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Elecciones FECH: ¿hacia dónde va el movimiento estudiantil?

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Las elecciones de la FECH concluyeron con el triunfo de la lista de Gabriel Boric. Las JJCC, lideradas por Camila Vallejo, debieron conformarse con la vicepresidencia del organismo. Pues bien, más allá de los titulares de prensa, ¿Revelan estas elecciones un cambio de tendencia? ¿La derrota de Camila Vallejo anticipa radicalización, como sostiene la prensa oficialista; o es atribuible a la sola presencia de partidos políticos en los movimientos sociales, como sostiene Gabriel Salazar?

Cualquier análisis debe partir de la premisa que la competencia electoral en la FECH está determinada por el contexto que ofrecen las masivas movilizaciones sociales de este año. El movimiento estudiantil ha sido el hecho histórico más importante en décadas. El consenso que ha fundado al régimen post-dictadura fue derribado por los jóvenes dos décadas después del inicio de la transición, y no por la generación que fue protagonista de la oposición a la dictadura. Esto recubre con ropajes generacionales un diferendo que es, en realidad, político. Este contexto distingue esta elección de las que tuvieron lugar en el pasado, explicando el alto número de listas en competencia (nueve, de las cuales seis eran de izquierda), el notorio aumento de la participación (60%), y la amplia e inédita cobertura de prensa.

Para los diversos grupos de la izquierda presentes en la UCH, la elección era una oportunidad para mostrarse los dientes e imponer su relato sobre la trayectoria y el futuro del movimiento. Por una parte, el sistema electoral de la FECH (sistema de integración de mayorías en una directiva de 5 cargos) genera incentivos para la competencia, y asegura a las primeras mayorías una relativa influencia dentro de la directiva. Por otra parte, una idea muy arraigada en la izquierda, transversal a todas sus sensibilidades sean estas partidarias o no, es que la lucha política llevará a la disolución de los grupos más débiles y conducirá a imponerse a aquellos más fuertes. La agenda interna de los grupos predominó sobre otras consideraciones, probablemente porque ante la cerrazón del gobierno, la movilización estaba condenada a prolongarse. La confrontación para dirimir los matices de conducción se hizo entonces inevitable. Así, los autónomos y el mismo Boric, declararon sin ambigüedad sus intenciones en cuanto a crear su referente (al que no llaman directamente partido, probablemente para no espantar a parte de su público).

Por su parte el gobierno, y la derecha en general, abrigaron la expectativa de que se impusieran las tendencias canibalistas tan propias a la izquierda. Parte de la contraofensiva comunicacional del gobierno —con amplio respaldo en la prensa oficialista— se ha basado en desacreditar a los estudiantes con acusaciones variadas sobre el auge del radicalismo y la violencia, o sobre la captura de la CONFECH por las fuerzas más críticas hacia Vallejo o Jackson. Varios artículos de opinión recientes (p. ej.: Andrés Benítez y Axel Buchheister en La Tercera, o Pedro Gandolfo en El Mercurio), subrayan un supuesto cambio de tendencia y predicen más radicalidad para el año próximo.

Esta línea de interpretación, que cuenta con amplia difusión mediática, es coherente con la estrategia de represión, desgaste y división que el gobierno había puesto en marcha para revertir el abrumador apoyo de la opinión pública al movimiento. De acuerdo con esta línea, cualquier traspié en el camino de Vallejo a la reelección sería indicativo de un fracaso de los moderados y del auge repentino de los “ultras”. Si bien los intereses que esconde esta interpretación son evidentes, no es menos cierto que el escenario de competencia de todos contra todos en la izquierda ofreció soporte empírico a las tesis de las divisiones irreconciliables.

Los resultados pueden resumirse en 4 hechos.

El primero es el ya indicado en el inicio: Boric y los autonomistas consiguieron la mayoría de las preferencias por estrecho margen, la lista de la JJCC y Camila Vallejo deben conformarse con la vicepresidencia.

Segundo: Camila Vallejo es la primera mayoría individual (1868 votos), marcando una diferencia apreciable de votos con el segundo (1318 votos para Gabriel Boric). Mientras los votos de Boric representan el 33% de su lista, los votos de Camila equivalen al 48% de la suya.

Tercero: las elecciones confirman a los autónomos (29%) y a las JJCC (27,5%) como las dos grandes fuerzas políticas de la izquierda estudiantil en la UCH. En 2010, estos actores fueron también los más votados —aunque cabe recordar que en aquella elección existía aún la alianza entre Nueva Izquierda Universitaria (NIU) y las JJCC, la cual duró tres años—, y entre 2005 y 2011, la presidencia FECH ha sido ocupada por miembros de las JJCC (2 veces), los Autónomos (1 ocasión), y NIU (3 veces). Esto muestra claramente la regularidad de las tendencias internas.

Cuarto: con su triunfo, los autónomos confirman su creciente relevancia en la política estudiantil y juvenil. Competir de igual a igual con la JJCC-PC, que ha sido una fuerza hegemónica desde la refundación de la FECH en 1995, confirma la consolidación de este grupo. Dos cambios relevantes aportaron a ello: por un lado, su decisión de legitimar la organización estudiantil histórica, y por otro, el abandono de su discurso previo de estar “por sobre derechas e izquierdas” asumiendo sin ambages una identidad de izquierda.

¿Qué se deriva de estos hechos?

