En plena crisis del sujeto feminista (a mediados de los años 80); muchas mujeres dentro del movimiento levantaron la voz y comenzaron a abrir las puertas para englobar a más mujeres bajo una misma categoría y desechando los principios biologicistas, excluyentes y normativos; concibiendo la articulación como unión para la lucha; de este universo, en los años 90, emana el pensamiento de Judith Butler, su problematización del género como consecuencia del sexo, su deconstrucción de la categoría «mujer» y su famosa teoría de la «performatividad». Para Butler, el feminismo, si de verdad quiere acabar con la violencia, la opresión y la desigualdad que emerge del sistema sexo-género, no debe limitarse a cuestionar los valores sociales y culturales que se derivan del binomio hombre-mujer sino que debe deconstruir la propia dicotomía en tanto que es el marco que permite la opresión.
Cabe señalar, para entender este contexto; que el género es un dispositivo de poder que impone de forma rígida, violenta y jerarquizada las categorías de hombre/mujer y masculino/femenino con el fin de producir cuerpos que se adapten al orden social establecido. De esta forma, dicho sistema permite explicar la opresión de todos aquellos individuos que no entran en la bipolarización de los sexos que ha diseñado el patriarcado y transgreden las fronteras de la sexualidad heteronormativa. Hay que considerar que el género, en interacción con la raza, la clase y la sexualidad es un mecanismo poder que se apoya en el patriarcado y en el capitalismo y cuyas presiones afectan de forma directa y específica a las mujeres y a las lesbianas, pero también a otros individuos o grupos que el feminismo tradicionalmente no ha incluido en su sujeto de representación, como las personas trans, no binarias y queer.
Dentro de este marco de referencia, aparece el movimiento trans de izquierda como un actor político que considera elementos estratégicos para el feminismo. Por mencionar algunos: Crítica combativa al sistema de género, al patriarcado y al capitalismo; además, de reconocer los elementos de la sociedad que utilizan el género como mecanismo de control y explotaciónEl género es un dispositivo de poder que impone de forma rígida, violenta y jerarquizada las categorías de hombre/mujer y masculino/femenino con el fin de producir cuerpos que se adapten al orden social establecido
Desde un punto de vista de la defensa feminista al derecho sobre el propio cuerpo (por ejemplo: aborto); se reconoce el derecho de las personas trans a tener libre acceso a hormonas y cirugías, sin necesidad de una tutela psiquiátrica en los sistemas públicos de salud; no obstante, se trata de comprender que sin duda existen fuertes presiones en torno al cuerpo (no únicamente de género), que hacen que las personas trans necesiten modificarlo para ser felices; pero, nadie depende de estos tratamientos para ser feliz, por lo que se rechazan los conceptos patriarcales y heteronormados, que llevan subconscientemente al cumplimiento de cánones de género para reconocerse como tal (ya sea: obligación de tratamientos hormonales, reproducción de estereotipos de género, uso excesivo de maquillaje o intervenciones quirúrgicas que pueden poner en riesgo la vida). Además, dentro del contexto del derecho sobre el propio cuerpo, se entiende que la intersexualidad es una diversidad corporal que normalmente se tiende a hacer desaparecer, o más bien que se quiere borrar a través de la recomendación de abortos terapéuticos o de los tratamientos de normalización binaria, no obstante; valoramos la conservación y su empoderamiento.
En el plano anti capitalista y anti neoliberal; somos conscientes que el creciente capitalismo rosa, ha vaciado de contenido político la lucha trans y en general LGBT; favoreciendo la mercantilización de los derechos; a modo de ejemplo: En Madrid, la fiesta del Orgullo Gay genera un ingreso promedio de 150 millones de euros, según datos de la asociación hotelera de Madrid, el 90% de las plazas hoteleras quedan cubiertas y donde, por la demanda los precios aumentan en un 50%. De lo que se desprende, que existe interés de una elite empresarial, que crea una marca LGBT absolutamente comercial y despolitizada, en asociación comercial enfocada a un público LGBT friendly.
Dado el avance del capitalismo rosa y su influencia sobre las personas trans; reconocemos la necesidad de dotar de contenidos sociales, integradores y territorialmente populares. Donde no prevalezca lo económico y mercantil, no definiéndonos como un movimiento cuyo «fin primordial es la promoción de iniciativas culturales, lúdicas, educativas y empresariales dirigidas a la Comunidad trans»; sino, que hacer hincapié en problematizar la precariedad de la vida de muchas personas trans que están inmersas en un sistema opresor tanto social, laboral, salud pública, violencia, discriminación, etc (Donde las diferencias de realidades entre trans de estratos bajos, medios y altos son abismales).
Entendemos -como un fenómeno negativo- la mercantilización del discurso de parejas LGBT liberales y con más recursos económicos; que al no poder tener hijos, apoyan las iniciativas de legalizar el vientre de alquiler, transformando a la mujer más pobre en un objeto de consumo; amparándose con un argumento que tergiversa el discurso «Yo decido sobre mi cuerpo», en donde realmente; quien está tomando el control es el poder de la oferta-demanda.
Conclusión
El trans feminismo no es sólo un movimiento identitario; sino, también un eje de transformación social de las relaciones de género que va más allá de un rol de género dicotómico, utilizando la deconstrucción como un mecanismo crítico de revitalización que no socava, ni invisibiliza al movimiento feminista. Además, levantamos un mirada crítica a las políticas neoliberales que tienden a desarticular y despolitizar los movimientos sociales, asignándose una identidad orientada a la individualidad; dejando lugar al avance de los procesos capitalistas coloniales de diferenciación, jerarquización y exclusión.
Es crucial trabajar en torno a la organización y encarnación de la política trans de izquierda; con la finalidad de materializar una voluntad política de apertura de frentes de lucha en contra de los sistemas interseccionales de opresión; reconociendo al capitalismo, patriarcado y la política neoliberal de acumulación, como los causantes principales de la precarización de la vida y mercantilización de los cuerpos; a lo que se suma, la opresión machista que divide sexualmente el trabajo con desigualdad, restringiendo el acceso a los recursos económicos y sociales; aumentando la brecha salarial, el racismo, la transfobia y la explotación sexual, entre otras.
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