Durante años, previo a los sucesos de octubre de 2019, nos dijeron que daba lo mismo el color del gato, que lo importante era que cazara ratones. Que el método daba lo mismo, era la consigna. Con esta frase, atribuida al gobernante chino Deng Xiaoping aludiendo al uso de medidas capitalistas para materializar el milagro económico de la República Popular China, se quería argumentar que no era relevante el órgano que redactara una nueva Constitución sino que éste fuera un buen texto.
Con esta mantra, retrasaron por años el debate sobre lo que entendemos como democracia. Ocultaron que la legitimidad en la toma de las decisiones es fundamental para la sociedad, lo cual incluye la elaboración del principal marco normativo como es la Carta Fundamental.
Pero llegó el 15 de noviembre de 2019 y mediante un acuerdo político de salida institucional a la crisis en que Chile estaba inmerso por esos días, se determinó convocar a una Convención Constitucional (nombre escogido para evitar guiños a quienes aspirábamos a una asamblea constituyente), con distintos mecanismos para asegurar una mayor representación: listas de independientes, paridad de entrada y salida, escaños reservados. Esto, junto a los tradicionales criterios de representación poblacional corregida por dispersión territorial.Con esta mantra, retrasaron por años el debate sobre lo que entendemos como democracia. Ocultaron que la legitimidad en la toma de las decisiones es fundamental para la sociedad, lo cual incluye la elaboración del principal marco normativo como es la Carta Fundamental.
Así fue como llegamos a las y los 155 hombres y mujeres electos en 2021 y que durante 12 meses redactaron una nueva Constitución. La que fue rechazada el 4 de septiembre último.
Es en este contexto que hoy ciertos sectores que ante el país comprometieron su apoyo a un proceso constituyente están condicionando su eventual respaldo. Así se desprende de la declaración de la UDI, RN y Evópoli queriendo rayar la cancha sobre los contenidos mínimos que consideran intransables: “La existencia de tres poderes del Estado autónomos e independientes; la existencia de un Congreso bicameral compuesto por una Cámara de Diputados y Diputadas y un Senado; la protección del derecho a la vida; la promoción de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres; la protección del medio ambiente; la protección de la propiedad, haciéndola extensiva a los fondos previsionales y al aprovechamiento de las aguas; la consagración expresa de Carabineros de Chile y las fuerzas de orden, en general, en un título autónomo; la protección del derecho a elegir en materia educacional, de salud y previsional; y la protección de un Banco Central autónomo”.
Claramente un proceso con tales condiciones no es constituyente. Más aún, alberga contradicciones vitales: es muy difícil proteger el medioambiente manteniendo el régimen de propiedad privada de la actual institucionalidad hídrica.
Y sobre la forma, están poniendo en duda la democrática elección de una convención constitucional. Su idea es conformar “un comité técnico político que sea proporcional a las fuerzas políticas que conforman el Congreso y que esté integrado por expertos con trayectoria en asuntos públicos e institucionales”. Éste debiera sentar las bases del nuevo proceso constituyente e incluso su reglamento de operación.
Además, han cuestionado la participación de independientes por listas, que sólo podrían participar integrando listas de partidos. O de forma individual, obligándolos a competir de igual a igual contra listas lo que haría casi imposible su elección.
La discusión sobre la forma de elegir el órgano que redactará la nueva Constitución y, por ende, cómo éste estará conformado, demuestra que todo lo dicho sobre que daba lo mismo cómo se redacta la Carta Fundamental, no era más que un argumento para evitar la naturaleza democrática de las leyes. Y que de esta forma sigan siendo escritas por una elite.
Porque aunque haya críticas sobre el proceso, nadie puede desconocer que éste tuvo tres momentos altamente democráticos, nunca antes vistos en Chile: se nos preguntó si queríamos o no nueva Constitución y la forma de escribirla; se nos preguntó a quiénes encomendar esta tarea; se nos preguntó si estábamos de acuerdo con lo que las y los electos escribieron. Y eso fue un muy buen ejercicio.
La democracia hace bien. Y ése es un camino del que no nos debemos desviar.
Comentarios
07 de octubre
Lleva 33 días sin entender matemática básica: 62% versus 38%…los termocéfalos perdieron: casi 8 millones de personas le dijeron «basta» a su experimento progre. Supérelo.-
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07 de octubre
Así como viene la cosa y aprovechando tu planteo inicial, queda claro que a la constitución de la dictadura, solo se le dará una manito de gato, y listo.
Chile seguirá pa´l gato.
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