(1) Las JJCC pierden la elección, pero no han sido derrotadas. Camila Vallejo confirma su liderazgo. Y es bueno que así sea. Un movimiento que fagocita sus líderes no anuncia nada bueno. De paso, y sin perder importancia en el futuro inmediato del movimiento, Camila adquiere mayor margen de maniobra, disminuyendo la presión en torno a ella.

(2) Para las JJCC mantener la segunda mayoría electoral por poca diferencia es un logro, especialmente si se considera que todos competían en su contra. Además, es el único partido "viejo" que se presenta sin disfraces, lo que en un contexto de generalización de una ideología anti-partidos tiene mérito.

(3) Dicho esto, fuerzas como la JJCC o NIU (gran derrotado, 5%) deben admitir que hay un voto crítico de izquierda. Parte de ese voto se debe a la radicalización que ha provocado la movilización, y en tal grado es relativamente efímero, pero otra parte más o menos significativa expresa desconfianza hacia estilos de liderazgo que se juzgan muy cercanos a una lógica política burocrática.

(4) Los autónomos se enfrentan a su mayor reto y a su sueño dorado: conducir el movimiento social más relevante en décadas. Pero deberán demostrar que su programa es viable y responder a una serie de asuntos claves. ¿Las reformas se promueven con o sin alianzas con los actores de la centroizquierda? ¿Con o sin pactos con las instituciones? ¿Con o sin logros parciales?

Desde posiciones de liderazgo y responsabilidad, las soluciones retóricas ya no son viables. Es cierto que, si se compara el discurso de los autónomos actuales con el de hace 15 años, se aprecia una enorme evolución. Pero la situación del conflicto por la educación plantea problemas inmediatos que requieren una propuesta más concreta que los eslóganes y las respuestas aprendidas. Por ejemplo, la crítica a la “parlamentarización” del debate educacional. Guste o no, cualquier reforma sustantiva deberá ser aprobada en esa instancia, y dado que la ley de presupuestos debe discutirse cada año, el conflicto se dirige en forma inevitable al parlamento. El problema efectivo es en qué circunstancias se arriba a un debate parlamentario, cómo se co-legisla, y cómo se evita la desnaturalización de las demandas iniciales. Esto refiere a fuerza social, alianzas, y recursos de influencia.

(5) Ninguna de las fuerzas principales debería creer que sus votos expresan fidelidad absoluta a su programa. Este año, esto debería ser una advertencia para los autónomos. Principalmente, porque se identifican grandes coincidencias con el programa de la propia JJCC —no confesables públicamente en período electoral— y con NIU. Muchos estudiantes y adherentes del movimiento comparten un ethos de izquierda y el sentido de los cambios propuestos, pero no logran identificar las profundas diferencias que las listas declaraban sostener. Todos los grupos políticos deberían considerar seriamente el hecho de que, desde fuera, las diferencias entre listas fueron vistas como un peligroso juego de liderazgos que ponía en peligro el principal activo del movimiento estudiantil durante este año: su unidad en la diferencia.

6) Al igual que su predecesor autonomista en la FECH (Francisco Figueroa, Vicepresidente), Boric exhibe grandes cualidades. Pero aún debe probar su liderazgo. La irrupción de una izquierda a la izquierda de los autónomos, con representación en la directiva de la FECH, podría ayudar a que Boric no pierda la brújula. Por una parte, a diferencia de los noventa, los autónomos (Surda) ya no son el principal o único referente de la mal llamada “ultra”. Han surgido nuevos actores, que ya no están disponibles para aliarse con ellos a la manera de los antiguos frentes de izquierda para frenar a los comunistas. Por otra parte, los autónomos buscan participar de las instituciones y “gobernar” desde (o con) ellas. Los actores principales (JJCC, Autónomos) deben reconocer que mientras actuaron con cohesión y unidad de propósitos, el movimiento fue más fuerte y la ciudadanía se sintió convocada por ellos. Mantener la unidad del movimiento –el que por definición es heterogéneo–, evitando forzarlo a actuar como si fuese un p
artido de izquierda más, debiera ser un precepto de actuación para un año que será más complejo que 2011.

En conclusión: una de las razones de la fortaleza del movimiento estudiantil reside en la existencia de arenas estables de intercambio político que permiten a los grupos competir y enfrentarse pero también procesar sus diferencias: las federaciones estudiantiles, y hasta cierto punto la CONFECH, cumplen esta función. Partidos políticos antiguos (PC) y nuevos grupos que aspiran a convertirse en partido (por ej. los autónomos, sin olvidar los nexos entre la Lista Luchar y el Partido Igualdad, o los de NIU con el MAIZ de Arrate-Aguiló) proveen recursos organizativos y liderazgos fundamentales para la continuidad del movimiento y permiten su reproducción… en la medida que legitiman las arenas de intercambio político.

Esto desmiente a un enfoque muy popular en la academia, que sugiere que los movimientos sociales son expresiones puras de lo social que deciden ingresar en el espacio de la política. En cambio, como la dinámica del movimiento estudiantil lo demuestra, las organizaciones políticas están incrustadas en lo social del mismo modo que los grupos sociales están insertos en la política. Además, contra lo que pudiera sugerir un anticomunismo de derecha o izquierda, estas elecciones confirman ampliamente la continuidad los liderazgos e ideas del movimiento durante este año.

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Foto: El Comercio.pe

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