La semana pasada intenté prever las caras que sobrevendrían el día después de las elecciones en base a las expectativas que cada una de las candidaturas presidenciales tenían ad portas de los comicios. Si bien el partido no ha terminado, dado que habrá un alargue, porque hay segunda vuelta, el poco incierto panorama, sigue incierto, pero menos incierto. Sin perjuicio que existen otros indicadores –n° de votos, porcentajes, n° de diputados, senadores, cores elegidos, analicemos lo ocurrido a la luz de las expectativas que cada una de las candidaturas tenían.
La buena noticia para la derecha, es que hay segunda vuelta, y que su abanderada logró posicionarse como segunda. Versiones apocalípticas aventuraban que ni siquiera llegaba a esa instancia. Tales versiones se comprobaron falsas. La mala noticia es que la distancia con Michelle se ve irremontable: más de 20 puntos porcentuales que nadie sabe de dónde puede sacar.
Para Michelle ver frustrada su expectativa de ganar en primera vuelta es una mala noticia. Era su aspiración, ambiciosa por cierto, pero era lo que se aspiraba, “hacerla cortita”. Hay alargue. La buena noticia es que tiene prácticamente asegurada la victoria en la segunda vuelta de no mediar un cataclismo de proporciones, e incluso por una diferencia que puede ser de una contundencia sin precedentes. Mal que mal, los programas o las ideas de los candidatos que quedaron en el camino son más afines a la candidatura de Michelle que de Evelyn.
La aventura de Parisi, quedó en eso, un tiro al aire que metió ruido, pero que no logró alterar la historia, que era su objetivo. Falló en salir segundo, quería estar en el alargue, para la segunda vuelta. No lo logró, a lo más revolvió el gallinero, movió el esqueleto.
Marco tuvo que ir cambiando de objetivo sobre la marcha. Cuando partió lo hizo con la intención de provocar una segunda vuelta y salir segundo, como en las elecciones presidenciales del 2009, ahora el piso del 20% obtenido entonces, y el respaldo de un partido, el PRO, creado con ese propósito. La irrupción de Parisi terminó por alterar ese objetivo, forzándolo a pelear ya no el segundo lugar, sino que la tercera posición. A duras penas lo logró, y con la mitad de los votos de cuatro años atrás, un 10%.
Quienes se fijaron objetivos ambiciosos, se vieron frustrados, no así quienes se fijaron objetivos modestos, como es salir segundo o tercero, vieron cumplidas sus expectativas.
Los restantes candidatos, que tan solo sumaron menos del 8%, no tenían expectativa alguna. Solo los animaba entretener el almanaque, parar el dedo, figurar en la papeleta y en el debate de ANATEL. De ellos llaman la atención las menguadas votaciones de Ricardo y Marcel, así como los testimonios de Roxana y Alfredo Sfeir. Roxana, por dar cuenta de una realidad, la de los que quedan fuera del sistema, de una marginalidad lacerante que muchos no quieren ver; y Sfeir, por proveer una mirada sistémica, holística que harta falta nos hace, capaz de interrelacionar entre sí, la salud con la alimentación, la vida humana con la naturaleza que nos habita.
En síntesis, quienes se fijaron objetivos ambiciosos, se vieron frustrados, no así quienes se fijaron objetivos modestos, como es salir segundo o tercero, vieron cumplidas sus expectativas.
Moraleja: fijarse objetivos aterrizados son más fáciles de ser alcanzados que aquellos que terminan siendo más sueños que objetivos propiamente tales.
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