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El último hit del Presidente

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Una de las declaraciones altisonantes del pasado discurso del 21 de mayo fue: “los niños son lo más sagrado que tenemos ¡Seremos implacables contra quienes abusen de ellos!”

Antes de llegar a la frase en cuestión, el mandatario hizo mención a una serie de hechos que atentan contra los menores. Entre ellos la pedofilia, pornografía infantil, abusos deshonestos, violaciones, y otros similares, todas en la línea sexual, se convierten para el Gobierno en la única forma de abuso del cual los niños pueden ser sujetos.

De acuerdo con los datos entregados por World Vision (wvi.org), el trabajo y explotación infantil afectan a 280.000 niños. La minería, la agricultura, la trata de blancas, el tráfico de órganos, por nombrar algunos, son mercados formales e informales en donde las regulaciones estatales, para efectos de proteger a los niños, son escasas.

Por otro lado Danae Mlynarz, a propósito también del 21 de mayo, pone en relieve, en su entrada “¿Más natalidad? ¡Más protección social!» el programa que quiere llevar a cabo el oficialismo en torno al cuidado de la familia, el cual han bautizado “Chile es una familia”. En esta columna Mlynarz nos cuenta las acciones que el Gobierno quiere poner en práctica para alcanzar sus objetivos, una de las cuales es entregar un “bono por hijo, pagado de inmediato a la mujer”. En otras palabras: tú me das y yo te doy.

Analicemos: toda familia tiene una génesis, un proyecto que nace de la ilusión, un hijo que se programa con amor, cariño, expectación.

Si la génesis para las familias más vulnerables es estimulada por una transacción comercial: ¿qué sucederá con esos niños que son concebidos bajo esa premisa?, ¿qué motivaciones éticas tendrán sus progenitores para con ellos?, ¿quién nos advierte con certeza que esos niños no serán usados para otros fines comerciales, si ya han sido avalados como tal? Es más: ¿qué sucederá con los ritos previos que realizan las familias para recibir al nuevo integrante? Ritos que sostienen, sustentan y fomentan la cultura, la que en definitiva otorga un sentido de pertenencia afectivo a las raíces.

Si para el Presidente “los niños son lo más sagrado” y los quiere proteger de los abusos, ¿por qué en su discurso la regulación de los mercados formales e informales, no aparece?, ¿por qué el Estado debe legitimar la procreación  a destajo cuando el incentivo es, prácticamente, instalar en la casa una “fábrica” para producir dinero?

Son otros los factores los que potencian la protección a nuestros niños, y una de ellas es que cada persona elija, de modo soberano e individual, cuándo, cómo, dónde, con quién, y con qué anhelo concebir un hijo.

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Lee también:

La discriminación del bono “Bodas de Oro, por Emilia Rivas.

¿Más natalidad? ¡Más protección social!, por Danae Mlynarz.

La máquina de hacer pobres, por Érika Silva.

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