Hoy somos cautivos de un sistema que no nos asegura oportunidades ni libertades. Elegir ya no da lo mismo en Chile por distintos motivos, pues, los límites que unos pocos establecen sobre los otros es también limitar la mera posibilidad de pensar distinto, de pensar más allá generando opciones y oportunidades más amplias de las que se nos quiere ofrecer, y esto lo pueden aplicar a cualquiera de los temas que hoy se debaten en nuestro país, aborto, marihuana, elecciones, medioambiente, energía, etc.
Por supuesto de que deben existir límites que cumplan con los principios y valores que queremos todos para nuestra nación, pero que esos límites se circunscriban en un pensamiento en particular en desmedro de un estado laico, es no dar oportunidad a la evolución e incluso a la modernización de la sociedad chilena.
Si hoy existe tal preocupación por aquellas “horrendas” decisiones que puedan llegar a tomar los chilenos, tiene directa relación con la calidad y nivel educacional que se entrega a la población, seguido de los temas vetados en los planes y programas de educación mínima que deberíamos recibir los jóvenes chilenos, aquellos que permitan autonomía y libertad de conciencia. Limitar el pensamiento crítico de los jóvenes, eliminándolo del aula y traspasándolo a un “otro” indefinido, es no tener en nuestro norte a una sociedad desarrollada, madura y crítica, es decir, nos quieren estúpidos.
Los parámetros valóricos que sirvan a esas decisiones autónomas y libres de los ciudadanos deben establecerlos las familias como núcleo fundamental de la sociedad chilena y no el Estado. No podemos seguir manteniendo un Estado paternalista, el que dice ser laico, que dice otorgar oportunidades, que dice sostener instituciones políticas como el gobierno y el Congreso que no hacen más que cerrar toda posibilidad de laicidad en las oportunidades que hoy entrega.
Debemos tener una constitución y leyes que otorguen verdadera libertad de elegir y decidir, que promuevan la tolerancia entre los ciudadanos, que incentiven el juicio crítico y no el juicio de los que hoy se quedan cortos a los avances de la sociedad
Debemos tener una constitución y leyes que otorguen verdadera libertad de elegir y decidir, que promuevan la tolerancia entre los ciudadanos, que incentiven el juicio crítico y no el juicio de los que hoy se quedan cortos a los avances de la sociedad. Tenemos un parlamento atestado de hombres y vacío de mujeres, tenemos un parlamento envejecido, con sillas especiales para cada honorable pues llevan mucho tiempo allí, un parlamento clasista y conservador, un parlamento que santifica a las doctrinas obsoletas, parlamento que sirve a los partidos y no a los pueblos, no a las minorías, no a las mayorías, menos a los intereses de la ciudadanía por mucho que las exijan.
Necesitamos una sociedad que hable de política, que ponga a presión a sus políticos, necesitamos un país consciente de que el desarrollo lo alcanzaremos con una sociedad con oportunidades libres, ojalá las que más se pudiera y no las mínimas a que se nos limita, de modo que una ciudadanía empoderada pueda elegir libre y razonablemente por la mejor opción, y no elegir entre las que la política anciana hoy nos ofrece. Legislar para que se permita hacer lo uno o lo otro no es una puerta de entrada a que se permita luego lo aquello, eso sucederá si se le niega la posibilidad a la sociedad a educarse y a elegir libre y conscientemente, pero éso es lo que la política hoy nos entrega, cada vez menos opciones de elegir.
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