DEL RESTO.

Publicado también en : www.elpilin.cl

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