Cada cierto tiempo el espacio público se ve invadido por un montón de letreros llamados «palomas» que hacen notar su presencia en los lugares estratégicos de la ciudad. El rostro del candidato acompañado de un lema referente a la supuesta probidad del aspirante. Como una plaga que prolifera exponencialmente, así ocurre con estos letreros. Muchos dejan de lado los posibles efectos secundarios como la obstaculización de la visión del conductor.
Escribo desde la ciudad de Arica. En estos días ha sido común ver, por lo general, un grupo de mujeres vestidas con uniforme -usando un color llamativo- identificadas por el nombre del candidato, ya sea impreso en la polera o en el gorro. Ellas -y muy pocos ellos- enarbolan las banderas con el nombre del candidato. Dudo si reciben compensación monetaria o no. Sin embargo, genera el efecto que aquel ciudadano deseoso de ocupar un cargo público, tiene «adherentes». Hay gente que lo «apoya».
¿Se preocupan los candidatos de saber si la ciudadanía, en este caso de Arica, sabe lo que es un consejero regional? ¿Qué hace un diputado o senador?
En un caso hipotético, si usted desea ser candidato, perfectamente, si su capital se lo permite, puede contratar un grupo de personas para que vistan determinadas prendas y enarbolen sus banderas en apoyo – ficticio- a usted. Puede ser un completo desconocido, pero poseer un gran capital e inmediatamente puede generar este efecto – engañoso, en rigor- de apoyo.
La propaganda política también se manifiesta en volantes que se entregan a diestra y siniestra por el centro de la ciudad. Observo que más de uno que lo recibe, procede a arrojarlo al basurero más próximo, después de unos cuantos pasos. En el centro de Arica, se puede ver que se instalan stands promocionando al candidato. De repente, el ciudadano tiene frente suyo una serie de ofertas políticas. El espectro político se «hace carne».
También, y haciendo uso de la fuerza acústica, es que se hacen «caravanas» de automóviles que se pasean por la ciudad, tocando bocinas, generando, nuevamente, el efecto ganador del candidato. Naturalmente que aquellos candidatos que no posean los medios para tener «tantos automóviles» quedan al margen de estas estrategias.
¿Viene a ser esto una mera descripción de lo que sucede en mi ciudad? No, simplemente, hago notar – quizás para algunos sea de perogrullo- que el espacio público se usa en periodos de campañas, de forma vacua. Lo sustantivo pierde relevancia. Solo vemos caras y nombres. Ni siquiera se ve el partido político. Y los que son independientes confunden política con partidos políticos. Las ideas quedan al margen, exiliadas.
¿Se preocupan los candidatos de saber si la ciudadanía, en este caso de Arica, sabe lo que es un consejero regional? ¿Qué hace un diputado o senador?
Finalmente, noto esta costumbre – no sé si es arbitraria o no- de prometer felicidad, tiempos buenos, el paraíso terrenal a una actividad que siempre va a estar ligada a los problemas y a los vaivenes del día a día. ¿Por qué un consejero regional promete algo que no depende exclusivamente de su voluntad? ¿Cuál es el afán de hacer uso de la retórica para persuadir a los votantes?
No obstante, al fin y al cabo, ¿se podría concebir, en términos plausibles, otra forma de ocupar el espacio público?
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